Capítulo 5

782 Words
Cloc. Sin darle mucha más importancia, cerré aquella puerta y continué con mi actividad de prepararme un bol de fresas. Me apoyé en la encimera de la cocina y fue así como empecé a saborear mi delicioso tentempié. Dejé el tenedor y el pequeño cuenco en el fregadero. Dispuesta a volver a mi cuarto....volví a escuchar un ruido que provenía del comedor. - ¡Tinker! Ya basta – dije buscando la figura de aquel gato. Aunque estaba empezando a oscurecer, por alguna razón el comedor tenía menos luz de lo habitual a estas horas. Me acerqué al sofá y me agaché para mirar debajo. Los gatos son muy flexibles, existe la posibilidad de que pudiera estar ahí. Ni rastro. Me rendí. Di por hecho que se trataría de algún ruido causado por la antigüedad de los muebles de la casa, o incluso el sonido venía de las casas de los vecinos o de la calle. Volví a mi cuarto con la intención de tumbarme en la cama con el portátil y disfrutar de alguna serie. Pero, por más que buscaba y rebuscaba....nada llamaba mi atención. Probé hasta mirando diferentes géneros: el mismo resultado, nada llamaba mi atención. Puse el portátil sobre el escritorio y bajé la pantalla sin siquiera preocuparme de apagarlo correctamente. Miré mi pintura....podría intentar terminarla, pero eso supondría tener que sacar las pinturas, preparar los colores en la paleta, mancharme y manchar todo. Luego habría que limpiar y no tenía ganas. - ¡Yoongi! - Hola Songi – escuche la voz perezosa de mi amigo al otro lado del teléfono. - ¿Qué haces? ¿Quieres salir un rato al parque? – pregunté esperanzada. - Pff....no tengo muchas ganas – empezó a decir mi amigo el vago – Prefiero estar en mi cama. - ¡Yoongi! No seas así – intenté poner voz de llanto, pero más que pena....daba gracia – llama también a Hoseok. - Es que.... - Ni es que ni nada, vamos. Ya estoy saliendo de mi casa. Te compraré un granizado. Si....granizado en noviembre. Mi amigo era tan frío como este, por eso él lo comería en cualquier época del año. - ¡Solo un rato! – sentenció antes de colgar. Con rapidez me cambié la camiseta, la cual era del instituto, y salí de casa hacia el parque. Este estaba prácticamente al lado. Al llegar mis dos amigos no estaban, fue por eso por lo que me acerqué a la tienda de chucherías, snacks, helados, etc. – la reliquia de los niños del parque – y encargué los aperitivos. - Uno de esos, esta bolsa de patatas fritas y un granizado con sabor a fresa. Noté como me miro raro ante el pedido del granizado. - Si....tengo amigos muy raros. Esté sonrió mientras preparaba las cosas. Pagué y salí de la pequeña tienda. - ¡Songi! – la voz alegra de Hoseok me hizo levantar la cabeza y encontrarme con sus brillantes ojos. - ¡Hola Hoseok! Un momento – me acerqué con rapidez al banco donde estaban sentados. Dejé todo ahí y los dos nos abrazamos. - ¡Me alegro mucho de verte! Últimamente nos habíamos visto poco. No he podido asistir a clases por mis padres ya que he estado fuera. Por suerte siempre mantenemos el contacto. - Hola Songi – dijo Yoongi mientras me saludaba con la mano. - ¿Así vas a saludar a tu hermana de las travesuras? ¡Ven! – aunque dije ven, fui yo la que se acercó a él y le dio otro fuerte abrazo. Él lo correspondió. - Tengo comida – dije señalando lo que había en el banco. Yoongi cogió su granizado sin decir más y, mientras tanto, Hoseok y yo comíamos el resto de los aperitivos sin callarnos. Finalmente todos terminamos bebiendo granizado y comiendo basura con azúcar. - Vamos Hoseok, tengo sueño – se quejó Yoongi mientras veía lo mucho que tardábamos en despedirnos. - ¡Voy abuelo! – dijo este mientras me daba un último abrazo. - ¡Hasta pronto! Finalmente nos despedimos. Fue un momento muy tranquilo, divertido y agradable con mis dos "hermanos de travesuras". Me encaminé a mi casa y, al entrar, la sorpresa fue más que obvia. - ¿Pero qué.... – empecé a decir exclamando. Había papeles en el suelo y el perchero también estaba tirado con el gorro y gabardina que usaba mi abuelo. Cerré la puerta tras de mi y fui hasta el patio. Tal y como imaginaba, dejé la puerta abierta. Tinker no va a dejar nunca de causarme dolores de cabeza. Llamé al gato, pero este no aparecía. - Probablemente se habrá ido ya. Algunos cajones en la cocina también estaban abiertos y había migajas de comida por todo el suelo. No me había extrañado que el gato hubiera hecho eso de no ser por el paquete de galletas recién empezado que había en el suelo. Un gato no abre un paquete de galletas. Escuché una pisada hueca en el suelo de madera. Asustada me giré. La silueta que había a unos metros de mí, en la oscuridad del pasillo, era más alta que yo.
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