Cuando entraron, observó los ojos de admiración de Mandy mirando a su alrededor. — Qué bonito—, ella murmuró con una sonrisa en los labios. — Me encanta la casa de campo. Es mi lugar favorito—, explicó, y la chica le sonrió. — No es de extrañar. Es maravilloso. Ryan miró a su alrededor, viendo la casa de campo a través de sus ojos. Mandy tenía toda la razón. Este lugar era cálido y acogedor. Todavía cogidos de la mano, se dirigieron al salón, donde había un sofá beige, casi blanco, lleno de cojines de colores, junto a la enorme ventana de cristal que daba al otro lado de los jardines. Las ligeras cortinas de voile se agitaban con la fresca brisa que entraba por la ventana. Mandy le soltó la mano y se dirigió al mostrador de madera clara, donde había varios marcos de fotos. Había foto