Alonso me abrió la puerta de la oficina y yo entré caminando con mucha dificultad, ya que los nervios me hacen temblar las piernas. La oficina es grande, como la de cualquier CEO de una importante compañía. Varias estanterías con muchos libros de Derecho, una sala con muebles elegantes para recibir a los clientes más importantes; una gran mesa de conferencias que es en donde supuse se reúne con los socios de la firma, y finalmente, su escritorio. Inicialmente solo pude ver las largas y fornidas piernas del jefe por debajo del escritorio, ya que su cabeza estaba escondida tras la computadora iMac, pero cuando Alonso carraspeó la garganta, Orejuela separó su vista del ordenador, hizo mover un poco su cómoda silla de escritorio rodante, y su letal mirada se encontró con la mía. Por l