Me sentí como la puta ama en aquella primera vez en los juzgados junto a Orejuela. O bueno..., más bien el puto amo es él. Desde que ingresamos al palacio por la entrada de los abogados, los guardias no se atrevieron ni siquiera a pasarle el detector de metales, y cuando nos adentramos en el piso en donde están los juzgados penales, todos le hacían paso como si fuera un rey, y las mujeres por supuesto que se le quedaban viendo como si fuera el único hombre que existía en la faz de la tierra. Y a mí, aunque al principio me gustó que la gente se me quedara viendo, la fobia social de la que siempre he sufrido me hizo sentir nervios. Me imaginé el escenario catastrófico en donde tropezaba en mis altos tacones y caía de bruces, y que todos se reían de mí. Supongo que es un trauma infant