La semana que siguió a esa cena en la mansión de los Orejuela fue...rara. Tuve la fuerza de voluntad para poner una barrera entre Fernando y yo, y dedicarme solamente al trabajo, y hablarle a él solo por cuestiones laborales. Pero en las audiencias..., ese sí que era un ambiente tenso para los dos, y no porque de por sí los juicios fuesen estresantes para cualquier abogado, sino porque entramos en ese sensual jueguito de acariciar la pantorrilla del otro con el pie. Primero empecé yo por accidente, cuando mientras el fiscal estaba enumerando los hechos de un caso, yo me quité un tacón que me estaba asentando, y sin querer rocé la pierna de Fernando. Aparté mi pie de inmediato, pero él acercó su pie después de unos segundos, y sentí la tela de su media contra la sensible piel de mi to