—Thorger, Jord, vengan conmigo —ordenó Gideón con voz grave—. Debemos inspeccionar el campamento enemigo. Los dos guerreros asintieron, y Thorger, que estaba sentado en el suelo al lado de Belle, con una sonrisa cálida se acercó y le dijo en un susurro: —Regreso pronto... Belle lo observó, entrecerró sus ojos y, con la honestidad que la caracterizaba, admitió: —Ten cuidado... que este no sea tu último festín... —Sus palabras estaban cargadas de preocupación genuina por su bienestar. Thorger sonrió, deseando darle un beso de despedida, pero lo que hizo fue hacerle una leve reverencia y, sin más, se levantó. Las gemelas también lo hicieron, viendo cómo los tres se retiraron a un lugar apartado donde se despojaron de sus ropas. En cuestión de segundos, se transformaron en imponentes lob