Gideón suspiró profundamente, el peso de las revelaciones asentándose sobre sus hombros como una carga aplastante. Sin esperar más se levantó de su trono con movimientos gráciles pero decididos, bajó el par de escalones de mármol pulido y luego llegó hasta donde estaba su tío, deteniéndose a solo unos pasos de distancia. Su porte era imponente, cada centímetro de su ser irradiaba la autoridad del monarca que era.
—Escúchame bien, tío. El reinado de Padre tú mismo lo acabaste. Ahora yo soy el actual Rey de Zythos y no voy a permitir que me mates y pretendas destruir mi reino por dentro con los subordinados de tu cobarde rebelión comandada por un Alfa despechado como lo eres tu —dijo Gideón, mirándolo fijamente, hablando con un tono de voz calmado a pesar de las devastadoras revelaciones qu
