—¿Me estás castigando? —intenta preguntar con su aliento acelerado. —¿Acaso crees que hacerte acabar es un castigo? —pregunta divertido y la hace callar—. No sabes cuánto placer me produces al verte así. Era difícil, pero intenta con una mano desabrochar sus pantalones y liberar a su bestia de aquella celda de tela, cuando ya la ha liberado, la toma con su mano libre y comienza a masturbarse viendo como su novia está siendo complacida por unos juguetes. —Fóllame, ahora —suplica y Arden la ve ligeramente con los labios abiertos. Lo estaba volviendo loco, él se detuvo y apagó el huevo, se lo sacó y lo dejó en la mesita de noche. Se levantó y se preparó entre las piernas de Dione, se introdujo en ella y comenzó a arremeterla sin piedad, quería seguir usando el aparato de succionar su