Serla emitió un profundo suspiro. –No le... agradaría... que alguien... pensara eso– dijo con lentitud. – Por supuesto que no– estuvo de acuerdo el Marqués–. Haría el ridículo porque nadie puede decir que no realizará usted un excelente matrimonio desde el punto de vista social. –¿Y usted... no permitirá... que me... lleve?– insistió Serla con voz de niña asustada. Y, con voz tranquila, el Marqués respondió: –No se irá de aquí, Serla, hasta que usted quiera. Deseo que disfrute de lo que hacemos y lo considere una divertida aventura. Algo que describir en su autobiografía cuando sea una anciana dama. Serla se rió, como era el propósito del Marqués. –Tendré que esperar... mucho tiempo... para eso. Fue tan... maravilloso hoy conocer... la Casa Carlton, y tan emocionante anoche y... la