Hilary Sus ojos estaban llorosos, la mirada se le había puesto más triste y una arruga se le había implantado en el medio de sus cejas, volví a acariciar su mejilla con cuidado y suspiro, no me miraba, no decía nada y fue cuando me tomé el tiempo de mirarlo en serio por primera vez. Su camisa estaba abierta en los primero botones, sus mangas estaban arremangadas dejando ver su pulsera de hilo tejido, la misma que tenía yo, había comprado dos, era como un símbolo de unión que fabricamos aquella tarde noche. La tela se adhería a sus músculos, tanto de las piernas como de su camisa, abrí mi boca y la cerré cuando una lágrima abandono su ojo derecho, la limpie con cuidado y negó intentando alejarse, pero no lo deje. - No te alejes – susurre – No lo hagas – suspiro por quinta vez.