. . . . . . . . . . . . . . . . . Las semanas continuaron pasando y Eduardo con Daniel en cada mañana iban a la cabaña de Gabriel para hacer la limpieza. Los primeros días eran como la clase de los niños que inician al jardín, todo un caos, pero al pasar del tiempo lo único que tenían que recoger eran unos cantos papeles que encontraban regados. - ¿Quieres ir al bosque? Habrá una fogata esta noche y muy probablemente todos encuentren pareja. – dijo Daniel. - Iré a la fogata, pero sin pareja. Yo no lo necesito. – Eduardo terminó por tomar las fundas de basura y animarse a caminar. Era su turno de ir a botarlas a los tachos. - De acuerdo, te veré allá entonces. Eduardo dejó la basura en su lugar y antes de marcharse escucho risitas y murmullos. Curioso decidió ir a inspeccionar. Era