—Ese Orejuela definitivamente es un hijo de puta —dijo Vlad, mientras se bebía un gran vaso de cerveza. Yo lo miré impresionada. Bebe cerveza como si fuera agua fresca, y cuando miré a Marcela, ella solo se encogió de hombros. —Es ruso —explicó ella, y bebió de su copa de margarita. Ya había pasado el primer tiempo del partido, y tal y como yo lo había previsto, iba ganando Brasil 2-0, y con lo pésimo que estaba jugando Colombia, era seguro que no podrían remontar. Y en esos 15 minutos de descanso, les conté a mis amigos el desafío que me puso Orejuela, y a ellos no les pudo parecer más absurdo, y no es porque desconfiaran de que yo era una buena abogada, sino que...ningún abogado en sus cabales, siendo un novato, tomaría un caso así, en donde la libertad de un reconocido cirujano