Sujetó la máscara del equipo de buceo frente a su cara y se zambulló en las aguas del cenote. A pesar del traje de neopreno sintió un escalofrío al entrar en el pozo a esa temprana hora. Luego de unos instantes, encendió la lámpara y procedió a orientarse en el seno de la masa líquida. Los tubos de oxígeno pesaban en sus espaldas, pero pronto los suaves movimientos de su cuerpo le hicieron avanzar rápidamente. Pronto la luz procedente del pozo por el que había entrado se extinguió, y solo la linterna iluminaba el oscuro túnel sumergido. Al remover con su suave pataleo los detritos del fondo, las aguas se enturbiaban momentáneamente hasta que sedimentaran. El escenario que se abría frente a sus ojos a medida que el haz de luz recorría las paredes y el fondo la subyugó, como ocurría cada ve