Las manos de Thorger dejaron las caderas de Belle y subieron lentamente por su espalda desnuda, trazando senderos húmedos sobre su piel tersa. Ella gimió suavemente contra sus labios, perdida en un torbellino de sensaciones y emociones. En ese momento, nada más importaba, solo ellos dos y su conexión que, ya era imposible de romper, sellada por un beso cargado de promesas. El vapor se arremolinaba a su alrededor, creando un velo etéreo que los envolvía en su propio mundo íntimo. El fuego de las antorchas proyectaban sombras sobre sus cuerpos entrelazados, acentuando los músculos cincelados de Thorger y las curvas femeninas de Belle. Las manos del guerrero lobo continuaron su exploración, acariciando con reverencia cada centímetro de piel sedosa, memorizando cada detalle de la anatomía de