Yo sabía que mi mal presentimiento no podía ser solo cosa de la ansiedad. Vlad salió de la oficina del CEO a los diez minutos de haber entrado, hecho un mar de lágrimas, temblando y a punto de tener un ataque de pánico, como esos que me suelen dar a mí. —¿Qué rayos...? —me levanté de inmediato apenas lo vi salir de la oficina en ese estado. Yo había estado en la recepción todo ese tiempo, porque justo estaba esperando que llegara un mensajero con unos papeles importantes para un caso, y no escuché ningún grito por parte de Orejuela, aunque, a decir verdad, esa oficina parecía estar construida de tal forma en que se aislara el sonido. —¿Qué sucedió? —le pregunté a Vlad, mientras Alonso corría a por un vaso de agua para mi shockeado amigo. —N-nada —logró articular, mientras yo lo a