Capítulo 2: El secuestro, parte I

1802 Words
Capítulo 2: El secuestro, parte I No tiene cabello, va vestido con un traje n***o y equipado, un cuello blanco contrastando con el incoloro conjunto. Líneas de tinta sobresalen del traje, tatuajes en su piel rodean su garganta. Sin embargo, lo más llamativo son sus ojos de diferente color y una cicatriz que cruza su ojo que entre más cuenta me doy, descubro que es metálico. Su rostro se gira de Julian y hacia mí. Al principio sus dos ojos se amplían, pero luego se estrechan, como si estuviera sorprendido. Me estremezco, tratando de mantener el arma firme, pero fallo en mi intento de no perder la cabeza. La mirada en sus ojos me recuerda las historias que mi niñera solía leerme, historias sobre el diablo. Sus pasos son rápidos y grandes cuando viene hacia mí, indiferente acerca de la pistola en mi mano. —¡No te acerques! Voy a disparar —le advierto, pero su mano ya está asegurada firmemente alrededor de mi muñeca. La empuja a un lado, obligándome a soltar el arma. Grito cuando su mano se mueve de mi muñeca a mi cuello, ahogándome. Envuelvo mis dedos alrededor de él, tratando desesperadamente de abrirme camino, pero es inútil. Es dos veces más fuerte que yo y su voluntad parece inflexible. Terror me llena mientras el arma en su mano se eleva al nivel de mis ojos. Me mira fijamente a los ojos. Pero entonces espera. Segundos pasan. —Por favor, no hagas esto —le digo, mis labios temblorosos. No responde; su agarre en mi garganta se aprieta. Trato de tragar, pero gorgoteo en su lugar. Mis dedos todavía están tratando de hacer palanca para que me suelte, pero no me deja ir. Tengo miedo y sin embargo no puedo dejar de luchar. Tengo que escapar. No sé por qué. Nunca me importó mi vida excepto ahora. Mis instintos están en plena marcha. Sus ojos se estrechan y sus labios se vuelven líneas finas mientras empuja la pistola contra mi frente. Lo miro, lágrimas en mis ojos. —Por favor… no me quiero morir —me las arreglo para susurrar. Sus orificios nasales se abren y suelta un largo suspiro interminable que proviene de su nariz. Nunca desvía su atención, pero algo me dice que esto no es normal. No es así como debe terminar con mi vida. Ya estaría acabada si lo fuera. Frunce los labios, dedos desenredándose poco a poco de mi garganta. Toso cuando quita la presión y soy capaz de respirar de nuevo. Mis pulmones se expanden rápidamente a medida que me lleno con oxígeno, aguantando un reflejo de náuseas. Su arma todavía está firmemente apretada contra mi cabeza. —No me mates —le digo con calma. Lo miro, tratando de hacerle ver mi inocencia, aunque sé que apenas existe. Algo está mal, porque me habría matado para ahora y no lo ha hecho. Tengo que hacer uso de eso. Mi mano, aunque temblorosa, llega a la pistola. Antes de que mis dedos puedan tocarla, abre la boca. —Siéntate. —Su voz es oscura y llena de palabras no dichas. Muevo mis pies lo suficiente para estar con las piernas contra la cama, pero no lo suficiente como para hacerle pensar que estoy tratando de escapar. No quiero que me dispare por ninguna razón. Así que hago lo que dice y me siento suavemente sobre la cama, con cuidado de no agitarlo. Mi corazón se acelera, prácticamente latiendo fuera de mi pecho por lo que puedo decir, pero no voy a demostrárselo. Tengo que estar tranquila y ver lo que hace. Necesito ver todos los pequeños detalles, recordar todo lo que pasa, y encontrar una manera de escapar. Este hombre no es normal; es un asesino. Todo lo que hace es mantener el arma apuntando a mi rostro. Aunque está un poco más lejos de mí de lo que estaba antes, todavía no me hace sentir que pueda manejar esto. Es diferente a todo lo que he tenido que enfrentar, y eso que he tratado con algo de mierda jodida. —¿Qué es lo…? —Cállate. —Su orden es corta y rápida, como si estuviera enojado conmigo. Tomo en una bocanada de aire y miro la alfombra, sintiéndome tan completamente fuera de control. Mi arma está justo al lado de sus pies. Si tan solo pudiera agarrarla, podría abrirme camino. Si tan solo pudiera llegar a la pistola sin arriesgarme a que explote mis sesos. En completo silencio me siento en la cama, esperando a que mi agresor me diga lo que quiere. Resoplo y me trago las lágrimas que asoman a mis ojos. Soy patética. Por mucho que no quiera admitirlo porque me hace ver débil, y no me gusta ser débil… no quiero morir. Quiero vivir. El hombre toma otra respiración profunda. Su mano se mueve hacia arriba y soy consciente al instante de su movimiento. Se frota la cabeza descubierta, evitando las cicatrices por completo, lo que me sorprende, porque su cabeza está llena de ellas. Han pasado solo unos minutos, pero se siente como toda una vida. Se agacha, manteniendo el arma apuntada a mi cara. Toma el arma del suelo y vuelve a levantarse. La lleva a su boca y la descarga con los dientes. Luego la lanza a un par de metros de distancia. De repente, su propia arma se aleja de mi cabeza un instante. Es rápido como rayo. Un disparo suena. La pistola en el suelo se rompe en mil pedazos, trozos arrojados a través de la habitación por la explosión. Justo cuando está distraído, me lanzo hacia adelante y trato de agarrar su pistola. Un codazo rápido y estoy de vuelta en la cama. —¡Te dije que te sentaras! —gruñe—. O pondré una bala en ti también. La pistola está inmediatamente en mi cara. Chillo, cubriéndome con mis brazos, protegiéndome, aunque sé que no va a ayudar. Estoy aterrorizada. —Por favor, déjame ir. No hice nada. —Toma unos segundos para que siquiera me deje saber que todavía está en esta sala, porque mis ojos están cerrados. No quiero mirar a la muerte a la cara. Resopla. —Eso es ridículo. Bajo mis manos y lo miro. —Por favor, haré lo que sea. Deja que me vaya. —Dudo que haya algo que puedas hacer para salvarte. Ya estás perdida. No sé qué quiere decir con eso, pero sé que siempre hay una salida. —¿Qué quieres? ¿Quieres dinero? ¿Me quieres a mí? —No necesito tu dinero. —Entonces, ¿qué quieres? Te puedo dar lo que sea si me dejas ir. Me puedes tener si eso es lo que estás buscando. —Abro los brazos y los coloco a mi lado en la cama, haciendo alarde de mis pechos. —¿Crees que es lo que busco? —Se ríe. Suena maníaco—. Eres patética. Sus palabras duelen, pero no voy a dejar que me lleguen. No me importa acabar de ofrecerme voluntariamente; quiero vivir. Haré cualquier cosa por ello. Sus dedos se aprietan alrededor del metal, como si estuviera forzándose a apretar el gatillo. Pero no lo hace. ¿Por qué? ¿Qué lo detiene? —Si no me vas a matar, por favor… solo déjame ir. Una risa retumbante viene de lo profundo de su pecho. —¿Quién dijo que no te voy a matar? —Porque si ese fuera el caso lo habrías hecho. Me mira de reojo. —O tal vez estoy saboreando el momento. Trago. —¿Por qué lo mataste entonces? —pregunto. —Negocios. —¿Qué tipo de negocio? ¿Quién mata a la gente de esa manera? —Mi negocio. Ahora deja de hablar. —No. Levanta una ceja. —¿Crees que esto es un juego? —No. —¿Quieres morir? —No. —Entonces deja de hacer preguntas. —No solo voy a sentarme aquí contigo apuntándome con un arma a la cabeza. Si crees que soy el tipo de chica que se sienta quieta y en silencio mientras espero que me mates, estás equivocado. Resopla y sacude la cabeza. —Oh, sé qué clase de chica eres. Eres una puta que hace cualquier cosa por dinero. Aunque no lo conozco, sus palabras todavía me llegan. Tiene razón, pero nadie tiene derecho a llamarme así. —Yo no soy una puta. —¿No? —Da un paso más cerca. El sudor rueda por mi espalda cuando se detiene frente a mí y se inclina. —Acabas de rogarme que te suelte. Tú misma te ofreciste a un extraño, a un asesino, como salida. —Una sonrisa diabólica aparece en su rostro—. Por mucho que me gustaría aceptar esa oferta, tengo otras cosas en mi mente ahora mismo. —¿Te refieres a decidir si vas o no a matarme? —Exactamente. —La sonrisa en su rostro es mórbidamente encantadora. Su mano se eleva y yo instintivamente retrocedo. Sus dedos se enroscan alrededor de mi barbilla mientras me obliga a mirarlo. El olor a cuero aumenta mi ritmo cardíaco, y siento como si mi piel estuviera en llamas donde me toca. Sus dedos se mueven suavemente a mi mejilla, casi como si me estuviera acariciando. Su ojo mira fijamente a los míos, como si estuviera viendo algo que no está ahí. Muevo la cabeza hacia el otro lado. —No me toques. Una sonrisa aparece en su rostro. —Eso es divertido. Debo ser la única persona a la que le has dicho eso. Quiero morder sus dedos después de que dice eso, pero sé que me va a meter en problemas, así que me callo y rechino los dientes en su lugar. Aclarándose la garganta, da un paso atrás de nuevo, todavía apuntando la pistola a mi cara. Mira su reloj y se frota la sien. Es casi como si estuviera esperando algo. Su lengua sale rápidamente para mojar sus labios, y de alguna manera me llama la atención. Si quiero escapar, será mejor que lo haga antes de que el tiempo que está esperando se agote. Poco a poco me levanto de la cama de la manera más sensual que puedo, poniendo el foco en el hecho de que solo llevo bragas y un sensual top rojo del club. Él está completamente rígido, pero sigue cada movimiento mío mientras entro en su sombra. Trato de seducirlo con mis ojos, lamiendo mis labios, mientras toco su brazo y froto mis pechos contra él. Su rostro está inmóvil, sin mostrar el más mínimo interés. Hasta que parpadea una vez. Ahí está mi oportunidad. No necesito seducirlo para escapar. Todo lo que necesitaba era una pequeña distracción. Inmediatamente corro, alcanzando la puerta.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD