Lucrecia estaba en su habitación, machacaba rizomas y raíces de una planta verde llamada Kava, luego la remojaba en una tela porosa para escurrir el líquido en un tazón de madera. Nora entró en la habitación observando lo que la mulata hacía —¿Qué haces? Lucrecia se asustó, mirándola preocupada —Nada... —¿Para quién es eso, mujer? Vamos, si me dices prometo que no diré nada. La mulata dudó. Nora se acercó a tomar las hierbas y olfateó —Es kava, ¿Estás bien? —Lucrecia conservó el silencio—. Es para la señora, ¿Verdad? ¿Ya no soporta al patrón? —¡No digas eso! bien, te diré la verdad, pero si dices algo juró que te he de lanzar uno de mis maleficios —dijo amenazante —¡Qué no diré nada! Lo juro por Dios, dime. —Sí, es para mi niña, porque es nerviosa, ella debe tomarlo cada noche
Download by scanning the QR code to get countless free stories and daily updated books