Capítulo 4

472 Words
Me desperté alterada. Apresurada, miré la hora en el móvil. 8:02. - ¡Mierda! ¡Mierda! ¡Mierda! Llegaba tarde a clase. Me puse lo primero que cogí del armario. Un pantalón n***o y una sudadera blanca. Típico outfit. Me puse las zapatillas negras también y, una vez que pasé mi mano por el pelo para intentar peinarlo, salí de la casa. Corrí por la calle. 8:07 – ¡Yoongi! ¡Estoy llegando!¡Dile al profesor que he perdido el bus o algo! Obviamente no tenía que ir a clase en bus, por suerte vivía bastante cerca. Pero eso el profesor no lo sabía y alguna excusa habría que inventar. Pero no obtuve respuesta. Aquello era bastante raro ya que Yoongi solía utilizar el móvil en la clase escondiéndolo debajo de la mesa. 8:09 - ¡HOSEOK! ¡Dile al profesor que estoy llegando! Nada....tampoco había respuesta. Decidí llamar al primero ya que, Hoseok, seguro que ni me lo coge. Él se porta mejor en clase y, para él, coger una llamada a escondidas es un delito. Pi. Pi. Pi. Tres toques y aún no me cogía el teléfono. Colgué y lo volví a intentar. Nada. Lo repetí una última vez antes de darme por vencida. - ¡Yoongi! ¿por qué no miras mis mensajes? ¡Dile al profesor que estoy llegando! - ¿Songi? ¿Qué quieres a las....8:12 de la mañana? – respondió con lentitud y con voz ronca. - ¿Dónde estás? – pregunté extrañada. - Mmmm – decía palabras somnoliento - ¿t...tu que crees? Déjame dormir. Mi horario de amigo no ha empezado aún – respondía cada vez con más pereza. - ¿Dormir? - Songi....¿Qué día te cr...crees que es hoy? – habló casi en un susurro. - ¡Viernes! - Eres una idiota. Con las mismas me colgó. Extrañada ante sus palabras, volví a mirar mi hora y fecha en el teléfono. 8:14....Sábado, 9 noviembre. Empecé a aflojar el paso hasta quedarme completamente quieta. ¡ERES UNA ESTÚPIDA....LA ESTÚPIDA REINA! – grité para mí misma. Aún así....sustos que dan gusto. Con las mismas me fui a mi casa. La próxima vez veré mejor la fecha. Entré a mi dormitorio y lancé la mochila al suelo para, seguidamente, tirarme sobre la cama. Volví a dormirme. Golpes. Pasos. Ruidos. Me levanté de golpe ante aquello. Aún era de día, para mi suerte. Bajé las escaleras un poco asustada, debía de admitirlo. - ¿Tinker? - pregunté a la vez que me dirigía al pequeño patio de la casa. Me asomé por el cristal de la puerta y nada, no había ni rastro de aquel gato anaranjado de la vecina. Me asomé al comedor, el baño, la entrada, e incluso comprobé si había echado con llave la puerta de la entrada. Todo estaba tal y como debería. Algo más tranquila, fui hasta la cocina para comer algo. Me acerqué hasta la nevera y cogí unas fresas para trocearlas y cubrirlas con caramelo. - ¿Yo había dejado este mueble abierto? – dije en voz alta sin preocuparme de lo loca que parecía. En realidad me gustaba hablar conmigo misma en voz alta cuando estaba sola. Pero la puerta abierta del mueble me tenía inquieta.
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