-2-

1178 Words
FLASHBACK Tenía 15 años, cuando Tony Meyer -mi padre adoptivo- me pidiera que fuera a su oficina, dentro de la casa donde vivíamos en Los Ángeles. Yo acababa de llegar de mi primer día de clases en la escuela, usaba un vestido lleno de girasoles en color amarillo y n***o y unas zapatillas negras con mi largo cabello rizado y oscuro suelto, Asia me sonrió cuando llegue a la cocina y preguntó por mi día -el cual fue genial, ya que conocí a una loca chica, se llamaba Ana- y me avisó que mi padre deseaba mi presencia.  -Está con unos señores de negocios, por lo que deben de estar hablando de cosas muy aburridas para ti. Así que, si vez que divagan mucho, sal de ahí, luego de que Tony te diga lo que sea que quiere decirte. -Sí, mamá- le di un beso en la mejilla y ella me acarició el cabello, seguía teniendo baja estatura para mi edad pero mi cuerpo ya no era tan relleno y estaba tomando ciertas curvas que ayudaban a que los chicos no me pasaran por alto, lástima que mi timidez apareciera la mayoría del tiempo. Amaba decirle mamá a Asia, se merecía esa palabra en todo su esplendor, no me equivoqué cuando la vi por primera vez y la comparé con un ángel. Tony, o Anthony, era también un poco distinto al Drácula que visualicé, pero no era menos serio que antes. Se preocupaba por mí, en su rostro se veía, pero casi siempre se mantenía apartado de mí. Su manera de ser con su esposa era una moneda totalmente distinta, las únicas veces que lo vi sonreír con sinceridad -y qué hermosa sonrisa- era cuando hablaba con ella y la manera en que la miraba se asemejaba mucho con la que las películas mostraban en sus personajes enamorados. Salí de la amplia cocina blanca y atravesé el recibidor de la enorme mansión, cuando me detuve frente a la puerta de madera di dos golpes y esperé el "Pasé" de mi padre, cuando entre, cuatro pares de ojos se detuvieron a examinarme, uno de ellos, los más oscuros de todos, eran los únicos que me brindaban confianza y tuve que apretar el marco de la puerta con mis dos manos para no salir corriendo de ahí. -Permiso, buenas tardes. Padre, ¿me mandó a venir?- hablé con total educación, Tony me miró detrás de su enorme escritorio y me hizo una seña con la mano para que avanzara. De un lado de la oficina había un señor de edad avanzada, con barba canosa, que no dejaba de mirarme con unos fríos ojos color gris plomo, estaba sentado y sostenía un elegante bastón con sus dos manos. Del otro lado, sentados por igual, dos hombres que al parecer tenían la edad de mi padre, por los rasgos faciales fácilmente podían ser hermanos o primos, y todos usaban trajes elegantes.  -¿Qué tal tu primer día, Clara?- su voz era seria como siempre pero preocupada a la vez, recuerdo la primera escuela en la que me inscribieron: no dejó de interrogarme si alguien se portaba mal conmigo o me hacía malos gestos, nunca fue así pero me gustaba tener a alguien que se preocupara por mi cómo se suponía que debía ser un padre, a pesar de ser tan intimidante. Caminé valientemente y podía sentir los ojos restantes examinarme de pies a cabeza mientras mi padre me miraba a los ojos con toda la naturalidad del mundo. -Bien, papá. El programa es fuerte, pero me gusta. Los profesores son estrictos pero buenos y los alumnos son muy amables.- contesté, sin dejar de ver con el rabo del ojo a los hombres que empezaban a crisparme los vellos de la piel. Mi padre notó la incomodidad que me causaban cuando, luego de un profundo suspiró les habló a ellos, podía ver las venas de su cuello brotar y sabía que se contenía para no gritar delante de mi, ya que una vez lo hizo con un chófer y prácticamente me causo un ataque de ansiedad. -Fuera de la oficina ahora mismo.- nadie refutó, ni el hombre canoso, todos salieron en silencio y pude volver a respirar con tranquilidad. Él se revolvió el cabello, saliendo un poco del papel al que estaba acostumbrada verlo, y se paró de su silla. Caminó hasta ubicarse donde antes estaba el anciano y me invito a sentarme en uno de los lugares donde antes estaban los otros hombres. Me senté y acomodé mi falda, poniendo las manos sobre mi regazo y esperando pacientemente a que el hablara. -Clara...- empezó- sé que mi forma de ser es un poco... presuntuosa. Sabes que me gusta el respeto y la obediencia, aún así siempre me he preocupado por ti. Desde ese día donde ibas a correr llorando a la cocina- lo recordaba perfectamente, él me miraba a los ojos y podía verlo ser un poco más humano- Quiero preguntarte dos cosas. -Sí, papá- asentí esperando la pregunta. Suspiró un poco pero se recuperó de inmediato. -¿Crees que soy un buen padre?-  Eso me sorprendió y tarde un poco en responder. -Sí, sí, papá. Lo eres- dije con seguridad- no eres muy conversador, tampoco besas mi frente como mamá, pero siempre te preocupas por mi- hizo un asomo de sonrisa- Me gusta ver como amas a Asia, pienso que un día, cuando sea mayor, querré un amor como el de ustedes- ahí la sonrisa se borró- No eres risueño, pero sí me apoyas en mi educación y en las cosas que me gustan y eso vale mucho para mí. Te agradezco por salvarme de aquel lugar donde de seguro aún seguiría y te prometo que algún día pagaré todo lo que haz hecho por mi- dije con firmeza, porque sabía que así sería. Sin decir nada, se sentó en la silla vacía junto a mi. -Gracias por tus palabras, Clara- había aprendido a diferenciar lo tosco de su tono, cuando decía la verdad era muy distinto a cuando se forzaba a decir una mentira y esas gracias que me daban, eran reales de su parte- La otra pregunta sería... ¿Confías en mí? De eso no dudé, ¿cómo no confiar en el ángel con aspecto de demonio que me vio cuando nadie me veía? -Sí, papá, confío en ti. Lo haré siempre. Y bajó la cabeza, derrotado. -Cuando cumplas la mayoría de edad, Clara, te desposará uno de los hombres que estaba en esta sala- mi corazón de detuvo, él no me miraba a la cara- La petrolera Maloa planificó la ejecución del edificio para que estuviese listo un mes antes de tu cumpleaños de ese año. De tu matrimonio depende, hija, que los cinco buques traídos de Emiratos Árabes lleguen hasta acá, buques que son primordiales para la distribución a nivel global de nuestro combustible. El contrato supera las diez cifras y supongo que sabes que eres mi única heredera, por lo tanto, es tú patrimonio. -Pero, papá...- mi voz se cortó, no sabía qué decir.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD