Lexia.
Guardo mi libro en la mochila y camino hacia la cafetería, seguro Sander ya está en nuestro lugar de siempre, al entrar lo veo riendo con una chica, espero no sea su conquista porque lo dejaré mal parado ya que después de las demás clases, no lo vi entre los intercambios, me acerco rápidamente hacia ellos.
— ¡Sander! Llevaba tiempo buscándote, ¡me dejaste sola, idiota! – lo reprendo.
La chica que está con él voltea y me encuentro directo con sus ojos rarísimos, son de un color gris sin igual, es decir, parecen los ojos de esas muñecas que les regalas a las niñas, sus cabellos rubios caen con gracia por sus hombros.
— Lexía, lo siento, lo olvidé, siéntate con nosotros. – habla mi amigo, pero ni le hago caso, por estar mirando a la que obviamente ha de ser la nueva del instituto. La miro entrecerrando los ojos.
— Eres la nueva. – susurro.
— Lexia, déjala tranquila. – reprende Sander.
— Sander, estoy bien. – responde la chica y me mira sonriendo amable. – Hola, soy Arya Alves.
— Yo, yo soy Lexia Ledesma. – tartamudeo, joder, es que mírenla, ¡es una raresa en este lugar! Ni parece ser real.
— Es mi amiga, desde niños. – aclara Sander.
— ¿Tus ojos son reales? – pregunto sin perder de vista sus ojos.
— ¡Lexia! No ves que la estás sofocando. – habla de nuevo Sander.
— Sí, son reales. – responde y con toda la confianza del mundo me acerco a tocar su hombro, por un momento parece un poco confundida
— Disculpa, pero es que eres alguien rara por aquí, rubia, alta, buena figura, cabello lacio, piel blanca no tan pálida y esos ojos color gris, ¡Dios! Caíste del cielo, ¿cierto? – bromeo guiñándole un ojo y deja escapar una risita.
— No, solo lo heredé de mi abuela. – responde.
— ¿Tú abuela?
— Sí, la señora Alves es su abuela. – Sander pone los ojos en blanco y entiendo.
— Aaah, wow, bueno, los amigos de Sander son mis amigos así que, espero nos llevemos muy bien. – le sonrío en forma amistosa.
— Yo también, ser vista como bicho raro ya no es divertido. – me agrada, no parece ser una creída.
— Pues te acostumbras. – resoplo tomándola por los hombros de nuevo. – Disculpa, pero, ¿puedes mirarme fijamente? Es que tus ojos no se ven todos los días por aquí. – pido.
— Lexia, déjala. No queremos incomodarla.
— Por mí…
Cuando ella iba a responder todos miramos la entrada triunfal del Alpha con su “chica” de siempre, Britana. Veo que Britana mira con odio a Arya y eso que no ha hecho nada eh, solo robar la atención de la mayoría, incluyendo la del Alpha mismo. Para darle más confianza le digo sus nombres y que no debería acercarse a ellos porque no son muy amables que digamos. En eso me siento un poco más inquieta, es como si tuviera fiebre, pero le resto importancia.
¡Ya llegué!
¿Qué pedo?, no creo estar tan loca como para escuchar voces, es decir, sí, me golpeo mucho en los entrenamientos, pero no ha sido para tanto o eso creo.
Veo que estás muy distraída, soy tu loba.
¿QUEEEEEE?
OYE, NO GRITES, que soy tu loba te estoy diciendo, pero por el momento solo te hablaré.
¿Cómo es que apareces hasta ahora?, ¿por qué no fue antes?, ¿me transformaré ya, aquí, frente a todos?, ¿no pudiste aparecer a mis 16 como a la mayoría?, oye, ¿es verdad que una vez que nos transformemos encontraremos a nuestro mate?
Oook, silencio, preguntas demasiado, te dije que solo hablaré, pero nuestra transformación está pendiente, por cierto me llamo, Lía.
Mucho gusto, Lía, soy Lexia.
Ay, Diosa luna, mi humana es un poco tonta, yo ya sé tu nombre.
Aplasto mis labios un poco enojada, no puedo creer que esto me esté pasando, mi loba parece un poco amargada, en fin, al menos puedo estar tranquila de que no me transformaré en medio de la cafetería.
Cuando Arya está por decirnos qué es lo que hace aquí, si viene de tan lejos, llega el Alpha Kenner de la manada “Fast Wolf”, no somos muy amigos de ellos porque nuestra Alpha no se lleva muy bien con el padre del actual Alpha de esta manada, ¿por qué? No lo sé, pero también puede ser porque tanto el Alpha Kenner como el Alpha Ryan, se llevan a la cama a Britana, digamos que es como la puta fina del instituto.
Jajaja, no puedo con tu ocurrencia, debí de aparecer antes.
Para que veas de lo que te perdiste.
Bien, termino preguntando que si son novios o no, pero aclaran el ser amigos y la rubia nos pide intentar ser amigos los cuatro, eso fue rarísimo, aunque debo aceptar que ser amiga de Arya me encantaría. Pusimos las cosas claras en la mesa y según lo que compartimos con el Alpha Kenner, no parece ser tan malo, ya nos veo, un Alpha de otra manada, un gamma, una delta y una humana de amigos, más raros, imposible.
***** *****
La primera semana de instituto es todo tranquilo o bueno, hasta ahora no me he transformado en mi loba y eso me tiene un poco de los nervios, además de eso, no esperaba que Arya en realidad fuese bruja, o sea, que ella ya sabía de nosotros desde el principio y no parecía asustada, muchas veces por ese motivo no le mostramos a los humanos quienes somos. Ahora tenemos un grupo de w******p donde escribimos todo el tiempo, el Alpha Kenner es buena onda, me gusta mucho tener más amigos además de Sander, es como tener unos familiares más.
— Lexia, debemos irnos, al parecer quieren hacer una reunión de gammas y no puedo quedarme más tiempo.
— Sander, no te preocupes, yo puedo ir caminando, no me sucederá nada. – lo tranquilizo mientras caminamos por el pasillo del instituto.
Es viernes y vamos a la última clase del día. Pero, antes de entrar siento que la temperatura de mi cuerpo aumenta sin ninguna razón, no tengo gripa y no he abusado en nada de los entrenamientos, me detengo porque siento que me duelen los huesos también, Sander detiene sus pasos y me mira preocupado.
— Lexia, dime qué sientes. – pide y me toma de cintura para poder apoyarme de él.
— Fiebre, tengo calor, mis huesos… ay. – me quejo sintiendo algo de dolor debajo de mis costillas.
— Mírame. – pide y con dificultad lo hago. – Joder, debemos irnos, pero ya. – habla con seriedad, no lo entiendo. – No eleves el rostro, no pueden ver tus ojos, solo mantente escondida en mi pecho. – ordena y asiento haciendo otra mueca de dolor.
Entra a la clase, toma nuestras cosas y le dice al profesor que me siento mal y que me llevará al hospital porque la enfermera de la enfermería ya se fue a su casa, el profe nos cree y mi amigo me lleva lo más rápido que puede por los pasillos a la salida.
— Ay. – me quejo de nuevo, siento que estoy sudando frío.
— Aguanta, Lexia, ven. – me carga enrollando mis piernas en su cintura, sube en una maniobra a su moto y acelera a fondo. – Aférrate a mí, respira, tranquila. – habla con voz suave.
— ¿Qué, qué es lo que me sucede? – pregunto escondida en su pecho.
— Estás en proceso de transformación, tu loba quiere salir. – responde y siento mareos por ir muy rápido pero hacia atrás, por mi posición.
— Pero, ella no me lo dijo. – hablo con un poco de miedo.
— Los lobos antes de transformarse, no hablan con sus humanos, es como un proceso. – responde y siento que nos guía por en medio de un camino con muchos baches. – Tranquila, estoy contigo, estarás bien, Lexi. – me llama por mi apodo de niña.
— Sander, tengo miedo. – lloro abrazándolo.
Grito de dolor al sentir que una de mis costillas aparentemente se rompió, joder, ¿tanto así dolerá? Mi amigo, frena y baja conmigo, miro un poco alrededor, estamos en medio del bosque, en los límites de nuestra manada, deja a un lado las mochilas y se acerca a mí acunando mi rostro.
— Tranquila, debes respirar profundo, dolerá, pero, es por ser la primera vez. – asiento, le creo, él jamás me dejaría a mi suerte. – Ahora quita esa chaqueta, la blusa y los vaqueros. – lo miro elevando una ceja.
— No voy a desnudarme. – me quejo y pone los ojos en blanco.
— Lo harás, mira, es de tarde, cualquiera puede verte…
— Por eso mismo. – chillo.
— No tenemos con qué cubrirte si destrozas tu ropa, así que rápido antes de que se rompan más de tus huesos. – ordena y asiento quitando mi ropa en medio de quejidos.
Le lanzo la ropa a mi amigo que lo coloca sobre mi mochila para que no se ensucie, no tengo vergüenza de que me vea desnuda, somos como hermanos y le tengo la suficiente confianza a él, además, yo también ya lo vi con poca ropa.
Respiro profundo como si estuviera en labor de parto, Sander me indica que debo dejarme llevar, que no luche y así será más fácil, los dolores aumentan, mis huesos se van rompiendo de a poco y grito sintiendo las lágrimas mojar mis mejillas hasta que luego veo todo n***o, al abrir mis ojos, veo a Sander con una sonrisa en sus labios, afirma con la cabeza, miro al suelo viendo mis patas enormes.
— Vaya, eres toda una loba ahora. – me halaga y gruño juguetona por su broma. – Creo que debo cuidarme la espalda de ahora en adelante. – entrecierra los ojos y me apunta.
Muevo juguetona mi cola y camino tanteando mis patas, se siente genial, veo que Sander se baja los pantalones y no está su camiseta.
— Oye, no me mires como si fuese la primera vez que me ves. – pone los ojos en blanco. – Te llevaré a pasear un poco, le hará bien a tu loba. – agrega quedando en bóxer.
En un parpadeo tengo al lobo de Sander frente a mí, es un poco más alto que yo, me señala el bosque y lo sigo, primero caminamos, luego trotamos y luego corre, lo sigo lo más rápido que puedo, siento el viento soplar mi rostro, ¡esto es genial!
Ya lo entendí, lo repites mucho.
Lía, no me dijiste de esto, eso es traición.
Bueno, tampoco tengo el poder sobre todo.
Después de un rato, Sander me guía de nuevo a donde dejamos nuestras cosas, me volteo esperando que se vuelva humano y se vista, me toca la espalda y se voltea para que yo haga lo mismo, rápido tomo mis prendas y me los calzo.
— Ya estoy vestida, Sander. – el voltea a verme y me analiza.
— ¿Cómo te sientes? – suspiro y me acerco a abrazarlo, me corresponde.
— Cansada, me duele un poco el cuerpo, pero muchas gracias por estar conmigo y no dejarme sola. – lloriqueo y siento sus caricias en mi cabello.
— Lo importante es que ya tienes a tu loba, no iba a dejarte sola.
— Gracias. – repito. – Dime, ¿de qué color es mi loba? – pregunto como una niña pequeña y me sonríe.
— Eres de color marrón claro y ojos amarillos como los míos. – sonrío feliz. – Me pregunto si tu habilidad de esconder tu esencia sigue o deberás entrenarlo de nuevo.
— Lo intentaré. – hablo y me concentro cerrando los ojos. – Y dime, ¿puedes percibir mi aroma? – elevo una ceja y cierra los ojos.
— Nop, nada. – habla y los abre de nuevo. – No perdiste la habilidad, ahora solo queda que encuentres a tu mate, esperemos no sea celoso porque donde se entere de esto ya me imagino muerto. – bromea y terminamos riendo.
— Gracias a la diosa luna que no eres mi mate. – lo señalo y se toca el pecho “dolido”.
— Me has roto el corazón, Lexia. – niega con la cabeza. – En fin, el afortunado soy yo porque después de todo, no tengo una cabezota como mate. – se burla y lo golpeo en el hombro.
— Idiota. – lo insulto, pero termino riendo con él.
— Vamos te llevo a tu casa antes de que tus padres se preocupen. – me rodea el hombro.
Agarramos nuestras mochilas y subimos a la moto en lo que él conduce en dirección a mi casa, estoy feliz, ya no seré la más “débil” del grupo de deltas, además ya podré intentar ascender de nuevo a gamma.
***** *****
Bajo a desayunar con mi madre, papá se fue a trabajar. Ayer cuando llegué y les dije de mi transformación me felicitaron, estaban felices por mí y un poco tristes por no haber presenciado el momento, agradecieron mucho a Sander por estar conmigo y terminamos cenando como toda una familia, Sander prácticamente vive aquí, y aunque mis padres lo nieguen, vi un poco de decepción en sus ojos cuando les dije que mi mejor amigo no era mi mate, en fin.
— Mami. – sonrío inocente comiendo el panecillo de la mesa.
— Dime, hijita. – responde con una sonrisa que ya me dice que entendió mi jueguito.
— ¿Puedo salir a pasear por la manada? – pregunto bebiendo esta vez del café con leche, está riquísimo.
— Vas a buscar a tu mate, ¿no es así? – eleva una ceja y la miro un poco sonrojada.
— Eh, bueno, puede ser. – hablo nerviosa.
— Puedes ir hija, solo no tardes mucho, hoy iremos de viaje a la casa de tus abuelos, a la ciudad.
— Está bien, prometo llegar temprano. – le doy un beso en la mejilla y me termino el desayuno.
Hoy, sábado viajaremos a la ciudad a casa de mis abuelos, padres de mi madre, ello escogieron mudarse y el Alpha los había dejado. Suspiro y subo a cepillarme los dientes, Sander seguro estará en la cafetería trabajando, después de dar un paseo iré a verlo. Tengo un presentimiento.
Yo también, así que camina.
Lía, debemos llevarnos bien.
Lo sé y eso no me desagrada.
Pongo los ojos en blanco, reviso mi atuendo, vaqueros ajustados en la cadera, pero un poco holgados en las piernas, la blusa apretada y una camisa de vaqueros a juego, mis calzados de color blanco y mi cabello suelto. Asiento conforme con lo que veo, tomo el teléfono y lo guardo en el bolsillo trasero.
— ADIÓS, MAMÁ. – grito saliendo de la casa y escucho su grito de despedida también.
Camino a paso lento viendo a niños jugar por el patio, las parejas destinadas por la diosa luna se miran con amor, espero que mi mate sea un buen lobo, que me mire con amor y se desviva por mí. Sonrío negando, saco los audífonos del bolsillo de la camisa y me los coloco para poder escuchar música mientras sigo con mi recorrido. La mansión donde vive el Alpha está un poco lejos, eso es algunos términos es bueno, porque no escuchamos la tremenda regañada que suele haber entre el tío de Alpha y este por cuestiones de faldas.
Está cerca.
¿Quién?
Mi loba no me responde y decido restarle importancia encogiéndome de hombros. Antes de pasar por el campo de entrenamiento me llega un olor irresistible, arrugo el entrecejo y apago la música que escucho, huelo con mayor intensidad el viento que trae consigo ese olor, es de rosas, me encantan las rosas, más si son de color blanco o amarillo, parece un perfume irresistible, sin poder controlarme camino a la fuente de ese olor.
MATE.
Lía, ¿de verdad?, ¿encontramos a nuestro mate?, ¿crees que será lindo?, ¿nos va a aceptar?
Calla, encuentra a nuestro macho.
Ya, ya voy.
Camino hacia la construcción donde se guardan las colchonetas, cubos, pesas y demás cosas que utilizamos en los entrenamientos, siento mi corazón más acelerado a cada paso que doy, no puedo creer que solo a horas de transformarme vaya a encontrar a mi mate, tengo mucha suerte porque muchos tardan años en encontrarla. Cada que me voy acercando escucho gemidos, arrugo el entrecejo, que no sea lo que estoy pensando porque no sé cómo reaccionaría.
— Ah, más. – gime la chica a quien sea que le está torturando de esa forma.
Escucho gruñidos y trago en seco, decido ocultar mi aroma para que no me descubran, no quiero malos entendidos. Llego a la habitación de donde escucho todo eso, la puerta está entreabierta, así que me asomo para dar con tres cosas. Primero, dos personas están teniendo sexo encima de una de las colchonetas de entrenamiento y siento asco de saber que luego será utilizado de nuevo sin limpiar; segundo, el dueño del olor a rosas está aquí, es el hombre que le está dando duro a la mujer que gime como desquiciada y tercero, ese hombre es… el beta, Luka Torres, tiemblo, no me lo puedo creer.
¿Qué esperas? Ve y rómpele el cuello a esa tipa que se está acostando con nuestro macho.
No, no haré eso.
Libera tu aroma para que sepa que estamos aquí.
No, no lo quiero de mate.
Siento rabia, enojo, dolor quizás porque yo lo percibí desde lejos, pero él ni siquiera notó un leve aroma mío, trago el nudo en mi garganta y decido irme antes de seguir escuchando como llegan a su orgasmo, no quiero que sepa quién soy, ocultaré mi olor cada vez que lo vea.
Tarde o temprano se dará cuenta. Lloriquea mi loba.
No importa, lo quiero lejos, tendremos otro mate.
Yo quiero a este, pero se estaba tirando a la ofrecida esa. Habla dolida Lía.
Cuando creo que ya no me escucharan, corro alejándome de allí, no quiero verlo, no tengo sentimientos por así decirlo por el beta idiota, pero, me da un enojo enorme el que no se respete ni un poquito, ¡él es, el beta! Debería ser más serio.
***** *****
Suspiro y decido caminar de regreso a casa, no fui a la cafetería a ver a Sander, solo vine a un lago alejado de la manada, oculté mi aroma camuflándome de cualquier tipo de ataque de rogues, uno nunca sabe y con una humana no se meten así porque sí. Saco el teléfono viendo que ya son las tres de la tarde, mis padres han de estar esperándome. Primero reviso los mensajes pendientes que tengo.
Sander: Creí que ibas a venir a verme como todos los sábados, te guardé helado.
Sonrío, mi amigo siempre hace eso, a pesar de que nunca le aviso, siempre me espera con un helado de fresas, mi favorita. Pero esta vez ni el helado puede quitarme este mal sabor que siento.
Lexia: Lo siento, me distraje caminando y te dejé de lado, además salgo de viaje con mis padres a la casa de los abuelos.
Sander: Está bien, el helado queda para otro día, solo cuídate.
Lexia: Lo haré.
Después de eso, veo que tengo llamadas perdidas de mi madre, decido enviarle un mensaje avisándole que ya voy de camino y que solo me entretuve por un lugar. Al llegar a casa la puerta se abre antes de que pueda tocar y veo a quien menos quiero.
— Delta. – sonríe divertido, pero solo puedo verlo con seriedad.
— Buenas tardes. – hablo secamente y eleva las cejas en forma de sorpresa.
— Vine a…
No lo dejo terminar cuando entro a casa pasando por su lado y veo a mis padres un poco sorprendidos por mí reaccionar, los miro esperando que me digan alguna cosa.
— Hija. – habla mi padre.
— Sí, papá. – respondo obedientemente.
— El beta quiere hablar contigo. – lo señala y apuño mis manos en mis costados, pero sonrío para que mis padres no noten nada.
— Papá, creo que se nos hará tarde para ir a la casa de los abuelos. – respondo, siento la mirada insistente de Luka, pero no voltearé.
— Solo serán cinco minutos. – habla detrás de mí.
Respiro profundo, menos mal que eso de ocultar mi aroma se me hace costumbre, sino, no sé en qué situación estaría, mis padres asienten dándome el permiso que yo no quiero para hablar con el beta, camino saliendo de casa para que me siga, camino para irme alejando más, mis padres a veces pueden ser bien chismosos, él se incorpora a mi lado, pero no dice nada, por lo que paro mi andar y lo miro de mala gana.
— ¿De qué quieres hablar? – pregunto rápido y sin el “beta” que suelo decirle.
— Me dijeron que por fin te habías transformado. – sonríe, arrugo el entrecejo.
— ¿Y? – pregunto cruzándome de brazos.
— Que quiero pedirte que me dejes oler tu aroma. – me río en su cara, está loco si piensa que dejaré que haga eso.
— Beta, estás loco. – digo burlándome.
— ¿Qué es lo gracioso? – arruga el entrecejo. – Yo estoy hablando en serio.
— Nada. – me encojo de hombros y niego con la cabeza. – Yo no quiero que lo haga y no puede obligarme. – lo reto.
— Soy tu beta, me debes respeto y te lo pedí de buena manera.
— No me importa, no eres el Alpha y si no quiero liberar mi aroma no lo haré y punto. – tensa la mandíbula y luego sonríe de medio lado.
— Ya veo. – asiente y lo miro confundida. – Bien. – resopla y se lleva las manos a los bolsillos. – Entonces cambiemos de tema.
— Tengo un viaje pendiente, no seré su amiga. – hablo secamente y camino alejándome de él.
— Debiste hablar. – dice a mis espaldas. – Hace rato si querías unirte a nosotros, solo debiste hablar. – paro en seco, él no pudo saber que yo estaba allí o ¿sí?
Mi corazón late acelerado conforme escucho sus pasos acercándose, no me atrevo a mirarlo, él mismo se posiciona frente a mí y hago mi mayor esfuerzo para poner una cara de confusión.
— No sé, de qué está hablando. – por lo general cuando una dice eso, los hombres relatan todo lo que ellos creen que sucedió.
— En la zona del entrenamiento, cuando estaba con aquella…
— Ok, si me va a contar cosas indecentes, olvídelo, no quiero escucharlo. – lo interrumpo escuchando su risa.
Qué bonita risa tiene.
Lía, concentración.
— Estuviste allí y nos viste. – mi respiración se detiene.
Acaso, ¿él sabe que soy su mate y de igual forma se seguía cogiendo a esa mujer? Lo miro enojada, aprieto la mandíbula tratando de retener todas las malas palabras que quiero decirle, pero me niego a creer que lo sepa.
— Luka. – lo llamo y ladea la cabeza viéndome. – Al parecer estás un poco ebrio. Yo no estuve donde dices.
— Claro que sí o, ¿cómo explicas esto? – de su bolsillo saca uno de mis aritos, para mi desagracia es el mismo que tengo puesto, pero solo de un lado.
Me toco la oreja, mierda, ¿ahora qué diré? No puedo decirle la verdad, no.
— Seguramente se cayó otro día. – me encojo de hombros y se acerca a mí.
— ¿Quieres que te diga lo que sucedió? – susurra y al sentir su aliento tan cerca tiemblo ligeramente.
— ¿Me robó mi arito? – pregunto actuando arrogante.
— Buen intento, delta. – sonríe. – Pero, los dos sabemos que estuviste allí, mira, ten tu arito. – me lo extiende y lo tomo, pero me toma de la mano pegándome a su cuerpo.
Ay por la diosa, está poniendo a prueba nuestra paciencia.
Lía, ni se te ocurra hacer algo estúpido.
Me encantaría que mi macho me marque ya.
No nos merece, estaba con una zorra.
— Lexia, si quieres puedo hacerte lo mismo que a ella, es solo cuestión de que lo pidas. – habla seductor y ardo en enojo.
No porque no me guste la idea, es más porque me hizo recordar lo que hizo con esa mujer, aprieto la mandíbula, me zafo de su agarre y sin pensarlo dos veces lo abofeteo fuertemente mandando a un lado su cabeza, el sonido de mi mano chocando con su mejilla hizo eco.
— Escucha muy bien. – hablo entre dientes y él se soba la mejilla. – No vuelvas a decirme algo parecido. En estos momentos siento asco de ti y donde me vuelvas a molestar te golpeo las bolas, beta idiota. – termino y camino rápido a mi casa, entro y cierro de un portazo mientras siento mis pulsaciones a mil.
— Hija.
Ay diosa luna, no permitas que me maten aquí mismo, mi padre eleva una ceja y tiene los brazos cruzados, trago en seco.
— Papá, yo…
— Amor, es hora de que nos vayamos, mis padres nos esperan. – me defiende mi madre y suspiro.
— Está bien, pero tenemos una conversación pendiente. – me señala.
Mi madre me hace una señal de que suba a mi habitación, subo corriendo para guardar unos cambios de ropas y salir con ellos, una vez hecha me echo en la cama y cierro los ojos.
Creo que todavía no te das cuenta de lo que hiciste.
¿Qué hice?
Abofeteaste a nuestro mate que resulta ser, es el beta de la manada.
Me levanto como un resorte de la cama, mierda y más mierda, cierto, lo golpeé sin medir nada, él puede quejarse con el Alpha y me irá como en la casita del miedo, bufo y me paso las manos por el cabello, esto es una total mierda.
— Ni modo, por lo menos me iré lejos hasta mañana por la noche. – me tranquilizo.