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Secuestrada por SATAN

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"—¡Suéltame! —grito, pateando por debajo de él. Presiona su brazo contra mi garganta, ahogándome.

—Cierra la boca, put*.

Con náuseas, vuelvo la cabeza y lo muerdo tan duro como puedo. Una mano rasga mi ropa interior..."

Minutos después de que Selena es atacada, un misterioso hombre aparece pero ella no sabe si es para salvarla o mat*rla, ella solo sabe que debe obedecerlo, complacerlo, porque de lo contrario, su vida podría acabar, y ella hará todo lo posible por sobrevivir al ser secuestrada por Satán.

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Capítulo 1: El abusador
Capítulo 1: El abusador Mi cuerpo se mueve junto con la música mientras lamo mis labios como la puta que pretendo ser. El hombre detrás de mí está mirando mi culo y le doy otra razón para seguir haciendo precisamente eso. Inclinándome, le guiño un ojo mientras le doy un verdadero espectáculo. Su mandíbula caída dice que le gusta lo que ve. Como a la mayoría de los hombres. Sé exactamente cómo dárselos, cómo empujar sus botones y cómo hacer que gasten más dinero en mí. Por supuesto, de eso es de lo que trata todo esto. Me pueden llamar lo que quieran: p,uta, zo,rra, estríper, rubia tonta, pe,rra. Me importa una mierda. Sus opiniones no dicen ni mierda acerca de mí y estoy ganando todo el dinero que necesito para mantenerme. Creo que lo estoy haciendo bien para una joven de veintitrés años. Gano más dinero que cualquier otra chica de mi edad. Además, me encanta la atención. Muevo mis caderas hacia atrás y hacia adelante, mostrando al público mis mejores movimientos. Estoy drogada, lo cual solo suma a la sensación disfrutar del viaje, no hay ni una preocupación en el mundo y puedo solo seguir haciendo lo que estoy haciendo. Me muerdo el labio y empujo mis pechos hacia adelante. Abrazando el caño, lamo y arrastro mi lengua arriba y abajo. Sé que están imaginando que es su polla, puedo verlo en sus ojos. Todo. El. Tiempo. Hay un bulto en sus pantalones y está volviéndose más y más grande. Si sigo haciendo esto podría incluso ser capaz de llevarlo de vuelta a mi habitación de hotel. Dos pájaros de un tiro. Gruñendo, se empuja fuera de su silla y se lanza hacia delante al escenario, envolviendo sus manos alrededor de mi cintura. Un grito escapa de mi boca, pero es más de sorpresa que de miedo. El director sale de la parte posterior con el ceño fruncido, apuntando con su dedo al tipo que me agarra. —Quítale las manos de encima. —Está bien, Jefe me lo llevaré. —digo. Me mira de reojo. —¿Estás segura de eso, Zel? No ha sido nada más que problemas. —Puedo manejarlo. El tipo me pone en el suelo y me giro en sus brazos. —Te deseo. —Bueno, puedes tenerme, nene, siempre y cuando sigas pagando. —Oh, voy a pagar bien —gime. Mordiéndose los labios, sus manos me aprieta mi culo. Le aparto la mano. —Ahora, lleguemos a la habitación primero. —Te he esperado varios minutos. —Puedes esperar otros cinco minutos —le digo, y me doy la vuelta—. Jefe, volveré en treinta, ¿de acuerdo? —Que sea un rapido. Levanto mi pulgar y agarro la mano de mi cliente. —Vamos. Camino a la salida y me pongo uno de los abrigos largos que cuelgan en el perchero para ocasiones como estas, en las que nosotras, las chicas, tenemos que salir a la calle todavía en nuestros trajes. —Así que, ¿cuál es tu nombre? —pregunto. —Julian. Entorno los ojos y le doy mi sonrisa descarada. —Julian, me gusta. —Puedes hacerlo conmigo todo el día si quieres —dice en voz baja. —Apuesto a que te gustaría. Hmm… pero ya sabes lo que ofrezco. Me guiña un ojo. —Sí, lo sé, señorita. —Una chupada o una sacudida, eso es todo lo que recibirás, ¿de acuerdo? —Bien por mí. Sonríe y me permite sacarlo del club. Mi habitación de motel está a solo unas pocas cuadras de distancia, lo cual no es una coincidencia en absoluto. Sabía cuando empecé a trabajar para Jefe que sería más complicado que simplemente bailar desnuda. Simplemente porque es ilegal, no significa que no suceda. Y no es como si me entregara a cualquier tipo al azar o algo así; solo se las chupo, nada más. Es una forma barata de ganar algo de dinero extra. Si tengo suerte, él se viene a la primera. Y yo sé cómo chuparlos hasta dejarlos secos, tanto como su dinero como de su fluido. Detengo un taxi en la calle y subimos. Julian intenta acariciarme en el coche, pero yo empujo lejos su mano cada vez que lo intenta. El hecho de que me podía tocar en el club no significa que puede hacerlo en cualquier lugar que quiera. Quiero ver un poco de dinero en primer lugar. Cuando finalmente llegamos voy a mi habitación y me aseguro de que nadie nos vea antes de cerrar la puerta. El propietario sabe que hacemos esto, pero hace la vista gorda a todo. Ignora los ruidos extraños. Mientras paguemos por la habitación y la limpiemos antes de irnos, todo está bien. Supongo que es una especie de acuerdo beneficioso que ha de haber hecho con el club donde trabajo. Sea lo que sea, estoy bien y definitivamente no pasaré de una oferta de ganar algo de dinero extra. Es la única forma de alimentar mi adicción y dejar todas las riendas sueltas. Cierro la puerta desde el interior y meto la llave entre mis pechos. Julian está respirando en mi cuello, sus manos en mi cintura, moviéndose lentamente hacia mi culo. Frunzo el ceño y me doy vuelta, tirando de mi ropa. —No toques. —¿Qué? —dice, levantando una de sus cejas. —Primero paga. Cincuenta por solo una sacudida, cien por una mamada. Se ríe y me empuja más cerca, sus manos ásperas y fuertes, sujetando alrededor de mi espalda. Inquebrantable. Aterrador. —No, cariño, quiero follarte —dice, sonriendo. Sus manos se derivan a mi culo y aprietan un poco. Se inclina y trata de darme un beso, pero lo empujo hacia atrás. —No, solo hago mamadas y pajas, eso es todo. Te lo dije y estuviste de acuerdo. Ahora paga o vete. Gruñe, su sonrisa me asusta demasiado. Esto no es bueno. Totalmente no es bueno. Normalmente soy muy capaz de leer a los clientes, así que no entiendo por qué metí tanto la pata con este. Hay algo en él que me hizo pensar que podía hacer esto y confiar en él, pero ahora… no… esto está mal. —Vamos, muñeca. —Empuja su polla contra mis muslos, apretándome cerca, pero lo empujo. La expresión de su cara cambia de calentura extrema a ira. —Ve. Te. —Entorno los ojos y saco la llave de nuevo. Mientras trato de abrir la puerta viene como una tormenta hacia mí. —Jódete. Pagué antes, ¡ahora dame lo que quiero! —Agarra mi brazo y me tironea lejos de la puerta. La llave cae al suelo. Y grito mientras me agarra los brazos y me gira hacia la cama. Pateando hacia atrás, peleo por salir, pero es demasiado fuerte para mí. Echo la cabeza hacia atrás, dando un cabezazo contra su frente. Gruñe y da un paso atrás, lo que me da espacio para escapar. Lanzo mi peso sobre él, empujándolo a un lado para poder correr hacia la puerta. Mierda. Mierda. ¡Mierda! Tengo que salir de aquí. Tomo la llave del piso y voy rápido. —Vamos, vamos, ¡vamos pedazo de mierda! —¡Eres una puta! —grita, y le oigo pisotear hacia mí. Oh, mierda. Tiene las manos alrededor de mi cintura, tirándome hacia la cama mientras rasguño y clavo las uñas tan fuerte como puedo. Su sangre está en mis uñas, pero sigue adelante. Nos gira a ambos, torciendo mi tobillo mientras me lanza sobre la cama. Se arroja sobre mí, sujetándome ambos brazos contra la cama mientras se baja sus pantalones. —¡Suéltame! —grito, pateando por debajo de él. Presiona su brazo contra mi garganta, ahogándome. —Cierra la boca, puta. Con náuseas, vuelvo la cabeza y lo muerdo tan duro como puedo. Eso solo lo hace más decidido a tomarme en contra de mi voluntad. Una mano rasga mi ropa interior. Extiende mis piernas con su cuerpo pesado y siento su polla contra mis muslos. No, no, no, esto no está sucediendo. ¡No lo permitiré! Reúno todas mis fuerzas y golpeo sus pelotas con mi rodilla. Toma una respiración fuerte y se tambalea, dándome tiempo suficiente para empujar su brazo fuera de mi garganta para poder respirar. Lo pateo de nuevo, y cae hacia un lado, agarrando sus bolas con las dos manos mientras da vueltas en mi cama. —¡Maldito bastardo! —Le doy un puñetazo en el vientre. El sonido que sale de su boca es solo un pequeño consuelo para lo que trató de hacerme. Me vuelvo rápidamente y de un tirón abro el cajón de la mesita de noche, pescando la pistola que guardo para momentos como estos. Un clic y está cargada, lista para disparar. —¡Lárgate de aquí! —le digo, tropezando con la cama, señalando la puerta. Con un rápido movimiento subo mi ropa interior de nuevo, porque no quiero a ese maldito bastardo mirándome. Le apunto con la pistola, pero mis manos están temblando. Soy débil. Lo odio. Terminemos con esto. Ese pedazo de mierda merece morir. En el momento en que ve la pistola sus ojos se amplían y sus movimientos se detienen. —¡Fuera! —grito, agitando la pistola entre él y la puerta. Él se apresura a levantarse de la cama y tira de sus pantalones, haciéndome dolorosamente conscientes del hecho de que me ha tocado. De que arrancó mi ropa, y de que estuvo a punto de meter su basura en mí. Joder, esto es una mierda. —No lo diré otra vez. ¡Sal o te mataré ahora mismo! —le grito. —Está bien, está bien, me voy —dice, caminando alrededor de la cama. Sigo cada paso suyo, vigilante, porque sé que con los cerdos como él no se puede confiar. Todavía podría cambiar de opinión y tratar de forzarme otra vez. Lo he visto antes con otra chica en el club. Una vez estaba coqueteando con un cliente y sabía que él estaba llegando al límite con su baile erótico. El límite significa que ya no son capaces de alejarse. Los hombres quieren más, y no van a parar hasta que lo consigan. No todas estamos dispuestas a dárselos, pero ella sí. Les damos placer, pero el coño está fuera de sus límites. Demasiado malo para ella que no llevara un arma de fuego encima, a diferencia de mí. Fue el último día que la vi. Mi ira saca lo mejor de mí, porque la cara de Julian mientras trataba de empujarse dentro de mí todavía está impresa en mis retinas. Así que me agacho y me quito mis zapatos de tacón alto, tirándolos en la parte posterior de su cabeza. —¡Apúrate, pedazo de mierda! Se da la vuelta y se frota la cabeza. —Calmate. —¡Debería matarte por lo que hiciste! Cuando Julian gira la llave en la cerradura, se escucha un golpe y se congela. Me quedo con el arma apuntando a su cabeza, dejando que el aire salga de mis pulmones en respiraciones rápidas mientras Julian se aleja de la puerta. La puerta cruje. Nunca la he oído crujir antes. De repente, la puerta se abre de golpe, un zapato brillante rompiendo la cerradura. Me pongo rígida, escalofríos corriendo por mi espina dorsal. Una pistola aparece de la nada. Una mano enguantada en terciopelo n***o la sostiene. Los dedos se mueven al gatillo. Es un ruido sordo, como si alguien hubiera golpeado una almohada. El tiro es suave, pero sin lugar a dudas un disparo. Al principio no pasa nada. Segundos parecen minutos, mientras estoy aquí temblando con una pistola en la mano, observando todo el desarrollo. Sus dedos tiemblan y sus respiraciones vacilan. Sangre se vierte de su cabeza. Julian cae al suelo. Mi mandíbula cae porque no puedo creer lo que veo. Julian está muerto, pero yo no fui quien lo mató. El arma dispara una y otra vez, dos disparos, uno entre los ojos y uno en el corazón. Cada uno lo lleva más lejos de este mundo. Todo se siente como un sueño, pero sé que no lo es. Quiero gritar, pero no puedo. Y entonces el asesino se voltea hacia mí.

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