2

1754 Words
Denver me ayudó a levantarme y él no paraba de reírse de mi torpeza, maldición, cuando siempre intentaba impresionar, me pasaban cosas como estas. Torpe, torpe, torpe. Le agradecí y fui a buscar a Rachel para irnos. Necesitaba un respiro, así que fuimos por un helado y posterior a eso; a casa, sin embargo Rachel salió con su novio y me dejó sola viendo películas de terror en netflix, no era como si me dieran miedo, bueno... tal vez solo un poco. Era un sábado en la noche y yo estaba encerrada en mi apartamento, ¿Existía algo más patético para una joven chica de 24 años? Me llegó un mensaje, tomé mi teléfono y me senté rápidamente al ver que era de Denver. >> Hola, Santa. Un simple mensaje que desarrolló una intensa conversación hasta la madrugada, hablábamos de todo, nuestros gustos, nuestros intereses, hasta que finalmente me invitó a salir creí que se refería a uno de estos días, pero dijo que estaría en diez minutos esperando por mí. Lo pensé un poco, pero mañana era domingo, no tenía nada que perder. Usé un vestido ajustado y unos botines cómodos, mi cabello tan largo como siempre y mi maquillaje impecable. Cuando bajé del edificio, pude ver a Denver apoyado de un deslumbrante auto deportivo de color verde oscuro, él lucía impresionante con esa camisa arremangada en los brazos y sus pantalones de tela fina, pude sentir su mirada recorrerme lentamente y tuve que mentalizarme en levantar bien los pies para no tropezarme como obra del destino. —Estás hermosa esta noche —murmuró cuando me acerqué, aferró una mano a mi cintura y me dio un suave beso en la mejilla. —Gracias, así intento verme el 80 por ciento de todas las noches —agregué en broma. — ¿Y el otro 20 por ciento? —sonrió abriéndome la puerta. —Intento verme hermosa de día. Él soltó una carcajada y cerró la puerta cuando me monté, rodeó el auto y se montó para conducir, íbamos hablando de muchas cosas, llegamos a un tasca y nos burlábamos de las personas que cantaban karaoke, hasta que finalmente nosotros terminamos cantando y luego nos burlamos de nosotros mismos, comimos, bailamos y cuando dieron las cuatro de la madrugada decidimos irnos. —Vamos, ¿Cómo es que una mujer como tú está soltera? —Dijo sorprendido—, eres hermosa, simpática y hermosa... —Ya dijiste hermosa —rodé los ojos con una débil sonrisa, estábamos en esa hora donde la gente dice lo que piensa sin ningún filtro. —Porque eres hermosa —soltó una carcajada.  Estacionó el auto frente a mi edificio y solté mi cinturón de seguridad. —Lo mismo diría yo de ti —dije—, ¿Seguro que no tienes esposa o algo así? —No tengo. No te mentiré, viví estos 28 años lleno de mujeres, pero ninguna que valiera la pena ¿sabes? —Murmuró—, todas eran unas interesadas. — ¿Por qué interesadas? —pregunté con curiosidad. —Por mi carrera, podemos salir mañana y te lo contaré mejor —dijo. Afirmé con la cabeza, me daba curiosidad saber qué clase de profesión él tenía. Abrí la puerta y me bajé del auto, cuando entré al edificio él se fue.  Eso había sido diferente, ni siquiera intentó sugerir algo más allá, aunque el coqueteo siempre estuvo presente, me gustaba, me agradaba, podía considerar algo en un futuro con él, aunque la alarma de desconfianza jamás podría callarla ni echarla a un lado. A la mañana siguiente, me levanté muy tarde, Denver me escribió y dijo que me pasaría buscando, así que me vestí de forma casual sin embargo no podía dejar de lado mis zapatos de tacón, creo que Rachel me había pegado esa manía de usar tacones y me agradaba porque así podía obligarme a mantener una buena postura. Fuimos a almorzar y después a caminar por el parque estadal. Esta vez él preguntó muchas cosas acerca de mi vida, como mi nombre, sin embargo dijo que prefería decirme Santa, me limité a responderle lo esencial, que era huérfana, graduada en ingeniería civil y mi trabajo como supervisora principal de obras de la empresa FEDE, él parecía completamente encantado conmigo y resaltaba que era imposible que alguien como yo estuviera soltera, me alagaba mucho que alguien como él se interesara en mí y creyera que era como una especie de diosa, me alzaba mucho el ego. —Siempre participo en el campamento, de hecho, iniciará el Lunes que viene, ¿Quieres unirte? —dijo Denver, al parecer debido a su trabajo siempre participaba en cosas de beneficencia, el campamento del que hablaba era el de un orfanato llamado “Sonrisillas” donde llevarían a los niños a mitad del bosque para una experiencia inigualable. Me gustaban los campamentos, aunque dudaba que fueran parecidos a los campamentos de música a los que asistí. —Supongo que puedo considerarlo, tendría que pedir permiso a mi trabajo —dije—, ¿Cuánto tiempo es? —Solo una semana —dijo—, sería bueno que fueras, siempre se necesita ayuda, puedes incluso ser parte del comité organizativo, algo así como una líder de un grupo. Ser líder de un grupo de niños, me agradaba la idea y me emocionaba. —Sí, me gustaría ir —dije, podría adelantar algunas cosas en el trabajo para tener una semana libre, incluso podría solicitar vacaciones, tenía casi tres años sin solicitarlas. Él me sonrió pareciendo igual de emocionado que yo, cuando de repente escuchamos un estruendoso ruido que nos sobresaltó. —Espera un momento —se disculpó para atender el teléfono mientras caminábamos por la orilla del lago donde los patos chapoteaban y nadaban felices.  Sentía que por fin lo había encontrado, era el hombre que esperaba y ni siquiera sabía que buscaba. Más alto que yo, tal vez le llegaba a la barbilla, no tan musculoso pero sin duda buen cuerpo y una sonrisa tan encantadora que podría mirarlo por horas sin cansarme. Esperaba que no fuera toda una farsa.  Creo... que no podría soportarlo. — ¿Donde? —Decía Denver— ¡Claro! Dame un segundo... Se despegó el teléfono de la oreja y sus deslumbrantes ojos grises me miraron. — ¿Te gustaría ir a una fiesta? —Dijo—, habrá parrilla. Tenía años sin ir a una fiesta, creo que la última que fui, fue cuando me gradué y de ahí juré no volver a beber. Aunque claro, me imaginaba que no era una fiesta descontrolada donde el alcohol volaba y el humo de narguile era atosigante, Denver no parecía de esos. —Está bien —me encogí de hombros. Me dedicó otra ligera sonrisa y se volvió a colocar el teléfono a la oreja mientras me guiñaba un ojo. ¡Uf! Maldición, mis mejillas comenzaron a cosquillar, sabía que mi rostro estaba sonrojándose, ¿Desde cuándo me sonrojaba porque un hombre me guiñara un ojo? Desde hacía mucho tiempo no sentía esas rara mariposas revolotear en mi estómago. —Sí, nos vemos allá —Denver colgó y cuando me miró, entrelazó nuestras manos—. Tienes  las manos suaves. Mi rostro ya de por si sonrojado de seguro había intensificado su color, me preguntaba qué dirían las personas del trabajo de la dura y amargada Claus si me vieran ahora completamente derretida por las caricias de este hombre. Nos devolvimos al auto y solo entonces soltó mi mano. Maldición, creo que Rachel tenía razón, todas necesitábamos amor, yo siempre me burlaba y le decía que solo las mujeres débiles necesitaban amor, que yo era autosuficiente y que no necesitaba del amor de una pareja para ser feliz... pero ahora que lo pensaba, posiblemente solo me engañaba a mí misma, puede que el amor que te da la pareja es una parte de la felicidad de la vida. — ¿Dónde es la fiesta? —Murmuré atreviéndome a mirarlo, tenía un perfil perfecto, podía ver su cabello largo moverse con él en cada gesto que hacía, me atreví a estirar mi mano y acariciar su cabello. Cuando me miró, temí que se alejara o que me dijera que no malinterpretara nuestras salidas, sin embargo, lo que hizo me dejó completamente fuera de órbita, tomó mi mano con la suya y le dio un beso para dejarla reposar unidas sobre su pierna. Me iba a dar un infarto su muestra de amor. —En la casa de Maxi —dijo como si supiera de quien hablaba—, ¿Te gusta el baloncesto?  ¡Ja! ¿Es un chiste? Lo detesté desde que el innombrable (Calvin) se volvió el capitán y se volvió un basquetbolista super estrella. Actualmente hablar de Calvin Craft era algo así como Michael Jordan, toda una leyenda. —No mucho —me limité a contestar. Él alzó las cejas y negó con la cabeza. —Bueno ya sabía que no podías ser tan perfecta —dijo en broma—, a nosotros nos encanta, como ganó nuestro equipo hace unos días, nos reuniremos para celebrar. Yupi. Casi podía pensar en mi desastrosa cita de hace unos días donde Rubén no dejaba de ver el partido en el televisor, ¿También Denver era así? No parecía de esos que se la mantenían viendo la televisión. — ¿A qué equipo apoyas? —pregunté  intentando sonar interesada, como si ese tema de los deportes no me hiciera querer bostezar de aburrimiento. —Obviamente a los Vigor. Ah, bien... sobraba decir que ese era el equipo donde Calvin jugaba. ¿Lo más irónico? iba a una fiesta a celebrar que el equipo de él ganó. Los ánimos me bajaron un poco, pero ya había superado mi corazón destrozado tras descubrir que Calvin solo me había manipulado para fotografiarme desnuda, después de ahí nunca supe más nada de él. Por Dios, habían pasado 8 años, casi una década.  —Me gustas mucho —dijo de repente Denver sacándome de mis pensamientos. Pestañé un par de veces y lo miré sintiendo nuevamente mis mejillas sonrojarse, él me miró de reojo y tuvo que volver a fijar la mirada en la carretera pareciendo esperar mi reacción. —Tú también me gustas, Denver. Por eso ahora me dirigía a una fiesta a celebrar con unos fanáticos la victoria de los Vigor. Madre mía, dame fuerzas. Entramos a una urbanización privada, Denver estacionó el auto junto con otros de su misma elegancia y distinción, tuve que obligarme a cerrar la boca, era una mansión completamente deslumbrante, todas las casas en esa zona eran ridículamente espectaculares. —Solo para saber —murmuré cuando me bajé y Denver se acercó a mí—, ¿Qué trabajas exactamente? Denver soltó una pequeña carcajada mientras entrelazaba nuestras manos, me hechizaba como nuestras palmas parecían encajar perfectamente, todo de él me encantaba, pero temía que me dijera que vendía droga o que estaba involucrado en la mafia, esa sería una completa decepción. —Soy jugador de baloncesto profesional —dijo cuando comenzamos a caminar hacia la casa—, juego en el equipo de los Vigor. ¡¿Qué?! Denver tocó el timbre y no pareció notar mi perplejidad cuando me dijo aquello, ¿él jugaba con los Vigor? Eso quería decir que conocía a Calvin, maldición, Denver jugaba con él. La puerta se abrió y sentí que la sangre se drenó de mi cuerpo cuando la persona que abrió la puerta era Calvin Craft.                    
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD