27 de octubre de 2002
Una risa escapó de los labios de Emma mientras observaba la foto que acababa de enviarle Luke.
Debería de preocuparle la cantidad de mensajes que se habían enviado los últimos días, teniendo en cuenta la factura del teléfono que llegaría a principio de mes debido a eso, sin embargo, no podía evitar sentir la excitación y entusiasmo que sentía cada vez que su nombre salía en la pantalla.
Era extraño para ella. Cada vez que le contactaba, sentía una emoción de alegría creciendo en su pecho. Y cada mensaje le hacía esperar por el siguiente.
—Veo que estás de muy buen humor, ¿se debe a algún chico? —preguntó una voz dulce y curiosa.
Su cuerpo se tensó al instante tras el sobresalto inicial y una mano cayó sobre su pecho, agitado.
—¡Por Dios, Leah! —exclamó—. No vuelvas a darme ese susto.
Una risa brotó de su hermana antes acostarse en la cama junto a ella.
—Lo siento —se disculpó—, pero admite que te veías muy concentrada en lo que sea que estés mirando en tu teléfono.
Por reflejo, cubrió la pantalla con la mano. Era un poco tonto, pero hacerlo le daba una falsa sensación de privacidad que a veces con su hermana no podía tener.
—No es nada. Es solo un chico.
La sonrisa de su hermana se amplió y sus cejas se alzaron con diversión. Al instante se arrepintió de haberlo dicho.
—¿Solo un chico?
Emma frunció los labios, sintiendo sus mejillas calentarse.
—No digas nada, por favor —suplicó.
Nuevamente la escuchó reír.
—Te preocupas demasiado, hermanita. No voy a molestarte con esto —sin embargo, no se alejó—. Entonces… ¿El chico es mono?
¿Mono? No. Esa no sería la palabra exacta con la que describiría a Luke.
¿Caliente? ¿Irresistible? Sí. Esas le iban mejor.
—Yo no diría exactamente mono… —Emma titubeó.
La nariz de Leah se arrugó con descontento.
—No me digas que estás saliendo con ese tipo que se te declaró el año pasado.
Ahora le tocaba a ella arrugar la nariz.
—¡No! —exclamó—. Y Martín es muy simpático, simplemente yo no lo veía de esa forma.
Su hermana resopló.
—Si tú lo dices.
Estaba a punto de responder, pero entonces, otro mensaje vibró en su teléfono. Su atención se desvió hacia él.
—Leah, ¿podrías...? —le preguntó con una mirada suplicante.
La vio sonreír.
—¿Irme? —adivinó ella.
Emma asintió.
—Está bien, pero no pienses que no planeo interrogarte luego. —le advirtió.
Ni siquiera tuvo tiempo de responder porque, tan pronto como había entrado, se levantó y salió de su habitación, dejándola completamente a solas.
Emma soltó todo el aire que había estado conteniendo y observó el mensaje. Una nueva sonrisa se dibujó en sus labios.
13 de noviembre de 2002
Emma jadeó con sorpresa ante la noticia. O, más bien, la palabra exacta sería incrédula. Sí, definitivamente era incrédula.
—Me estás jodiendo —soltó sin pensar.
—No… —Belinda negó con la cabeza, nerviosa.
Rápidamente miró a su alrededor para asegurarse de que nadie pudiera escucharlas. Aquello era una tremenda noticia que necesitaba de una absoluta discreción por su amiga. Pestañeó cuando la miró.
—¿Me estás diciendo qué te has acostado con Axel? —preguntó, todavía sin creerlo—. ¿Ese Axel? ¿El Axel brujo con el que pareces llevar una maldita relación amor-odio? —enfatizó.
Belinda se mordió el labio mientras enrojecía violentamente. Ella por su parte, seguía sin dar crédito a lo que estaba escuchando. ¿Cuándo habían avanzado tanto las cosas? Si hasta el día anterior Belinda parecía odiar a Axel como si se tratara del peor monstruo del mundo.
—¿Vas a seguir exagerándolo todo o harás que me arrepienta de habértelo contado? —Belinda se quejó, molesta.
Frunció el ceño.
—Tendría que matarte si no me lo hubieses contado.
—Qué bueno que lo hice entonces —Belinda sonrió.
Abrió la boca para responder, pero entonces, su teléfono vibró anunciándole la llegada de un mensaje y, a su vez, recordándole que todavía no le había contado lo de Luke. Tragó. Emma se rio por lo bajo y observó el aula antes de volver a girarse hacia Belinda. De repente, se sentía nerviosa.
—¿Emma? —Belinda la llamó con curiosidad—. Hm… ¿Te pasa algo?
Sus ojos la miraron antes de volver a mirar en todas direcciones. No estaba segura de cómo abarcar ese tema, ni de cómo se lo tomaría Belinda. ¿Y si decidía que debía atacar a Luke porque lo veía como algo peligroso?
Bueno, técnicamente es peligroso. Se cargó a un vampiro, después de todo, pensó.
Suspiró.
—Bueno… Hay algo que no te he contado. —Emma confesó en voz baja.
Belinda arqueó una ceja.
—¿Ahora soy yo la que se está perdiendo algo? —preguntó con interés—. ¿Tendré que matarte por ello? —añadió en broma.
Una sonrisa se escapó de sus labios. Se sentía avergonzada y el corazón le bombeaba con fuerza. Era ahora o nunca.
—He conocido a alguien. —Emma soltó la bomba.
En cuestión de segundos, vio las expresiones cambiando en el rostro de Belinda. Desde la sorpresa hasta una inmensa felicidad.
—¡Eso es fantástico, Em! —exclamó a medio grito—. ¿Y quién es el afortunado? ¿Necesitas que prepare algunas galletas con magia para hacerle hablar como un loro y que diga la verdad? —su rostro cambió a serio de repente—. No necesitarás que le ampute una pierna en sueños si te hace daño, ¿no? Sabes que también podría colarme en sus sueños.
Eso le hizo gracia.
—No, no necesito que le hagas soñar con amputaciones ni que le des galletas de la verdad o como narices se llamen. —se removió en el asiento, nerviosa—. El problema no es ese…
Belinda frunció el ceño.
—¿Tiene pareja? —preguntó. Sus ojos se abrieron—. ¡Oh, maldita mierda! ¡No me digas que está casado! ¿Es eso? —bajó la voz como si se tratara de un tabú—. ¿Es un hombre casado?
El labio de Emma tembló ante la ocurrencia. Belinda tenía mucha imaginación. Soltó una carcajada.
—¿Quién es, Em? ¿Es alguien de quien preocuparme? —Belinda insistió.
Suspiró.
—No es nada de eso —negó—. Es… Bueno… —carraspeó—. No es humano.
Belinda jadeó con sorpresa.
—¿Estás saliendo con un brujo? —trató de adivinar.
Sus mejillas empezaron a quemarle.
—No, no estamos saliendo. Y tampoco es un brujo —aclaró rápidamente—. Es un licántropo.
El cuerpo de Belinda se tensó, su boca cayó nuevamente abierta. Luego la cerró y la vio tragar saliva.
—¿Sabes a qué Manada pertenece? —preguntó segundos después.
Ella asintió.
—Es de la Manada de Keith —empezó a juguetear con sus dedos, nerviosa—. Nos conocimos por casualidad. Y… Bueno… Él me salvó una noche mientras regresaba a casa justo cuando estaba siendo atacada por un vampiro.
Belinda se levantó de un saltó.
—¿Qué te ha atacado un vampiro? —gritó sorprendida. Rápidamente cerró la boca, miró a los lados, comprando que no había nadie en el aula y se volvió a sentar en su asiento. Se inclinó sobre ella antes de volver a hablar—. ¿Se puede saber por qué narices no me lo has contado antes? ¿Cuándo ha pasado? ¿Cómo? ¿Estás bien? ¿Herida? ¿Mi nuevo amigo, el licántropo sin nombre, te salvó? ¿¡Por qué no me lo has contado, Em!?
Jadeó. Demasiadas preguntas en muy poco tiempo.
—Primero que nada, estoy bien, no estoy herida. Se llama Luke y no te lo he contado porque no hemos tenido la oportunidad. —Emma suspiró—. No quería ocultártelo, simplemente no hemos tenido tiempo para hablar tranquilas con todo lo que está pasando últimamente a tu alrededor.
Belinda asintió y respiró lentamente.
—Vale. —dijo—. ¿Cuándo lo conociste?
—Hace una mes como mucho —respondió.
Volvió a asentir.
—¿Nada entre vosotros todavía?
Ella se removió, incómoda.
—Apenas nos conocemos. No voy a salir con alguien a quien apenas conozco —trató de justificarse.
Belinda sonrió con picardía.
—Pero admites que te atrae —la picó.
Los labios de Emma se apretaron. ¿Qué si la atraía? Probablemente esa palabra se quedaba corta. No sabía qué era lo que sentía por Luke, pero atracción era solo una entre todas las sensaciones que le hacía sentir por dentro. Era extraño. No se conocían. Apenas habían intercambiado algunos mensajes telefónicos y, sin embargo, Luke pasaba prácticamente la mayor parte del tiempo en su cabeza. Arraigado fuertemente alrededor de ella.
—Lo hago —admitió.
Belinda se encogió en su asiento con una sonrisa y exclamó un gritito de emoción. Luego, su semblante se volvió más serio.
—¿Segura que no quieres que me meta en uno de sus sueños? —preguntó—. Podría dejarle caer lo que le pasará si te hace daño. Tómalo como una sutil amenaza/amabilidad por mi parte para hacerle entender lo que pasa cuando se meten con la amiga de una bruja.
Aquello le hizo gracia. Sabía que Belinda quería protegerla, pero prefería encargarse ella misma de ese asunto.
—¿Y si mejor me dejas esto a mí y te centras en esa extraña cosa que tienes con Axel?
Belinda rio.
—¡Culpable!
Luego de eso, el tema se volvió algo más ligero. Le preguntó algunas cosas sobre él y una duda la abarcó dentro de todo aquello, cuando salió el asunto sobre si tenía pareja.
Aquello era algo en lo que no había caído y que era muy importante.
****
Emma resopló.
Las preguntas de Belinda aun rondaban su cabeza cuando salió del edificio. Le molestaba pensar que ella tampoco sabía mucho sobre la vida privada de Luke. ¿Qué si tenía pareja? No estaba segura de ello, pero una parte de ella se negaba a pensar que tuviera una novia.
Agachó la cabeza para evitar el contacto visual con el resto de los estudiantes que salían del edifico al igual que ella. Aquel era un día demasiado frío para ser noviembre y no tenía ganas de saludar a nadie. Su teléfono sonó. No le hizo falta mirarlo para saber que se trataba de Luke. Últimamente, era el único que le enviaba tantos mensajes.
Luke: ¿Cómo suena tomar algo de camino a casa?
Una sonrisa tiró de sus labios.
Emma: Me encantaría :)
Apenas tuvo que esperar unos minutos para la respuesta.
Luke: ¡Genial! Porque estoy justo a unas manzanas de tu instituto. Te espero dos calles a la derecha de allí.
Ella casi sintió cómo su corazón latía con fuerza y emoción. Debería sentirse perturbada porque la estuviera acechando nada más salir de clase, sin embargo, era todo lo contario. Una parte de ella se alegraba de que quisiera pasar tiempo con ella, al punto de querer recogerla de clases.
Antes de darse cuenta ya había empezado a caminar rápidamente hacia donde se encontraba Luke. Nunca había imaginado que se sentiría tan ansiosa por encontrarse con alguien como le pasaba con él. Apenas se habían visto, pero lo había echado de menos.
¿Era demasiado raro que extrañara tanto a alguien a quien apenas conocía?
Verlo se sentía como una brisa de aire fresco. Le habían encantado sus ojos de un azul claro y electrizante; sus labios carnosos y su mandíbula cuadrada le habían parecido rasgos muy masculinos y atractivos. El solo pensar en él hacía que una sensación de calidez la recorriera con fuerza como si se encontrara en una carrera de motos. Era acelerado, arrollador y lleno de curvas. Probablemente se estaba metiendo en algo peligroso. No sabía cómo eran las relaciones entre humanos y licántropos, pero tenía expectativas.
Solo esperaba que aquello no terminara demasiado pronto.
La cabellera oscura de Luke resaltó sobre un abrigo claro que envolvía sus anchos hombros y abrazaba la parte superior de su cuerpo. Emma desaceleró el paso y se permitió repasarlo mientras se acercaba lentamente a él. La última vez que se habían visto, había estado más pendiente de Cameron que de él. Ahora que lo tenía delante, sus ojos no pudieron evitar fijarse en sus largas y torneadas piernas que sostenían un cuerpo grande y fuerte. La primera vez que lo vio, tuvo una vista estupenda de su trasero. Por lo que tenía esperanzas en que la delantera fuera tan fantástica como había sido el resto de su cuerpo, que había podido observar abiertamente la primera vez.
Su abrigo estaba abierto hasta su pecho donde Emma podía observar un jersey gris claro que seguramente resaltaba sus ojos azul pálido. A diferencia de las otras veces, Luke tenía un ligero rastro de barba que acompañaba su piel morena; y su cabello oscuro y corto le incitaba a tocarlo y a pasar sus dedos sobre él.
Su boca sonreía para ella y sus ojos la miraban con atención, siguiendo todos sus movimientos mientras terminaba de acercarse a él. Emma podía leer en su rostro la felicidad y le pareció que algo de deseo cuando se encontraron a escasos centímetros el uno del otro. Sus pupilas se habían dilatado ligeramente y no se perdió como la repasaba al igual que había hecho ella con él antes.
Su voz sonó ronca y extrañamente profunda cuando le habló haciendo que no la reconociera como propia:
—Hola —saludó.
Luke le dedicó una sonrisa ladeada que la revolvió por dentro de la mejor manera.
—Hola, Emma.
Las mejillas de Emma se calentaron. De repente, muchas ideas aparecieron en su cabeza. Cada una más pervertida que la anterior. Tener a Luke delante despertaba cosas que no sabía que existían hasta que lo conoció.
Ella deseaba probar su boca, conocer su sabor y degustar cada cosa que tuviera para ofrecerle como si se tratara de la fruta más dulce.
Un suave gruñido salió de los labios de Luke, haciendo que Emma se estremeciera. Ella lo miró. Sus ojos habían cambiado notablemente: el azul claro de sus iris ahora se había convertido en una fina línea azul oscura alrededor del n***o de sus pupilas. La observaba con una intensidad que la hacía consciente del deseo que ardía en él.
Observó como su nariz se dilataba mientras respiraba. Un nuevo gruñido salió de él. Ronco y crudo. Emma se sorprendió de no sentir miedo. En realidad, aquello la había excitado más y le gustaba. Le gustaba lo que él la hacía sentir. Encontró su voz y preguntó:
—¿Has esperado mucho?
Luke volvió a sonreírle, la diversión brillaba en sus ojos.
—En todo caso, ¿no debería perturbarte que te estuviera esperando a la salida de clases?
Emma ladeó la cabeza con curiosidad.
—¿Debería perturbarme? —preguntó.
Los ojos de él se estrecharon. Emma estaba segura de que, si él no la besaba, ella se lanzaría a besarlo.
—No.
Ella sonrió.
—Entonces, no lo estoy.
La mano de Luke tomó la de Emma. Su tacto era cálido sobre el de ella y por un momento se sorprendió antes de decidir cerrar su mano y sujetar la de él. Le llamó la atención el calor que desprendía el cuerpo de Luke. Una vez más, era como tener una estufa en forma de cuerpo humano junto a ella sin la necesidad de enchufarlo en algún sitio.
Había sido consciente de eso la primera vez que lo conoció, pero ahora que estaba más tranquila y sin todo el estrés de la situación, aquello solo la hizo más consciente de lo que tenía al lado.
Luke era un peligro en potencia para sus pobres hormonas. Él era sexy y sabía cómo hacer que sus piernas temblaran en cuestión de segundos.
El viento acarició sus mejillas mientras caminaban en silencio. En ningún momento, habían acordado a dónde se dirigían; simplemente habían comenzado a caminar. Y, aunque por lo general aquello podría asustarla, solo se sentía emocionada por el destino al que se dirigían.
Perfectamente podría llevarme a su casa y yo encantada, pensó.
Emma sonrió ante esa idea. No le desagradaba la imagen de pasar tiempo a solas con él. En realidad, le apetecía muchísimo y estaba muy dispuesta a ello. Solo necesitaba estar segura de que él quería lo mismo que ella.
Lo miró. Los ojos de Luke eran magníficos y le recordaban a un lago cristalino con pequeños retazos de sol reflejados en ellos.
—Luke —lo llamó.
Él la miró con una sonrisa que la desestabilizó. Era dulce y le gustó saber que iba dirigida a ella.
—¿Sí, Emma? —preguntó.
La sola mención de su nombre hacía que se sintiera feliz y, a la vez, la puso nerviosa. Sonrió tímidamente.
—¿Qué es lo que sientes por mí?
El cuerpo de Luke se detuvo en seco, arrastrándola con él. Sus cejas se arquearon con sorpresa y casi abrió la boca. Aquella pregunta era lo último que habría esperado Luke y no estaba preparado para responder. No obstante, eso no iba a impedirle decirle a Emma lo que sentía.
Ella percibió cómo sus ojos la miraban con intensidad. Era como si toda la atmosfera hubiera cambiado a su alrededor. Empezó a temblar ligeramente por los nervios. Tal vez, aquella no había sido una buena idea. Luke se humedeció los labios y ella siguió el movimiento, fascinada, esperando a que dijera algo.
—Me atraes —dijo con la voz ronca. Sus ojos se estrecharon—. De alguna forma, desde que te conocí, no he podido sacarte de mi cabeza. Tu olor me persigue y, aunque esto pueda asustarte, no negaré que mis manos queman por tocarte. Tenerte a mi lado es una tortura porque hay tantas cosas que quiero hacer contigo que, de solo pensar en todas ellas, me hace querer llevarte conmigo.
Eso aumentó su curiosidad.
—¿Qué quieres hacerme? —preguntó sabiendo que, posiblemente, la respuesta sería peligrosa. Belinda ya le había dicho antes que los licántropos eran seres llevados por la naturaleza. Estaba jugando con fuego.
—Todo tipo de cosas maravillosas y que, desde luego, disfrutarías.
Las mejillas de ella se calentaron. Aquello prometía algo puramente físico. Las palabras de Luke le gustaban y provocaban una sensación de calor en su bajo vientre que se extendía por todo su cuerpo. Cogió aire pesadamente.
—¿Y qué te impide hacerlo?
Luke emitió un ligero gruñido que, en lugar de asustarla, solo la encendía más.
—¿Eso es un sí? —gruñó. Aclaró su garganta—. Quiero decir, ¿estarías dispuesta a estar conmigo?
Emma le sonrió.
—Solo si me prometes que no me morderás —fue su única petición.
—Jamás para causarte dolor —sus ojos volvieron a estrecharse—. Nunca adrede. —Él ladeó su cabeza—. ¿Eso te haría correr? Soy consciente de nuestras diferencias de sangre.
Ella entendió a lo que se refería. Él era un licántropo mientras que ella era humana. Fingió pensárselo, pero en realidad, ya había tomado una decisión. Negó con la cabeza y rió.
—Nunca.
La sonrisa que le dirigió Luke era sincera. Emma soltó su mano y se volvió hacia él, situando sus manos sobre su pecho. Ella se puso de puntillas, sosteniendo su mirada. Se humedeció los labios antes de hablar.
—Siento decirte que estás atrapado conmigo, Luke —le dijo con una sonrisa traviesa—. Y no creo que te deje en una temporada, así que lidia con ello.
Las manos de él la agarraron de las caderas, acercándola más a su cuerpo. Luke inclinó su cabeza hacia abajo, sus labios frente a los de ella.
—Eso espero porque me he sentido atraído por ti desde que te vi asustada en el suelo —dijo. Su voz fue como una caricia en su oído. Su mirada fue como un fuego en su corazón.
Emma arqueó una ceja, incapaz de borrar la sonrisa en su rostro.
—¿Es una forma sutil de decirme que mi miedo te pone duro? —bromeó.
La risa de él sonó ronca.
—No exactamente —respondió. Pareció dudar unos instantes antes de continuar—. El olor de tu miedo es dulce y no negaré que me atrajo —su rostro se tensó—. Mataré a cualquiera que intente hacerte oler así.
Se supone que aquello debía asustarla. No lo hizo. En cambio, ahora tenía curiosidad por sus palabras.
—¿Tan mal huelo?
Él negó.
—Es dulce y me gusta —suspiró—. Soy solo yo siendo posesivo sobre ti… Espero que eso no te moleste y te haga correr.
Posiblemente él tendría que perseguirla si huía. Luke no negaría que aquello encendía a su lobo y que lo hacía querer correr detrás de Emma. La sola idea de clavarle los dientes y sentir su cuerpo lo hacía salivar. Tragó. Eso se suponía que debía asustarlo, pero los sentimientos que sentía por Emma eran fuertes. Su lobo la había reconocido como su compañera en el segundo en el que la vio y sus instintos hacia ella eran demasiado latentes como para ignorarlos.
Luke haría lo que fuera para tener a Emma. La convencería de que era el mejor compañero posible para ella y la haría ver que todo a su lado sería maravilloso. Aquello, una vez más, debería asustarlo. Los humanos no eran como ellos. Tomaban varias parejas hasta que encontraban a la indicada y no tenían problemas para alejarse cuando las cosas no les gustaba o si cambiaban de opinión.
Él no podría hacer eso si se enlazaba con ella. Su lobo mataría por ella; enloquecería si ella lo abandonaba. Suprimió un gruñido de disgusto. La sola idea de Emma abandonándolo lo mataba.
La miró a los ojos. Los de ella eran de un gris azulado que encontraba bastante fascinantes. Había descubierto que le gustaba mirarlos siempre que podía, incluso sus pequeñas pecas le parecían adorables. Sus labios también le parecían atractivos; el labio superior era más pequeño que el inferior y este último le hacía querer mordisquearlo.
Estaba en un infierno de locura por ella.
Emma inclinó la cabeza de una forma encantadora. Sus instintos tomaron parte de él haciendo que bajara su rostro y la besara. Los labios de Emma eran suaves y dulces. Al principio el cuerpo de ella se tensó bajo el de él, pero pronto le devolvió el beso. No negó que eso le encantó.
Los brazos de él la estrecharon contra su cuerpo. Sus latidos eran audibles para él y fue más consciente de sus diferencias de tamaño cuando ella agarró sus hombros y él la alzó del suelo. Le gustaba tenerla cerca.
Poco a poco, fue bajando de su nube cuando sintió que su lobo quería más de ella. Gritaba > por todas partes y sintió que debía alejarse antes de que hiciera algo más arriesgado en medio de la calle.
Le gustó la imagen de sus mejillas sonrojadas y sus labios levemente hinchados cuando la depositó de vuelta en el suelo. Sus ojos brillaban por el deseo y una imagen de ella en su cama provocó que su lobo quisiera saltar sobre ella, tumbarla sobre su hombro y llevarla a su apartamento.
Aquello iba a ser un infierno por el que caminar, pero que le aspen si no estaba más que dispuesto a tenerla con él.
Pronto Emma sería suya.
Su Emma.