Un año atrás
—Vaya, vaya mira que a quien tenemos aquí. –escucho una voz en mi espalda, blanqueo mis ojos al reconocer la voz del hombre.
—¿Qué quiere profesor, Sanders? –Fue mi profesor en segundo año de la universidad. Se acerca a mi oído, siento su respiración en mi hombro.
—Tengo dos mil para ti por una noche, toda una noche. –Muerde el lóbulo de mi oreja sin llamar la atención–. Te espero en mi apartamento a las ocho en punto. Ya sueño con esa boquita chupando mi polla. –Niego.
—Tengo examen de … —me interrumpe.
—Por favor, Gaia, todos sabemos que eres la mejor en tu grupo, un examen a ti no te detiene. –Toma asiento frente a mí en la mesa—. Te veo a la hora acordada y lleva uno de esos conjuntos que tanto me gustan. Ya sabes, los comestibles. – saborea sus labios.
El profesor Sanders es un maldito enfermo, siempre quiere el paquete completo más de una vez en la noche, no sé qué maldita cosa se toma que rinde. Es un hombre común, de cuarenta y cinco años. Algunas canas en su cabello n***o, ojos marrones, piel amarilla (yo le digo así porque ni es blanco ni es moreno) unas pulgadas más alto que yo, eso sí tiene un cuerpo muy bien trabajado, en sus ratos libres lo veo en el Gym ejercitándose. A pesar de su simpleza muchas suspiran por él. Yo no, me da igual, ya que cuando llegas a perder la cuenta de los hombres con los que has estado todos pasan a un segundo plano.
—Hola Gaia. –salgo de mis pensamientos para mirar a mi amiga Diana, la mujer que me llevó a conocer de estos menesteres. Yo era joven e ignorante. Tan solo llevaba días en la universidad. Mis padres no podían darme para comer ya que todo se iba en matrícula. Entré hace tres años como becada, pero aún faltaba un quince por ciento para completar.
La universidad aquí es la más cara, los créditos están por las nubes, pero Diana me enseñó todo lo que necesitaba para librar la deuda y comer, vestir y darme la gran vida.
Cuando llegué aquí, era virgen, a Diana se le ocurrió la brillante idea de vender mi virginidad al mejor postor en el bar donde ella trabaja. LuVs, es un sport bar de lujo, pero después de la media noche es un secreto a voces que se practica todo tipo de actos ilegales, y eso incluye la prostitución. Cierro los ojos y aún lo recuerdo.
Estaba muy nerviosa. Diana me maquilló sencilla como una colegiala. Me puse una falda a cuadro sin ropa interior, la lencería solo contaba con medias y tirantes. Una top que no cubría solo el pezón de mis grandes senos. Desde niña fui desarrollada. Tenía un cuerpo para mi entender promedio, grandes senos, delgada, unas nalgas redondas, pero no exageradas y mi abdomen plano.
Subí a la tarima decidida a venderla al mejor postor. Es claro que uno sueña que su primera vez sea con el amor de su vida, pero en mi caso no fue así. Tampoco voy a decir que fue desagradable. El hombre que ganó la subasta ofreció treinta mil dólares. Fui exclusiva de él por unos tres meses, pero de la noche a la mañana desapareció. Me dejó con algunos conocidos como clientes fijos, entre ellos profesores y políticos. Richard Goldberg sin duda dejó su fortuna en mí. Era un representante de la cámara en el congreso que me mantuvo el tiempo que duró. Me dio carro, apartamento y muchas joyas. Según supe llevaba una doble vida, pero no sé en qué quedó eso. Solo sé que fueron los mejores tres meses de mi vida. Lo que vino luego ya se los contare en otra ocasión.
—¿Que hay Diana? –pregunto llevando mi cuchara de yogurt a la boca.
—¿Qué tienes para mañana? –me pregunta de una.
—Hasta ahora nada ¿Por qué?
—Tengo una fiesta de cumpleaños, son puros viejos de una fábrica. Necesito chicas, creo que quieren una orgia o algo así, ya sabes mujeres y hombres turnándose. Un despelote.
—Sabes que no me gustan las orgias, además siempre cuadran por debajo del precio. – vuelvo a comer despreocupada de mi rico yogurt.
—Bueno, que conste, yo te invité –Me encojo de hombros, en fin, con los dos mil de Sanders tengo para vivir unas semanas cómoda.
—Tranquila amiga, voy a poder vivir sin hacerlo. –ríe fuerte.
—Eres más caradura. Tu no pecas por hombres, ellos caen como corderos a tus pies. – sonrió coqueta.
—No tengo culpa de tener dos… –tomo mis senos en mis manos y las muevo–. grandes razones. –Diana ríe fuerte, ella es delgada con un buen trasero, pero una copa B. El turno de la clase de ciencias políticas llegó. El señor Thompson es muy estricto y le gusta que lleguemos no más tardar de los cinco minutos.
—Con permiso —Un chico, alto, de buen cuerpo, ojos claros como el cielo y unos labios de muerte se acerca a nosotras. Le sonrío, no lo había visto antes en esta universidad–. ¿Saben dónde queda el salón del señor Thompson? Soy nuevo y no conozco la universidad. —Dice con la sonrisa más encantadora que he visto.
—Claro, vamos para allá, podemos guiarte. – se me adelanta Diana, yo me quede como una tonta hechizada por su hermosa sonrisa. – Yo soy Diana y ella Gaia.
—Un placer Diana— le da la mano a mi amiga. Yo le doy la mía, pero en cambio deja un beso en mis nudillos. – Un placer Gaia, mi nombre es Pax Thatcher.
—El gusto es mío, Pax. – me guiñó un ojo. Corrimos prácticamente hasta el salón de clases, ya que en la presentación nos atrasamos siempre vamos con tiempo por cosas así. No me gusta perder mis clases. Tengo buena retentiva y me ayuda a hacer mis exámenes si no me da tiempo de estudiar.
💓💓💓
El día pasó rápido en el almuerzo volvió Sanders a recordarme la hora y el lugar donde me esperaría. Salí de mi última clase a las cinco de la tarde, me había cargado de materias para terminar un año antes la universidad. Así que tengo siete clases de hora y media divididas en dias. No me importaba en realidad, lo importante es poder adelantar. Voy caminando hasta el estacionamiento para buscar mi Infinity.
—¡Gaia! –escucho la voz de Pax. Me detengo para esperarlo, viene casi corriendo.
—Hola –digo en cuanto llega frete a mí.
—¿Quería saber si podemos… —hace una pausa para respirar—. Ya sabes. —lo veo darle vueltas al asunto–. Me gustaría que podamos ir por un café, y tal vez al cine, no sé qué te gusta. –sonrió.
—Hoy no puedo, pero otro día… —No me deja terminar.
—¿Mañana? – asiento.
—Si, puede ser mañana durante el almuerzo, por acá hay una cafetería. —digo señalando la salida.
—Te espero frente a la biblioteca. —asiento.
—Te veo mañana entonces. –dejo un beso en su mejilla y monto en mi auto.
En el camino voy pensando en lo que me voy a poner para estar con el profesor Sander y en lo priemro que quiero hacer cuando llegue a mi lujoso apartamento, pues necesito comer alguna fruta para reponer fuerzas y darle un mejor servicio al profesor para luego arreglarme, yosiempre tengo algunas muestras de tangas comestibles asi como le gustan al hombre. El apartamento de Sanders queda a una media hora de mi apartamento, debía darme prisa.
Llegué a mi penthouse, tiré mi bolso con los libros en el sofá y subí hasta mi habitación, saqué la lencería comestible. No es que me encanta ponérmela, pero el cliente manda. Puse un abrigo de pieles largo por encima y salí a trabajar. De camino se vino a mi mente el rostro de Pax. Es muy guapo y se ve que tiene dinero. Llegue en un abrir y cerrar de ojos pensando en las cochinadas que le haría si estuviéramos solos en una habitación los dos. Subí hasta el apartamento de Sanders. Toco la puerta y esta se abre a los pocos minutos. Entro sin pensarlo. El hombre que tiene una bata de baño puesta cierra la puerta y me toma por la cintura.