ADRIANO Nyx y yo descendimos al sótano para encontrar al médico que siempre nos asistía cuando nuestras lesiones requerían atención más allá de nuestras capacidades. A veces podíamos manejar nuestras heridas por cuenta propia, y en otras ocasiones, no teníamos más opción que acudir a él. Este era uno de esos momentos en que no podía hacerlo solo. Raven yacía con los ojos cerrados y las cejas fruncidas por el dolor. Era imperativo que saliera de esta situación, no estaba dispuesto a perderla. Me preguntaba cuánto tiempo pasaría hasta que llegáramos al doctor y qué tan rápido podría llegar con mis piernas adoloridas. La respuesta era simple: movería cielo y tierra por ella. Incluso lucharía contra un ejército de hombres si eso significara mantenerla a salvo. Ella valía todo para mí, lo qu