Cuando los cuernos dejaron de sonar su llamado a la matanza, Belle asintió con rigidez, mientras sus ojos grises reflejaban el brillo metálico de la anticipación y las ganas contenidas por iniciar la batalla. —Estamos listas —afirmó entre dientes apretados, aferrando las riendas con sus manos bien empuñadas hasta que sus nudillos se tornaron blancos. Por otra parte, en las filas enemigas que sitiaban la ciudad capital amurallada de Arkenia, el caos estalló con la llegada del fatídico sonido de los cuernos de guerra. Los soldados del reino de Teldrasill comenzaron a correr frenéticamente de un lado a otro, gritando órdenes a todo pulmón y formándose tan rápido como podían ante la inminente amenaza que se avecinaba. —¡Nos atacan! —bramó un capitán enemigo, con su voz casi ahogada por los