—¡Belle, no seas tan indiscreta! —la reprendió Serenity en un susurro, pensando que no era buena idea preguntar algo tan personal. El niño, al instante, clavó la mirada en la mesa, y su semblante se ensombreció como si una sombra oscura hubiera caído sobre su rostro. —No me vendieron, fui un regalo que le ofrecieron al rey para que no conquistara por completo el reino de Marsilente —susurró Kieran con voz apagada, encogiéndose de hombros como si quisiera hacerse pequeño, diminuto, para pasar desapercibido. —Oh, entonces te regalaron como una mascotita —se mofó Belle con una risa burlona, mientras Kieran alzaba su mirada hacia ella, frunciendo el ceño en un gesto de disgusto. —Kieran... ¿puedo preguntarte algo? —la voz suave de Serenity se elevó por encima del ambiente tenso, como una b