La bestia que vive en mí

1617 Words
“Nosotros los humanos le tememos a la bestia que vive en el lobo porque no comprendemos la bestia que vive dentro de nosotros.” Gerald Hausman *Kira* —¿Quién anda allí? —salgo envuelta en la toalla. —¡Hola! Yo —me saluda la chica de tez pálida y cabello rizado. —¿Me estabas espiando? —interrogo. —Vamos nueva, quien te crees. Compartimos la misma habitación. —esgrime. —Disculpa, me asusté al escuchar algunos ruidos. —Debes procurar cerrar bien las puertas. Puede haber algún lobo espiando. —dice y siento un tono burlón en sus palabras. ¿Acaso hablaba de él? Me pregunto. —¿A qué te refieres exactamente? —A nada, sólo debes ser precavida. No se sabe cuando alguien aparece y te ataca —emula con su voz el sonido y con un gesto de sus manos lanza un zarpazo. —Nadie se atreverá a tocarme. Mi padre jamás lo permitirá —refiero y me avergüenzo de inmediato al recordar las palabras de Roy ‘la hijita de papá’. Ella se gira y se dispone a salir, aunque intente disimularlo, sus palabras me han puesto nerviosa. —¿A dónde vas? —Le pregunto. —A dónde se me antoje, nueva. La chica de rulos sale de la habitación, voy detrás de ella y me aseguro de cerrar muy bien la puerta. Me siento en la cama y mientras cepillo mi larga cabellera, vuelven los recuerdos a mi mente. *** Esa mañana, la Sra Cooper nos informó que la actividad del campamento sería nocturna, acamparíamos a la luz de la luna y a escasos metros de una fogata. Y no era eso lo que me hacía ilusión, sino mi acompañante. La gran mayoría estaban emparejados con personas de su mismo sexo, pero yo era parte de ese minúsculo grupo a quien le había tocado compartir su tienda de campaña con un chico. Sí, era ese mismo chico que no había salido de mis pensamientos durante los días que llevábamos recluidos en el campamento. Me puse nerviosa, porque esa era la oportunidad de estar a solas, alejados del resto. Quizá finalmente podría probar sus labios… Abrí los ojos incrédula por lo que había imaginado. Estábamos todos alrededor de la fogata, mientras la Sra Cooper, junto a los demás profesores, comenzaron a relatar la historia de una chica que se había perdido en el bosque. A medida que la historia iba avanzando los vellos de mi cuerpo se erizaban, traté de permanecer serena, pero no lo estaba. Me asustaba lo que pudiera pasar y me asustaba más cuando la profesora de natación, afirmó que se trataba una historia de la vida real. —¿Entonces que hacemos acampando en un bosque? —pregunté nerviosa. Los demás compañeros comenzaron con sus burlas, guardé silencio avergonzada por aquella pregunta. ¿Era la única asustada en ese lugar? La señora Cooper volvió a hablar. —Cuenta la leyenda, que hace muchos años, un hombre lobo de enamoró de una humana —hizo una pausa para vernos a todos y luego continuar—, su amor fue tan grande que le terminó confesando su naturaleza. A la humana no le importó, porque amaba a ese hombre, y no creía poder vivir sin él; juntos decidieron escapar cuando las cosas comenzaron a complicarse en la manada del hombre lobo. Recorrieron todo el amazonas, llevándola a galope y descansando cuando sus cuerpo lo pedían. Una noche las caricias entre la humana y el hombre lobo, se tornaron pasionales y no pudieron frenar lo que sus cuerpos aclamaban hacer. Mi mente trabajaba a toda velocidad, todas esas leyendas debían ser falsas, ¿Cierto? El frío de la noche calaba en mis huesos y me estremecían. —… Con calma fueron desnudándose, y bajo una luna llena consumaron su amor. Los siguientes eventos fueron trágicos para el hombre lobo, porque en menos de dos meses tuvo que ver cómo la mujer que amaba fallecía entre sus brazos y como la criatura que comenzaba a vivir en su vientre se apagaba sin siquiera nacer —mis ojos se abrieron de par en par. Miré a Brando a mi lado y a mis demás compañeros, todos estaban como yo, anonadados—. Desde ese día el hombre lobo no volvió a ser el mismo, su alma se volvió gris y reconrosa. Se dice que todas las noches recorre el extenso bosque del Amazonas, atemorizando a lo turísticas, siendo una manera de aligerar el dolor de la pérdida de su amada. —Señora Cooper, ¿Es solo una leyenda, verdad? —cuestionó la chica rubia sentada a mi lado. La señora soltó una sonora carcajada. —Chicos, en el bosque abundan miles de criaturas, pero no hombres lobos —le respondió a la chica—. Estas son historia que se han contada a lo largo de los siglos, y no son más que eso, historias, leyendas y mitos. Después de la actividad, nos dieron el permiso de que cada uno pudiese ir a sus carpas. Caminé temblorosa junto a Brando; nos adentramos un poco en el bosque hasta llegar a nuestra carpa, era la que más lejos se encontraba de la fogata. Ladeé la cabeza y lo observé fijamente, él me miró con su característica sonrisa. Me indicó que podía pasar haciéndose a un lado. —Sabes qué no tienes por qué temer, ¿Verdad? —cuestionó preocupado. —Sí —le afirmé dudosa—. Solo que se escuchó tan real, que mi cerebro imaginó miles de escenarios. Tomó mis manos, enviando esa corriente de electricidad que recorría mi cuerpo cada vez que me tocaba. —No permitiré que nada te pase —su tono serio me infundía seguridad. Los dos ingresamos, era una carpa algo pequeña, pero con el suficiente espacio para acostarnos uno al lado del otro. Ambos estábamos ansiosos. Nos detuvimos a mirar el techo de la carpa en silencio. De pronto, él propuso hacer una dinámica de preguntas y respuestas sobre los secretos mejores guardados de nuestra vida. Comenzó él. Los minutos empezaron a transcurrir, para cuando me quise dar cuenta estábamos a escasos centímetros de nuestros labios, mi respiración estaba agitada, reflejándose en mi pecho que subía y bajaba con rapidez. Brando no se encontraba mejor que yo. Sus lindos ojos grises ahora parecían casi negros, sus labios entreabiertos me invitaban a terminar de dar el paso. La electricidad recorrió mi cuerpo y en un arrebato desconocido por mí, terminó la distancia de nuestros labios. Nunca había besado a nadie. No tenía la experiencia para haber iniciado el contacto, pero era mi instinto quien me dominaba. Con caricias torpes lamí sus labios sintiendo un cúmulo de sensaciones en mi zona baja. Temblé cuando sus labios se separaron de los míos e introdujo su lengua en mi cavidad bucal, sin saber si lo que estaba haciendo bien, deslicé mi lengua junto a la de él. Sus manos viajaron por mi cintura y la mía por sus hombros. No sé cuánto tiempo pasó, para mí parecieron horas, pero puede que solo fueran segundos. Brando y yo seguimos besándonos, experimentado por primera vez lo que era sentirme deseada por alguien; el ambiente dentro de la carpa se tornó caluroso, de pronto siento un calor infernal y quería más. UN jadeo escapó de sus labios. —Eres lo más hermoso que han visto mis ojos —creí desfallecer con sus palabras. Intenté responderle, pero un ruido lejano me hizo fruncir el ceño. Escuché pisada a unos cuantos metros en el bosque. Por como venían parecía ser de un animal pesado. Inmediatamente me detuve y le miré llena de pánico. —Kira, ¿Qué pasa? —Lo siento, escuché pisadas —dije. Las escuché más cerca, mi sistema auditivo siempre había sido más agudo que resto de las personas. Cuando me encontraba en el colegio lo ignoraba, pero en una situación cómo esa, no. Podíamos estar en peligro. —¿Estás segura? —inquirió levantándose. —Lo juro, sé que puedes pensar que estoy loca —murmuré con la voz temblosa—, pero siento que esto es real. No creo que sea una broma por parte de Roy y su grupito. Nos levantamos al mismo tiempo. Mi cuerpo temblaba por el temor de que fuese un oso; salimos de la carpa, me quedé tiesa cuando vi tres figuras imponentes que venían a una velocidad vertiginosa hacia nosotros. Pensé que eran perros enormes, Brando y yo quedamos petrificados cuando distinguimos que realmente eran lobos. Él dio un paso hacia adelante sin saber lo que estaba haciendo, el lobo gris se acercó cada vez más, sentí que si no hacía algo para evitarlo se lo comería sin contemplaciones. Sin entender que estaba haciendo, corrí hacia ellos, dándole momento a Brando para que fuese por ayuda. Los tres lobos frenaron su corrida hacia nosotros, ahora era yo quien invadía su espacio y los llevaba hacia el bosque. No sé lo que estaba haciendo, pero era algo superior a mí. Los feroces animales me mostraron los colmillos, gruñendo. El miedo que sentí cuando los escuché a lo lejos desapareció repentinamente. ¿Qué estaba mal conmigo? Estaba en presencia de tres lobos gigantes, me estaban gruñendo y yo no me encontraba para nada preocupada. Los miré a los ojos, como si eso fuese a influir en ellos, mostré mis dientes en señal de ataque y me sorprendí cuando ellos mirando mis ojos, se sentaron mansamente alrededor de mí. ¿Qué demonios? Entonces pasó algo que no creí fuese posible. Miré al cielo, iluminado por la luna llena, sin razón alguna un aullido brotó desde lo más profundo de mi garganta, dejándome desconcertada.
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