Emily Rose. —Dormilona, ¿Por qué no vas a tu cuarto? Te ves muy incomoda allí, dentro de una hora te aviso para que bajes a cenar —la voz ronca de Diego me saca de un sueño profundo y una pesadilla que por ahora prefiero no recordar. —¿Mmmm? —me muevo un poco en el sofá que ya rechina ante el mínimo movimiento por soportar mi peso en estos cuatro meses. No me siento nada dichosa de admitirlo, pero si parezco una ballena con esta enorme barriga que ya limita mis actividades, aunque francamente no me importa porque prefiero no hacer nada y dormir todo el día. —¡Que vayas a la cama! —repite mientras maniobra algo en el horno de espaldas a mí que no sé qué es, pero huele delicioso, como todo lo que cocina. —Has estado allí por toda la tarde, te recuerdo que dijiste que iríamos a caminar y