—Me va a despedir —dije por millonésima vez, mordiéndome las uñas, con las piernas temblándome, y con el corazón palpitando a mil. En cualquier momento me podría dar un paro cardiaco. —Estás pálida —dijo Vlad, echándome aire con una hoja que había tomado de la impresora —. Cálmate, Daniela, te va a dar algo. El chisme de que por mi culpa se había vencido el término para presentar la apelación del caso de Nacho Martínez no tardó en llegar a todos los departamentos, y Vlad y Marcela no lo dudaron dos veces en venir a ver yo cómo estaba. Y claramente estoy teniendo un ataque de pánico. Marcela me ayudó con los ejercicios de respiración recomendados por los terapeutas para estos casos, y Vlad me embutió de a poco una gaseosa para ver si así mis niveles de azúcar se nivelaban, porque qued