ADRIANO Oh Dios, nunca me acostumbré a esta sensación. Esa impresión de que la habitación girara y el agudo zumbido en mis oídos después de ser brutalmente noqueado. La manera en que gradualmente el mundo recuperó su enfoque después de estar en la penumbra durante tanto tiempo. La desorientación, la incertidumbre sobre mi ubicación, y la necesidad de reconstruir lo que había sucedido. Resultaba intrigante, siempre un reto intentar descubrir dónde demonios me encontraba y, lo que era más importante, entender lo que había transcurrido. La luminosidad intensa quemó mi piel, y empecé a mover mis dedos, uno a la vez, antes de extender las manos. Cada leve movimiento me hizo percatarme de que estaba sujeto a una silla mediante cadenas. Luchando por mantener la calma, parpadeé repetidamente has