Mi jefa de pronto suelta una carcajada y vuelve a tomar otro trago.
—Por favor, no digas estupideces, jamás dejaría la actuación por algo tan estúpido como ser reemplazada por la nueva perra de Ronald— manifiesta con cierta alegría, aunque yo supongo que es fingida— tengo muchas ofertas de trabajo, pero ninguna en el país y claro, mucho más prometedoras que estar en este viejo teatro de pacotilla, así que voy a hacer algunas llamadas y tomaré el primer vuelo a Londres mañana por la mañana y si no puedes seguirme y pagar tu propia renta allá, lo mejor es que te vayas buscando otro trabajo ahora mismo.
—No puede estar hablando en serio ¿Verdad?— le cuestiono con cierta familiaridad porque no puedo quedarme desempleada, no después de enterarme de que estoy embarazada y tengo mucho que pagar y hacer antes de que mi bebe nazca.
—Nunca he hablado más en serio como hoy. Escocia ya me dio lo último que podía ofrecerme, así que lo mejor es que vaya armando mis maletas, porque no pienso quedarme ni un solo minuto más en este teatro.
La veo levantarse, tomar su bolso y tomar algunas de sus pertenencias, las más preciadas para ella para meterlas en su bolso y luego salir del camerino.
—¿Pero y qué va a pasar conmigo? No puede despedirme de esa forma.
—No te estoy despidiendo, te estoy diciendo que si no puedes seguirme y hacerte cargo de tu propia estadía en Londres, sería mejor que buscaras otra cosa que hacer, porque yo no tengo por qué mantenerte.
Sigo caminando en silencio tratando de pensar en una solución que no sea el desempleo, pero nada se me viene a la mente hasta qué...
—¿Y su amigo el que vino ayer?— menciono—dijo que le pagaría muy bien si interpretaba a su esposa falsa.
—¿Y tú como diablos sabes eso?— se detiene y entonces recuerdo que cuando el sujeto menciono ese asunto, se suponía que yo ya me había retirado.
—Y-yo...— me quedo en silencio mientras pienso algo que no sea la verdad—aún no me iba cuando pase por aquí y escuche que un hombre lo mencionaba.
— Ese estúpido, ya le he dicho que baje la voz cuando viene, pero que más da, eso ya no importa—menciona, pero no parece que me lo esté diciendo a mí, sino más bien se lo dice a sí misma—escucha, no pienso hacerme pasar como la esposa sumisa de Ewan solo por dinero y si a ti tanto te urge, entonces llámalo.
La veo rebuscar en su bolso y entonces de ella, saca una tarjeta de presentación arrugada que tiene el nombre de Ewan Macleod escrito, además de su número de teléfono.
Ella aprovecha que me encuentro distraída para irse, así que trata de seguirle el paso una vez más, pero ella no se detiene por nada, quizás por la vergüenza que le han hecho sufrir.
—¿Qué hay de mi paga de esta semana?—le cuestiono para tratar de detenerla, pero ella sigue caminando hasta salir del teatro.
—Te la voy a transferir en cuanto pueda, pero antes envíame todo lo que tengas y que sea mío, mi teléfono, el correo y mi contraseña, además de mi agenda, todo.
La veo levantar la mano cuando nos metemos bajo el clima lluvioso y ventoso de Escocia. Pocos segundos después, un taxi se detiene frente a la puerta, pero cuando pretendo seguirla para saber que más debo hacer, ella cierra la puerta.
—Te enviaré la dirección a la que debes enviar todo eso, en Londres.
—Espere, entonces... ¿Eso es todo? ¿Se marcha?— cuestiono atónita y es que la manera en como ha decidido irse me hace pensar que tal vez ya lo había pensado y quizás pensaba hacerlo, quizás una vez que la temporada de esta obra hubiese terminado.
—¿Tengo otra opción? ¿Además, a ti que más te da?
—E-es que, no tengo dinero, tengo cuentas por pagar y espero un bebe— le revelo y entonces ella abre los ojos de par en par y niega con la cabeza.
—Lo lamento, pero no puedo ayudarte.
Vuelvo a casa con la sensación de que el mundo vuelve a caerme encima. La vida no solo quiere darme un hijo luego de que su padre me traicionara, sino que incluso quiere quitarme el sustento.
Cierro la puerta detrás de mí y el eco me recuerda que el padre de mi hijo es un imbécil sin compasión qué no solo me traicionó, sino que también se llevó la mayor parte de los muebles qué los dos ayudamos a pagar, dejándome únicamente con la cama y la cocina integral, la cual supongo no se pudo llevar por falta de tiempo.
El muy cobarde no se atrevió a darme la cara, ni siquiera a llamar, mandarme un mensaje o por lo menos una nota, todo lo tuve que saber del administrador del edificio, quien parecía más consternado qué el mismo Douglas.
Voy hacia mi cama, mientras los pasos qué doy para llevar a mi habitación resuenan como si llevara zapatos altos, aunque por el tipo de trabajo que tenía no podía usarlos gracias a lo agitado qué era ser la asistente de Ellie Graham, aunque ahora, en estas circunstancias no debería ni pensar en ella.
Sé que ella no tenía exactamente la culpa de que a ella la despidieran de forma tan abrupta y por ende yo también terminaré en la calle, pero aún siento cierto resentimiento por haberme abandonado a mi suerte a pesar de que le dije que estaba embarazada. ¿Qué tan perra tienes que ser para ignorar una noticia como esa?
Me recuesto sobre la cama colocando mi brazo sobre mi rostro para ocultar mi vergüenza y mis lágrimas, aunque en el proceso, dejo caer mi bolso muy cerca de mí y este me cae de vuelta en la cara. Intento retirarla arrojándola lejos de mí, pero en ese momento, algo cae de mi bolso.
Se trata de la tarjeta de presentación de aquel sujeto qué intentaba convencer a mi jefa de ser su esposa falsa, ahora que lo pienso esa propuesta suena estúpida y seguro que yo soné de la misma forma al mencionarla.
Suelto un suspiro y trato de levantarme, las cosas no están del todo bien para mí, pero me queda más que intentar conseguir un empleo que no solo cubra la renta del departamento, sino también mi seguro médico y mis gastos básicos de supervivencia, es decir, comida y otros productos básicos.
Con pocas ganas de seguir adelante, esa noche busco empleo desde mi teléfono mientras como un emparedado de queso porque es lo único que tengo en la despensa, pero mientras paso de página en página me doy cuenta de que tal vez Ellie Graham, con lo desagradable qué era, al menos pagaba bien y ningún sueldo en línea qué veo se aproxima a lo que ganaba con ella.
Me rindo luego de buscar por más de dos horas, ahora veo que fui una estúpida enamorada por creer que Douglas haría fortuna luego de hacerse pasar por un artista.
Cierro mi computadora, la cual, por suerte, ese día me la lleve o de lo contrario también se la habría llevado. Me devuelvo a mi habitación con la intención de dormir un rato, ya qué no tengo empleo y no tengo nada que hacer, tal vez me venga bien un poco de descanso, pero antes de siquiera de tocar la almohada de mi cama, veo de nuevo esa tarjeta de presentación esperando por mí, como si fuera una opción o mejor dicho como si fuera mi única opción.
No sé hasta qué grado es que estoy desesperada, pero luego de ver la miseria de sueldos de trabajos a los que puedo aplicar, me doy cuenta de que intentar llamar a ese número no es tan mala idea, es decir. ¿Qué tiene de malo preguntar?
La idea ronda por mi cabeza durante toda la noche, me revuelvo en mi cama hasta que logro conciliar el sueño. Por la mañana, las agruras me despiertan, la sensación de que algo quema mi garganta es sofocante, así que me levanto por un vaso de agua.
Mientras camino a la cocina, observó el reloj pegado a la pared, faltan quince minutos para las ocho de la mañana y a decir verdad, es la primera vez en tres años que me quedo en cama más allá de la siete y aunque es bueno descansar de una rutina tan ajetreada como la que tenía, en realidad no esperaba que sucediera de esta forma.
Luego de tomar un vaso con agua, observó mi computadora en el suelo vacío de lo que anteriormente era mi sala de estar, la nostalgia de pronto me invade. Yo llegué a creer que ese sitio sería mi hogar porque ya había encontrado en Douglas al amor de mi vida, él lo era todo para mí, pero me equivoque.
Intento no pensar en eso porque los ojos se me llenan de lágrimas y entonces veo de nuevo la tarjeta de aquel hombre. Me parece extraño qué la tarjeta no diga a que se dedica, sino que simplemente tiene el nombre del sujeto escrito: “Ewan Macleod”
Tomo la tarjeta y medito el asunto una vez más. Yo no soy una actriz, pero sé muy bien como se comporta una, por supuesto haciendo a un lado los berrinches, creo que puedo hacerlo. Por supuesto, suelto una pequeña risa nerviosa porque la idea suena absurda y estúpida; sin embargo, no pierdo nada con intentarlo.