Al arribar al baño privado del rey, la joven reina Serenity despojó su cuerpo de la bata de seda que había envuelto su figura en el trayecto. Con un suspiro, tomó la esponja de mar y un frasco de jabón perfumado con esencias de lavanda y jazmín. Sin más preámbulos, sumergió su delicada silueta en las tibias aguas de la alberca de mármol, permitiendo que el aroma a sales relajantes acariciara sus sentidos. —Se siente tan bien —musitó Serenity con los ojos cerrados, dejando que el líquido templado aliviara la tensión de sus músculos, aunque se había curado, siempre sentía fantasmas de sus dolencias inconscientemente, y en ese instante sentía como si le doliera todo el cuerpo luego de toda la acción de ayer, e inicios de la mañana. Y entonces, justo cuando comenzaba a abstraerse en sus pens