—Ahora que las gemelas están aquí, dime Varkan, ¿qué harás con ellas? —inquirió el rey Zairan, haciendo un gesto con la mano mientras con la otra continuaba acariciando el suave cabello del niño, quien se sentó en el suelo y reposó su cabeza en una de las piernas de Zairan. Kieran sentía un afecto exagerado por el rey de Arkenia, ya que este nunca lo trataba mal. En esos dos años, nunca lo golpeó, torturó o trató mal de ninguna manera, y eso ocasionaba que él adorara a Su Señor, quien simplemente trataba al niño como lo haría un buen dueño con su mascota: lo alimentaba, lo vestía y le daba su dosis necesaria de amor. A cambio de eso, él recibía poder, mucho poder, y Kieran se sentía dichoso por ello. Por otra parte, Varkan esbozó una sonrisa siniestra y se puso de pie, con sus ojos fríos