Capítulo 3. El comienzo de un desastre

2060 Words
—Espera un momento—escucho al hombre decir y luego pasos, pasos que se aproximan hacia el armario donde estoy atrapada y luego la puerta se abre. Me quedo petrificada cuando una silueta se asoma hacia el interior. El tipo tiene cabello claro, ojos azules, una barba tenue, facciones atractivas que no me sorprenden en lo absoluto porque mi jefa siempre ha sabido como atraer la atención de tipos así y no solo es apuesto, sino también elegante, lleva puesto un traje n***o que supongo que no cualquiera usaría. Trago saliva y enseguida abro la boca para buscar una excusa convincente para justificar mi presencia en ese lugar, pero de mis labios no emerge ninguna palabra y él solo alza la ceja al verme. —¿Qué sucede?—escucho la voz de mi jefa a lo lejos y yo, asustada de que se atreva a venir si él dice algo, hago una señal con el dedo, suplicando o mejor dicho, implorando que tenga piedad de mí. —No es nada, tesoro. Solo una caja de pelucas que se cayó al piso—le dice a mi jefa y yo finalmente, suspiro al ver que lo convencí de no decir nada. —Le dije a esa estúpida que tuviera cuidado con eso—brama mi jefa y sé que tal vez mañana va a ser un día pesado porque seguro va a regañarme. Al no poder decir nada, solo artículo con los labios la palabra "Gracias" esperando que pueda entenderme, pero el tipo hace una mueca con los labios como de arrogancia y sé que tal vez no lo hizo por ayudarme, sino para evitar que mi jefa, la cual supongo debia seguir con las piernas abiertas, no se molestara por verme aquí y quizás arruinara su mágica velada. —Será mejor que nos vayamos o vamos a perder la reservación—dice el nombre sin dejar de mirarme, parece que le divierte verme tirada sobre el suelo con varias pelucas de mi jefa en la cabeza. —¡Ash!— se queja mi jefa— te dije que este no era lugar para hacer esto. El tipo apaga la luz del armario, dejándome a oscuras, además de que cierra la puerta para volver con mi jefa, quien supongo debe estar un tanto enojada con él por haberla provocado y no hacer nada. Escucho el ruido que mi jefa hace al salir del camerino con su acompañante y yo me quedo en silencio cuando cierran la puerta. Me levanto de mi sitio, el camerino está en silencio y a oscuras, así que salgo de mi escondite. Antes de que otra cosa pase, respiro aliviada y enseguida camino hacia la puerta, pero... ¡Oh, sorpresa! Mi jefa nunca cierra la puerta, pero el día de hoy decidió hacerlo por primera vez. Por suerte yo también tengo mi propia llave, ya qué, cuando toca función, soy yo quien debe preparar el camerino para la llegada de la actriz principal. Ser su asistente no es una trae fácil, por lo general, el trabajo es mucho y poco valorado, pero al menos la p**o es buena o al menos eso creí antes de todo lo que pesa sobre mis hombros. Giro mi llave y enseguida abro la puerta, salgo del camerino y vuelvo a cerrarlo, sigo por el pasillo hasta llegar a la puerta, pero la vida sigue recordándome qué las malas decisiones te llevan a un callejón sin salida. Saco mi paraguas, son cerca de las siete de la noche, no es muy tarde, pero en Edimburgo la lluvia y el viento siempre causa qué la gente huya al interior de algún establecimiento o incluso su casa. En mi caso, voy rumbo a mi departamento vacío donde no me espera nadie. Al siguiente dia, voy corriendo lo más rápido que puedo, son las seis y media de la mañana, el sol recién está saliendo, el frío me golpea la cara y la brisa me recuerda que voy tarde al trabajo. Es muy temprano como para que la famosa actriz Ellie Graham llegue al teatro, pero no es precisamente ese lugar al cual me dirijo. Voy hacia su hotel, pero antes de llegar debo pasar por su ropa, a la tintorería, por su desayuno vegano, al mismo restaurante de siempre y por su café, a la única cafetería donde muelen el grano desde cero. Todo eso me toma por lo menos hora y media y por lo general siempre llego a su habitación cuando recién se ha despertado, pero hoy es diferente a los otros días. Hoy me quede dormida. Las últimas dos semanas he tratado de aparentar que nada nuevo sucede en mi vida, que mi novio no me dejo por otra que le abrió las piernas a la primera insinuación, que no me dejo con deudas y por supuesto sola. Aún recuerdo la opinión que me dio mi madre acerca de Douglas: "Se nota a simple vista que no es más que un vago que se quiere aprovechar de tu ingenuidad porque no somos más que simples campesinos" Ahora sus palabras me duelen en el alma porque ahora sé que tenía razón, él solo me utilizó para dos cosas durante un rato, para gozar de sexo gratuito y para trabajarle gratis mientras él perdía el tiempo bebiendo y pintando como si se tratara de un famoso artista que podía permitirse tal lujo. Mientras corro por la calle con todas las exigencias de mi jefa, se me escapa una lágrima, pero no es exactamente de dolor, sino más bien de coraje, por haber estado tan ciega para dejarme engañar por un hombre como él. ¿En qué momento fui a caer en sus mentiras? Me limpio el rostro cuando llego al hotel, los empleados de la recepción ya ni siquiera se toman la molestia de preguntarme quién soy y a qué habitación me dirijo porque me han visto salir y entrar con mi jefa varias veces y Ellie Graham no es precisamente una mujer paciente, así que tomo el ascensor hacia su quinto y último piso, desde donde se puede ver gran parte de la ciudad. Miro mi reloj impaciente y al ver la hora siento que el corazón se me sale del cuerpo, voy media hora tarde a pesar de que corrí por media ciudad. Sé que no debería preocuparme demasiado porque mi jefa en realidad nunca toma en cuenta nada de lo que hago, nunca me da las gracias ni tampoco me da el crédito cuando me esmero en hacer realidad sus deseos, pero a diferencia de eso, en realidad si ve todos mis defectos y mis errores, los recalca con tan crueldad y brusquedad que me hace sentir como si en realidad ella me estuviera haciendo un favor al tenerme de empleada. Cuando las puertas se abren frente a mí, me apresuro a sacar la llave de su habitación, la tengo para entrar y dejar su desayuno al lado de su cama y mientras ella come, yo preparado su ropa y maquillaje para ese día, pero en mi torpeza, tiro la llave y al intentar levantarla, el café se me cae encima de la ropa. Por supuesto doy un grito porque está tan caliente que mi piel arde al instante. Tomo la maldita llave y enseguida camino hacia la habitación, maldigo mi mala suerte en un murmullo y al entrar a la habitación, descubro que mi jefa ya se ha levantado y que está sentada a la mesa con un desayuno continental alrededor suyo, además de una taza de café en las manos. Puede que parezca que ella ha solucionado algo tan simple como lo es tomar el teléfono y llamar al servicio a la habitación, pero eso solo significa problemas para mí y lo noto enseguida cuando ella me dirige una mirada mordaz mientras me encamino a colgar la ropa que lleve a la tintorería. Por suerte, la bolsa que la cubre es precisamente para eso, para evitar problemas tan desagradables como evitar una enorme mancha de café que una estúpida asistente pudo haberle regado. Ya que mi jefa ya está desayunando, lo único que me queda es tirar el desayuno que traje para ella, suelto un suspiro y trato de seguir con la misma rutina de siempre a pesar de mi error de esta mañana. Por suerte, alguien llama a mi jefa y el regaño se pospone mientras ella continúa con su llamada, así que mientras ella está ocupada, saco dos conjuntos de ropa para el clima que hay afuera, lo mejor sería usar un par de jeans, botas largas y un abrigo, además de un par de guantes, quizás de cuero para mayor calor y comodidad. Al menos yo optaría por usar todo eso si al menos pudiera comprar el mismo tipo de ropa que usa ella. Pongo mi primera opción en la cama y enseguida noto que la habitación está más desordenada de lo común, hay una cubeta con hielos derretidos y una botella de champaña vacía, un ramo de flores aplastadas sobre el piso, además de una envoltura de un preservativo abierto, tirado cerca de la cama. El olor que abunda en la habitación es una mezcla entre alcohol y chocolate, una mezcla extraña, sobre todo porque mi jefa odia el chocolate. Intento hacer caso omiso de lo que veo, porque no es bueno fijarme más allá de lo que se supone es mi trabajo, sobre todo con una jefa como la mía, pero cuando me giro para seguir con mis actividades, me doy cuenta de que ella está detrás de mí, entrecerrando los ojos como si quisiera decirme algo, pero al mismo tiempo como si en realidad esperara que yo dijera algo. No digo nada y enseguida la esquivo para volver al guardarropa y sacar el siguiente conjunto, esta vez elijo un pantalón de vestir color beige, unos zapatos de tacón ancho blancos, una blusa de manga larga del mismo color, así como un abrigo de color marrón. Salgo a la habitación para dejar sobre la cama lo que llevo en las manos, pero en esta ocasión veo a mi jefa sentada sobre el tocador, peinándose con suavidad mientras me mira por el espejo. —¡Arg!—dice mientras frunce el ceño— que espanto de ropa. ¿Acaso no te he enseñado nada? Devuelve todo eso y saca otra cosa. Me quedo sobre mi sitio un tanto confundida, ya que ella misma, el día anterior, comento que quería llevarse uno de esos conjuntos debido a que el clima estaba cambiando, si bien estábamos en pleno verano, en Edimburgo, el clima siempre era húmedo y algo ventoso, pero había días en que ese clima podía empeorar. —Sí, señorita—expreso y me devuelvo al guardarropa. Si bien he aprendido muchas cosas sobre moda trabajando con ella entre prueba y error, en realidad mi jefa es bastante voluble y cambia de opinión fácilmente, sobre todo cuando está enfadada. Escojo rápidamente otros dos conjuntos de ropas, algo similares a lo que ya había elegido antes, solo cambiando el color de algunos accesorios, esperando que en esta ocasión lo que he elegido le complazca, pero apenas salgo cuando veo que ya se ha terminado de peinar, una actividad que por lo general yo realizo. —¿Qué diablos es eso?—protesta frunciendo aún más el ceño— eso no fue lo que te dije que quería ponerme el día de hoy. Deja eso y trae lo que te pedí. Respiro profundamente y trato de pensar que ha sido mi culpa por desvelarme, es solo que por alguna razón los síntomas del embarazo, son mucho más intensos de noche, las agruras son lo peor y aunque no sé cuantas semanas tengo, eso fue lo que me hizo pensar que podía estar embarazada, eso y la falta de mi periodo. Siento un nudo en la garganta cuando vuelvo al guardarropa para sacar la misma ropa de antes y la dejo sobre la cama, esta vez Ellie sonríe complacida, no creo que lo haga únicamente por la ropa, sino por hacerme perder el tiempo a su antojo. "No importa" me digo a mí misma interiormente y mientras me doy ánimo para no flaquear estas primeras horas de la mañana, recibo un mensaje del taxista que siempre espera por nosotras todas las mañanas para dirigirnos al teatro.
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