El reloj de péndulo cerca a la puerta de la oficina marcaba las diez y media de la noche. El presidente Oliver se levantó de su sillón de cuero y tomó su abrigo oscuro del perchero de la esquina.
—Ya es muy tarde —informó.
Me levanté de mi puesto con timidez. Era la primera vez que pasaba tanto tiempo al lado de mi jefe y por momentos no sabía cómo reaccionar. Lo veía colocarse el abrigo largo y oscuro que le daba un aire mucho más imponente del que ya tenía. Comencé a preguntarme cómo Eloísa le era infiel a un hombre tan perfecto como el presidente y me aseguraba que si yo tuviera ese corazón en mis manos lo cuidaría con mi vida.
Salimos de la oficina y noté que ya no había ni una sola persona en el edificio, así que sí era cierto que estábamos solos.
—De ahora en adelante debemos almorzar juntos —me dijo de repente el presidente, quien iba caminando a mi derecha—. Necesitamos que en la empresa comiencen a sospechar, así que tienes que estar saliendo con constancia y no decirle a ninguno de tus amigos a dónde vas.
—Pero ¿y si no tengo amigos en la empresa? —pregunté.
—Lo importante es que te vean saliendo secretamente de la empresa —puntualizó.
En ese momento no lograba concebir la magnitud de la situación en la que me estaba sumergiendo. Con el simple hecho de estar saliendo a solas con el CEO de GABA Company los rumores comenzarían a emerger.
Llegamos al parqueadero y ya el chofer del presidente Oliver lo estaba esperando para llevarlo a casa, abrió la puerta del copiloto y el hombre a mi lado dijo algo que no me esperaba.
—Sube, te llevaré a tu casa.
Mi corazón comenzó a latir con fuerza y el rubor empezó a cubrir mis mejillas.
—¡Ay, no se preocupe! —solté con nerviosismo.
—Lo hago por el trato que acabamos de hacer —informó—. Así que, por favor, de ahora en adelante deberás hacer todo lo que yo te ordene.
—Bien —acepté, volviendo a tomar la compostura.
.
Ir en el auto de mi jefe, saber que me estaba llevando a mi casa… se sentía sumamente extraño, sentía que él no encuadraba con el paisaje que tenía en mi mente de mi casa.
Antes de bajarme, mi jefe me tomó de la mano, haciendo que volviera mi rostro a él.
—Mañana, cuando llegues a la empresa, llega directamente a mi oficina —ordenó.
—Bien, así lo haré —acepté—. Tenga una buena noche.
Al bajar del vehículo, sentía mi rostro caliente y la mano que me había tocado el presidente Oliver me estaba palpitando, casi hasta me picaba. Caminé con suma rapidez al edificio donde vivía, intentaba no voltear hacia atrás, pero se me hizo imposible.
Vi el auto marcharse, mientras, en mi cabeza rondaba la pregunta, ¿qué estaba pensando al aceptar la propuesta de mi jefe de convertirme en su amante?
Vivía en un apartamento modesto en el centro de la ciudad, cerca de mi trabajo. Dos habitaciones, cocina, sala y un baño: es lo único que necesito para vivir cómodamente. La mayor parte de mi tiempo lo pasaba en la empresa, así que este lugar permanecía casi siempre solo, impecable y con poca comida en la cocina como para prepararme algo nutritivo después de volver a casa.
En los últimos años, desde que comencé a trabajar en Gaba, he perdido siete kilos, y contando… al mirarme al espejo comienzo a notar mis huesos, sobre todo mis pómulos pronunciados en el rostro. Mi cabello castaño oscuro y liso se me está cayendo. Sé que debo cuidarme más, pero con un trabajo tan asfixiante es imposible.
Saqué de la nevera una cajita de yogurt y me dirigí a la habitación que había organizado como puesto de trabajo, en esta estaba el escritorio de madera frente a la pared blanca que se encontraba llena de fotos de Eloísa y Alexa, también de las personas que las rodeaban, incluyendo al presidente Bosson.
Encendí la lámpara que estaba encima de la mesa, al lado de la laptop y observé por un momento su luz cálida que no lograba llenar el cuarto de estudio. Tomé lugar en la silla de escritorio y observé la pared llena de fotos, en el centro se encontraba Eloísa con su macabra sonrisa. Por mi mente pasaron todos los recuerdos de los golpes que había recibido de su parte y las muchas humillaciones, donde me hacía colocar de rodillas frente a sus pies.
Mis ojos viajaron hasta la foto que se encontraba a la derecha, Eloísa estaba vestida de blanco, sosteniendo un ramo de rosas rojas y a su lado se encontraba su esposo: era la foto oficial de su boda.
—Vas a comenzar a derrumbarte —dije a susurro—. Llegó la hora de tu caída.
Lo más importante para Eloísa era su estatus social, su imagen de mujer adinerada e inalcanzable para muchos hombres. Por más amantes que tuviera, sabía que el poder se encontraba al lado de su esposo. Pero su mayor error fue confiar en que él nunca se separaría de ella.
Una narcisista como Eloísa necesitaba admiración y atención constante y su ahora esposo no se lo podía dar al estar constantemente ocupado. Necesitaba hombres que satisficieran sus necesidades y caprichos, además que tenía una obsesión por los juguetes humanos: personas que pudiera controlar en todo momento.
Encendí la laptop y comencé a trabajar mientras tomaba mi yogurt. Sería una larga noche.
La venganza necesita dedicación, no se podrá realizar sola.
Después de dos horas completamente concentrada en los trabajos que debía entregar al día siguiente, alcé la mirada hasta una foto del presidente Bosson pegada en la pared. Aún no lograba concebir la idea de convertirme en su amante, no estaba dentro de mi plan de venganza; él es una persona que se muestra dura de corazón, pero en realidad es gentil, tiene mucho que perder y no quiero que salga lastimado de esta guerra que pronto comenzará.
Dormí dos horas antes que la alarma me despertara.
Mientras me terminaba de alistar para ir al trabajo, escuché que tocaron el timbre. No esperaba a nadie a esa hora de la mañana, así que me generó curiosidad y fui a abrir, encontrándome con un mensajero que me traía un paquete.
—No creo que sea para mí, no estoy esperando ningún envío —comuniqué al joven mensajero.
—¿Es usted Emma Sandoval? —preguntó, rectificando su planilla.
—Sí, así es —acepté.
—Aquí dice que el paquete es para usted. —Me mostró la planilla.
Resignada, acepté el paquete y al estar nuevamente en la soledad de mi apartamento, comencé a abrir la caja, encontrándome con unos tacones rojos que traían una nota.
“La venganza se camina con buenos zapatos” decía.
Imaginé que me los había enviado el presidente, seguramente por agradecimiento a aceptar su trato de volverme en una pieza de su venganza.
Decidí ir esa mañana al trabajo llevando puestos los tacones rojos. Y con esto me sentí animada de irme más arreglada de lo normal, llevando el cabello suelto y un poco de maquillaje para ocultar el cansancio en mi rostro. Si iba a cumplir con el papel de amante, debía hacerlo bien.
Como me dijo el presidente Oliver, llegué a su oficina inmediatamente llegué al trabajo. Él ya se encontraba en su oficina, tomaba un café cuando me hizo pasar.
—Buenos días, señor —saludé con educación—. Gracias por su regalo —dije y bajé la mirada a los tacones.
—¿Cuál regalo? —preguntó con tono casual y le dio un sorbo a su pocillo de café.
—Los tacones —informé.
—No te he regalado tacones —comunicó sin mucha curiosidad al respecto y se encaminó por un tema relevante para él—. Informaré de tu ascenso a la junta directiva. También mandé a llamar a Alexa para informárselo.
—Señor, pero Alexa aún no ha llegado al trabajo —informé.
—Lo sé, por eso, cuando decida llegar a su trabajo, tendrá la animosa sorpresa de que se ha convertido en tu asistente.
Mi corazón dio un vuelco al escuchar la noticia: Alexa ocupando el puesto de mi asistente. Esa sería la mayor humillación para una mujer que se jacta de tener su privilegiado trabajo en la compañía más importante del país.
—He reunido a tu ahora equipo para informar de tu nuevo cargo —dijo mientras se levantaba del sillón de cuero.
Caminar a primeras horas de la mañana por los pasillos al lado del presidente Bosson, con todas las miradas de mis compañeros de trabajo se sentía sorpresivamente reconfortante, como si el poder que él tenía en sus manos también por esos minutos me pertenecía.
Llegamos a la sala de reuniones donde estaban todos mis compañeros del departamento de marketing reunidos. Era evidente que ellos ya estaban entendiendo de a qué iba la reunión, así que sus rostros de sorpresa los delataban.
—Buenos días para todos —saludó el presidente Bosson mientras tomaba asiento en la silla del extremo principal de la mesa, pidiéndome que me sentara a su derecha.
Todos respondieron a su saludo y el presidente se tomó el tiempo para reparar a todos los integrantes del grupo de marketing que en total eran diez, aunque hacía falta Alexa, quien brillaba por su ausencia.
—¿Alguno tiene información de Alexa? —preguntó el presidente Oliver.
Todos empezaron a acomodarse en sus puestos, sintiéndose renuentes a responder la pregunta. El presidente esperó por unos segundos y en vista que no tendría respuesta, soltó un suspiro de decepción.
—Ya que no contaremos con la presencia de la Directora de Marketing —informó—, comenzaremos la reunión informativa. —Se detuvo para organizar sus ideas, algo característico de él—. En vista de las notables deficiencias que se han presentado en el departamento de marketing en los últimos meses, he decidido colocar al frente a un nuevo director que cumpla con las características que se necesitan en dicho puesto. Me parece que todos han notado las habilidades y pasión con las cuales la señorita Emma Sandoval se ha desempeñado en los últimos años en esta empresa, por lo cual ella será su nueva Directora de Marketing. Esperemos que con ella al frente de este departamento podamos ver un mejor desempeño.
En ese momento la puerta de vidrio de la sala de reuniones se abrió y Alexa entró con su porte engalanado y su cabello rubio perfectamente arreglado. Todos volteamos a verle y a nuestro alrededor cayó un silencio expectante.
—Buenos días, disculpen el retraso —dijo con una sonrisa que manifestaba no estar para nada apenada con su llegada tarde.
Empezó a avanzar hasta la silla donde yo estaba sentada, ella siempre se sentaba allí cuando teníamos reuniones. Su mirada fue fulminante, advirtiéndome que debía quitarme enseguida, pero obviamente no lo hice.
—Emma, estás ocupando mi lugar —gruñó entre dientes.
—Por favor, toma lugar en las sillas desocupadas —ordené.
Alexa abrió la boca con suma impresión.
—¿Cómo? —inquirió con ironía.
—Ya la escuchaste —soltó el presidente Oliver con seriedad—. Además de llegar tarde, tienes el descaro de interrumpir la reunión. Busca una silla desocupada y deja que avancemos, ¿o sería mucha molestia para la señorita?
El rostro de Alexa se tornó rojo y apretó la mandíbula con fuerza mientras acataba la orden a regañadientes.
Se sentó a mitad de la mesa, entre el grupo de los programadores. Su rostro demostraba que estaba furiosa con tal humillación.
—Bien —retomó el presidente la reunión—. Como les decía, la ahora nueva Directora de Marketing será la señorita Emma.
—¡¿Disculpe?! —soltó Alexa a gritos y con mirada estupefacta.
—Alexa, de ahora en adelante serás la nueva asistente de Emma —informó el presidente Oliver.
El rostro de Alexa estaba petrificado, se encontraba confusa y con la boca entreabierta, intentando asimilar la situación. Todos en la reunión tenían sus ojos puestos en ella, expectantes a su reacción. Y, mientras, yo disfrutaba de cómo mi venganza comenzaba lentamente de la forma más dolorosa posible.
La guerra había iniciado. Este sería el comienzo de la tortura más excitante de mi vida, aunque el infierno encarnado para Alexa.