Eduardo la miró curioso a los ojos. Que estupido había sido, por supuesto que era ella. De ojos verdes, las mejillas se enrojecían cuando tenía vergüenza y siempre arrugaba el entrecejo al estar en desacuerdo. Era la misma niña con espíritu rebelde del campamento. Dejó ver una sonrisa y decidió besarla. Por esos sus labios eran tan dulces. - ¿Quieres intentar este matrimonio? – preguntó con la voz más melodiosa que sólo él podía tener. Olivia abrió los labios de repente. “¿Podía intentarlo con Eduardo?” Él la ha esperado y no se ha olvidado ella por todo esos años, ella lo creyó muerto por un momento que saber que está vivo a enloquecido de felicidad a su corazón. - Si, Eduardo. – respondio y dejó una sonrisa de su parte. – demuéstrame que eres el hombre correcto en este meses que