-1-

1009 Words
-No puedo creer que, en pleno siglo XXI, permitas que ese hombre te trate como mercancía, y todo para llenarse los bolsillos. Ese viejo de mierda siemp-- -Oye, cállate- miré a ambos lados con precaución pero nadie estaba cerca dentro de la casa. Ana no contaba con filtro para hablar y sabía que cuando se enterara iba a colapsar- Esta bien, An. Siempre supe que pasaría, cuando me adoptaron me lo hicieron saber, ya. No pasa nada. Mi voz estaba en calma pero mi corazón no, y sabía que eso no significaba nada bueno. FLASHBACK Éramos doce chicas en la fila para ser adoptadas. Una pareja adinerada vendría por una niña para llevársela, pero tenían sus reglas: de piel clara, discreta, bien portada, educada, obediente, entre los 9 y los 11 años. En lo último, yo no encajaba. Era la mayor del hogar de niños. 12 años. Número que me arrancaba de lleno las posibilidades de ser adoptada por alguna familia que quisiera darme su amor. Y eso era doloroso.  Sobretodo porque, por simple capricho de la bipolar señora James -directora del orfanato- estaba presente, aún cuando mi edad era el símbolo claro de que ahí no había nada para mí. Los señores Meyer llegaron. Eran el mismísimo Ying y Yang que había leído en un libro de la biblioteca pública a la que nos dejaban asistir una o dos veces por semana, si lo deseábamos. Ella, se presento como Asia Meyer. Era una rubia hermosa y angelical, con una paz pegajosa reflejada en sus celestes pupilas, vestía de blanco y sonreía amablemente. Él, no se presentó, así que seguía siendo el señor Meyer. Vestido de n***o y con un aura imponente que nos hacía sentir aún más pequeñas de los que ya éramos. Siempre miraba al frente y a su reloj, como si su tiempo fuese oro. Sus ojos eran muy oscuros, al igual que su cabello, y se me pareció a Drácula de inmediato. Todas estábamos en fila, desde la pequeña Lucy, hasta mi persona, la olvidada Clara. Asia nos miraba sonriente y determinó que se acercarían a nosotras para conocer nuestro nombre y nuestra edad. Yo estaba cabizbaja como era usual, cuando sin darme cuenta la señora James colocó su regordete cuerpo a mi lado y, disimuladamente, me habló. -Sé que esto es duro para ti, Clara, pero quiero darte una lección: A veces, el que dice "La esperanza es lo último que se pierde", se equivoca. A veces, cómo en tu caso, lo mejor es no tener esperanza. Así no te duele tanto el pecho cuando te decepcionas. Aprende eso, hija, y verás como todo dolerá menos. Sopesé sus palabras y, levantando la cabeza para mirarla a los ojos, asentí. -Sí, señora James. Gracias por la lección. -Ahora, si quieres, vete. En la cocina esta Margaret, dile que te sirva una taza de arroz con leche y te quedas allá a comer- sugirió, o más bien, ordenó. Yo asentí y di media vuelta para irme en dirección a la cocina con la cabeza aún baja, quería llorar pero no podía hacerlo ahí, para que luego se burlaran de mi. Cuando una mano pesada se posó en mi hombro, me detuve de inmediato y volteé a ver. Era un saco n***o el que me sostenía. Más arriba, esa cara seria me miraba fijamente, todavía me retenía y ninguno hablaba. Cuando Asia y la señora James se dieron cuenta de que mi camino fuera de la fila ordenada se detenía por el señor Meyer, ambas se dirigieron hasta nosotros. La directora, con cara de susto y enojo, y la angelical mujer con una sonrisa llena de curiosidad. Abrazó el hombro de su marido y este aflojó el mío de inmediato. Escuché como le murmuraba un "Ella" mirándola a los ojos y cómo los orbes celestes se estrecharon cuando sonrió despampanante.  -¿Cómo te llamas, preciosa?- Ella me preguntó y yo seguía congelada del miedo. Miré a la maestra y ella asintió para que siguiera, sin dejar de mirarme seria. -Mi nombre es Clara, señora.- me sorprendí de que mi voz no me abandonó, aunque mi corazón parecía querer hacerlo. -Clara... ¡que bello nombre!- exclamó, agachándose ante mí- ¿Por qué te ibas, Clara?¿Tienes algo que hacer? - me preguntó con curiosidad, estirando una mano para acariciar un mechón de mi largo cabello que se escapaba por mis hombros. Yo suspiré. -No señora, pero me iba a la cocina, no pertenezco acá y les pido disculpa a ambos por perder el tiempo conmigo mientras pudieran estar hablando con otra de mis compañeras.- Los miré a los dos y ambos parecían estar atónitos. Ella lo miraba a él y viceversa, mientras la señora James parecía un tomate. -¿Por qué dices eso, niña?- Su voz era ruda, pero por debajo ocultaba curiosidad, el se agachó junto a su esposa y los dos quedaron a mi altura. -Soy la mayor, tengo doce años y entre los pedidos que ustedes hicieron no encajo. Disculpen.- No quería llorar ahí, justamente. Pero las lágrimas se salieron de mis ojos y traté de alejarlas con ferocidad de mis mejillas para que no las vieran. Me sorprendí cuando Asia me tomó en sus brazos y me dio un abrazo lleno de una calidad que nunca antes había sentido, sentí que sollozó pero me dije que debía de ser mi imaginación, confundiendo mi llanto con el suyo.  -Querida Clara- habló en mi oído mientras acariciaba mi cabello- No te disculpes por ser quién eres, nunca jamás ante nadie. Eres perfecta, cariño y ¿sabes qué? Tú te irás con nosotros.- me congelé, la miré a los ojos para saber si era una especie de broma pero parecía no serlo, incluso me atreví a mirarlo a él y una mueca con forma de sonrisa se dibujó por unos segundos en su rostro. Parecía ser cierto. FIN DE FLASHBACK -Ellos me lo han dado todo. -Eso no significa que pueden venderte. Mi amiga era muy terca y eso frustraba a cualquier ser humano.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD