—Estás muy callado, hijo, ¿Seguro ya no te duele la cabeza? —Pregunta Mara, a Gabriel, desde el sofá del frente.
¿Cómo quiere que su hijo diga algo si su cuñada está frente suyo con una blusa blanca de tirantes sin sostén mostrando absolutamente todo? Menos puede hablar después de cómo la vio anoche.
Recordar aquello envía una corriente eléctrica por todo su cuerpo haciendo que su entrepierna se endurezca de inmediato.
—Ya no me duele nada, mamá —Contesta el susodicho, algo aturdido e intentando no ser muy obvio frente a su madre.
—Ese lago es muy peligroso y el agua ya no es tan limpia como antes. No quiero que vuelvas a ese lugar, Gabriel —Dice su madre con cara de preocupación.
—Solo fui a dar un paseo y aproveché para refrescarme un poco —Contesta él, pero dirigiéndose a la muje
