Al día siguiente: 2 de julio Los días en Roma llegaron a su fin y el camino a Roma ha sido en silencio, no sé si por mi angustia o porque ninguno de los dos sabe que decir. Finalmente, la furgoneta se detiene frente al edificio en el que vivo y tomo a Malí para bajarme del coche, pero es Mykel quien baja primero para ayudarme con la bebé. —Gracias —digo amable y cuando creo que se volverá a subir a la furgoneta, él le hace una seña al chofer. —Nahia, estuve pensando mucho en lo que harás —pronuncia tomándome por sorpresa. —¿De qué hablas? —De hundir a ese tipo, ¿sabes lo peligroso que será eso? —expresa preocupado y asiento. —Claro que lo sé, pero ¿Qué más puedo hacer? No puedo simplemente quedarme callada, ¿o si? —rebato firme. —Nadie te ha dicho que te quedaras callada, pero neces