Noche de luna llena

1071 Words
“Existen noches donde los lobos son silenciosos y solamente la luna aúlla.” George Carlin Cuando Brando regresó con la Sra Cooper y varios compañeros del campamento, ya los lobos habían desaparecido. No supe que decir en ese momento, apenas pude fingir que estaba aterrada, y realmente lo estaba, mas no por las razones que debía, sino porque no lograba entender que había pasado, ni mucho menos explicar como había logrado escapar de los feroces caninos. —¿Estás bien? —preguntó Brando. Asentí con rapidez. —¿Qué ocurrió Srta Hamilton? —No lo sé, Sra Cooper. Sólo vi los animales con intenciones de atacarnos y cuando traté de huir por aquel camino —señalo al lado contrario al que realmente fui— los lobos dejaron de seguirme. Aunque mis argumentos no son del todo fuertes, ella parece estar convencida, o eso me hacen creer. —Bien, regresen a su carpa. —Sra Cooper no me siento bien, preferiría regresar a mi habitación, por favor —le digo en un tono suplicante. —Bien, venga conmigo. —volteó a ver el rostro de Brando quien me observa desconcertado. Tal vez esperaba que me quedara con él y terminar aquel peligroso juego que habíamos iniciado minutos atrás; pero era lo mejor que podía hacer, debía mantenerme lejos de él. Descubrir que había algo pasaba conmigo y que ni yo misma sabía que era exactamente, me obligaba a alejarme de Brando. No quería hacerle daño. Nada de lo que estaba ocurriendo conmigo era su culpa. Mas, esa no sería la verdadera razón de que mi padre decidió alejarme de todos y retirarme de la escuela al día siguiente. No. Esa noche no pegué un ojo pensando en todo lo que había acontecido. Por lo que la mañana siguiente, al amanecer, me levanté de la cama algo cansada, me dolían las encías, las mandíbulas y todo mi cuerpo. Me asomé a la puerta y vi que aún ninguno de mis compañeros había regresado de acampar. Decidí ir hasta el riachuelo y darme un baño. Cuando estaba por meterme al agua escuché las voces de Roy y los gemelos McCain. Rápidamente traté de ocultarme detrás de los arbustos pero resbalé cayendo al suelo y llamando su atención. —¡Auchh! —me lastimé las manos al caer, me ardían y tenía algunos rasguños, una de mis manos sangraba. —Mira quien está allí, la chica que ve lobos. ¿Por qué no le damos la bienvenida que merece? —¡Aléjate de mí! —le grité, mientras cubría mi pecho con mis manos. La camisa se había adherido a mi piel dejando ver mis senos. —Irnos, eso es imposible, nena. Traté de escapar de ellos, pero Roy me sujetó con fuerza del brazo. —¡Suéltame! —grité, pero él rió burlándose de mí y ordenando a los gemelos que vigilarán por si venía alguien. Comenzó entonces a besarme, mientras sus asquerosas manos acariciaban mis muslos y buscaba tocarme mi feminidad. A pesar de que lo empujaba con todas mis fuerzas, él no se apartaba de mí. Un escalofrío me recorrió por completo provocando que dentro de mí, algo superior me obligara a enfrentarlo, fue entonces cuando miré al cielo, aún la luna no se ocultaba del todo y mi cuerpo comenzó a tomar una forma diferente. ¿Qué estaba ocurriendo? Me pregunté. —¡Mierda! —gritó Roy al ver mi transformación lycánica. Me empujó con fuerza y caí de rodillas, pero está vez me levanté de un solo salto y el hecho a correr. Quería hacerle daño y acabar con él. Roy corría aterrado, volteaba a ratos y sin darse peló el estrecho camino y cayó por un precipicio, golpeándose con una roca y quedando inconsciente. Por instintos busqué esconderme y esperar que mi cuerpo recuperará su forma habitual. Tardó unos minutos, cuando miré mis manos, las heridas habían desaparecido. Sorprendida por mi recuperación, regresé hasta la cabaña. Me metí en la ducha y luego me vestí para esperar a Brando. Debía contarle la verdad de lo que me ocurría. Sin embargo, mi sorpresa fue mayor cuando vi que traían el cuerpo de Roy cargado y los gemelos me acusaban. —Fue ella, Kira lo empujó. —me señaló Brack. —¿Qué? —pregunté confundida. Sabía lo que había pasado pero nadie me creería por lo que negué con firmeza sus acusaciones.— Eso no es cierto. —grité. La desesperación se apoderó de mí, recuerdo haberme desmayado cuando escuché de la boca del paramédico decir “Está muerto”. Aquella frase se repitió en mi cabeza una y otra vez. ¿Yo lo había matado? No, no lo había empujado pero era mi culpa, él cayó por el precipicio huyendo de mí. Sí, era mi culpa. Lo que ocurrió luego fue una pesadilla, todos me miraban y acusaban. Los padres de Roy estaba devastados y habían puesto una denuncia en mi contra. Por suerte para mí, mi padre logró sacarme de aquel problema. —Vamos hija, salgamos de aquí —dijo mi padre rodeándome con sus brazos. Subimos al coche, yo permanecía muda. Todo había pasado tan de prisa que no me di cuenta que había estado en custodia de menores por más de quince días. —¿Qué pasará conmigo? ¿No volveré al colegio? —No te preocupes, Kira. Yo me encargaré de todo. —Yo tengo la culpa, papá. Fue mi culpa. Está muerto por mi culpa. —Él intentó atacarte, sólo te defendiste hija. —Quiero saber la verdad y esta vez, no quiero mentiras. Debo saber quién soy en realidad. Por primera vez, mi padre permaneció en silencio, apenada asintió y condujo hasta nuestra casa. Bajamos del coche y entramos. —Voy a darme un baño para que almorcemos, vale. —dijo y se dispuso a subir las escaleras, pero lo detuve con un contundente NO. —NO, papá. Esta vez no me dejarás sin respuesta. Dime toda la verdad, te lo exijo. ¿Quién soy y por qué me transformé en un monstruo? Él se volvió a verme con el entrecejo fruncido, su rostro estaba contraído y había en él una mirada fría que me heló los huesos. —¿Estás dispuesta a saber la verdad, Kira? Tragué en seco, no sabía si conocer aquella verdad era realmente lo mejor o simplemente el peor error. Aún así, asentí. —¡SÍ!
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