Lexia.
Llegamos a la casa de los abuelos, me recibieron con enorme abrazo, los extrañaba muchísimo, nos vemos dos veces al mes, lo que sucede es que ellos viajan mucho. Después de cenar me vine a la habitación donde me dormiré, pero me mantengo navegando por internet, hasta que… me llega un mensaje de texto en el Messenger, arrugo el entrecejo un poco confundida y decido abrir el mensaje.
Luka Torres: Delta, pegas duro, me duele la mejilla.
Pongo los ojos en blanco, maldita sea la hora que lo acepté en f*******:, por lo menos no tiene mi número de teléfono y si lo dejo en visto aquí, no podrá hacer nada.
— Jódete, beta idiota. – susurro y le doy salir de la conversación.
Sonrío traviesa por esto, decido permanecer en línea para que sepa que ya vi su mensaje, pero que no me da la gana de responderle. En unos segundos lo veo “escribiendo” de nuevo.
Luka Torres: En serio planeas dejarme en visto, eh, ¿sabes cuántas mujeres esperan que le responda al menos un mensaje? Y tú como si nada ni me respondes.
Pongo los ojos en blanco, luego llega una foto, una captura de pantalla donde se ve una lista de chicas con mensajes sin abrir por él, aprieto la mandíbula y decido dejarlo de nuevo en visto, este quiere provocarme y no lo logrará.
Me sorprende tu fuerza de voluntad, yo quiero a mi macho conmigo.
¿Sabes? Debes aguantarte, porque tu macho imbécil corre tras cualquier falda y mientras eso no cambie yo ni el saludo le devuelvo.
Eres muy dura, nosotras también podemos hacer eso.
No va conmigo.
Ni siquiera dejas que sepa de nosotras.
Y así seguirá.
— Lexia, hija. – habla mi mamá detrás de la puerta, bloqueo el teléfono y lo coloco al lado de mí.
— Mamá, pasa. – ella entra y se sienta a un costado en la cama.
— Hija, ¿Hay algo que quieras decirme?
— No, mamá, ¿por qué?
— Noté una tensión entre el beta y tú. – desvío la mirada y me incorporo con un poco de incomodidad. – Sabes que puedes confiar en mí.
— Mamá. – vacilo un poco, muerdo mi labio inferior y la miro para suspirar. – No quiero hablar de eso, es que no me llevo bien con el beta. – me encojo de hombros.
— ¿Será solo eso? – eleva una ceja y la abrazo.
— Mami, él es mi mate. – susurro.
— ¿QUÉ…?
— Shh. – la silencio poniendo un dedo sobre mis labios como señal.
— Pero, hija. – susurra y no me queda de otra que contarle todo lo que sucedió, hasta lo de la cachetada. – Vaya, es tremendo idiota a pesar de que es mayorcito. – me río con ella.
— Mami, ¿cuántos años tiene? – pregunto curiosa.
Sé que es viejo, porque el Alpha tiene como 100 años y el beta tiene una edad aproximada, yo apenas y cumpliré 18 en unas semanas más.
— Lexia, el beta tiene 120 años. – responde y abro los ojos como platos.
— ¡A LA MIERDA! Es un puto vejestorio y yo una niña. – me quejo chillando y mi mamá se ríe a carcajadas y la sigo por mi ocurrencia.
— LEXIA, PALABROTAS EN MI CASA, NO. – grita mi abuela y me tapo la boca.
— Es mejor que bajes la voz. – habla bajo mi madre.
— ¿Tú crees que nos escucharon? – susurro con miedo y ella niega.
— No, solo escucharon la última expresión. – niega sonriente. – Hija, uno no decide con quien estar o a quién querer, en nuestra especie, solo terminamos atraídos por el alma que nos destina la diosa luna.
Suspira y hablamos de otros temas, me gusta mucho poder confiar en mi mamá, es muy buena consejera, me dijo que actúe de forma correcta y que jugar un poco para llamar su atención sin decirle quién soy todavía, sería un buen movimiento, ella es genial.
— Mami, dormiré.
— Está bien, hija, buenas noches. – me da un beso en la frente y sale de la habitación dejándome sola.
Antes de cerrar los ojos veo mi teléfono para poder poner la alarma, en eso veo que tengo otro mensaje en Messenger, decido abrirlo intuyendo que es Luka y en efecto, sí es él.
Luka Torres: Lexia, hay algo en ti que me incita a querer hablarte, no es broma, pero realmente me gustaría que respondieras.
Arrugo el entrecejo, ¿qué le pasó al beta idiota? Estará ebrio y por eso escribió esto, solo resoplo y salgo de la conversación bloqueando el teléfono, mañana será otro día.
***** *****
Camino por las calles del barrio donde viven mis abuelos, me pidieron que fuera a una despensa por el refresco justo cuando ya estaban sirviendo el almuerzo, excelente momento, eh.
Lexia, no entiendo por qué no le respondiste a nuestro mate.
Porque es un idiota.
Es nuestra pareja pre…
Silencio, te esperé mucho tiempo y ahora resulta que quieres que te haga caso.
No recibo respuesta y pongo los ojos en blanco, a veces es dramática
— Buenas. – hablo saludando a una abuelita que atiende aquí. – Me da un refresco de un litro, por favor. – sonrío y le muestro la botella retornable que traigo conmigo.
—Sí. – responde y lentamente toma la botella y camina por un pasillo para traerme otro.
La señora de cabellos blancos regresa con mi refresco y le p**o el monto para salir de allí con rapidez, me veo interrumpida cuando choco con un cuerpo grande, arrugo el entrecejo y me incorporo para enfrentarlo.
— Lo siento, no me dio tiempo de apartarme. – habla el chico, lo miro.
— Tranquilo, no sucede nada. – respondo amable.
Es que el chico es lindo, cabello castaño, ojos claros, cuerpo bien desarrollado, solo que el motivo por el cual chocó conmigo es porque trae unas bolsas de mercado y ciertamente, se lo ve un poco cansado.
— Me tengo que ir, que tengas buen día. – se disculpa y caigo en cuenta de que me quedé unos minutos mirándolo sin decir nada, ¡qué idiota!
— Eh, claro. – sacudo mi cabeza. – Adiós. – me despido y camino rápidamente hacia casa de nuevo.
Al llegar almorzamos en medio de risas y anécdotas de los abuelos. A la tarde nos despedimos de ellos y regresamos a casa, bajo del auto con mi mochila donde tengo la ropa que llevé conmigo y al caminar siento que me vigilan, arrugo el entrecejo, pero decido restarle importancia al asunto.
Al día siguiente voy al instituto caminando, Sander tuvo que quedarse un poco más porque su madre se enfermó e iba a prepararle una infusión o algo así, el tema es que él llegará unos minutos tarde y eso es lo que yo evitaré.
Mentira, solo querías evitar las preguntas de tu padre.
Puede que tengas razón en eso.
— Delta. – me llaman, conozco perfectamente esa voz por lo que me hago la loca y sigo caminando. – Lexia. – esta vez está más cerca, su auto para a un costado de mi cuerpo.
No paro mi andar, no sé qué es lo que quiere, pero, mientras no le tome importancia, seguro se irá a molestar a otra. Escucho la puerta del auto cerrarse por lo que deduzco se bajó y sus pasos acercándose me lo confirman, sonrío sabiendo que me está siguiendo.
— Lexia. – me detiene del hombro y me voltea.
No puedo negar que el contacto de su mano con mi hombro me erizó la piel, es decir, ¡es mi mate!, y es una tortura el tenerlo aquí en frente y oler disimuladamente su aroma a rosas, suspiro camuflando el hecho de que quiero inundar mis fosas nasales con ese olor.
— ¿Qué quiere, beta? – miro el reloj en mi muñeca para “ver la hora” que en realidad no veo. – No puedo perder más tiempo o llegaré tarde a clases. – sonrío falsamente con los labios cerrados.
— Sube al auto, te llevaré. – elevo una ceja.
Vaya, al parecer quiere ser un caballero.
— No es necesario. – me volteo, pero me detiene.
— Sube, es muy lejos, además, me servirá de compañía. – habla seductor guiñándome un ojo, ay no, ya la cagó.
— Si lo que necesita es compañía. – sonrío traviesa y él me corresponde inmediatamente. – Suba a su auto y ponga la radio, escuchar la voz del locutor será su compañía. – asiento y veo su cara de sorpresa, al parecer no suelen rechazarlo.
Camino siguiendo hacia el instituto, no me está siguiendo y eso es bueno, ya estaba a nada de oler su ropa, necesito una forma de mantenerme a raya o esto terminará mal.
Lo que necesitas es hacerle saber que es nuestro.
No.
Pero, su lobo es muy coqueto. Se queja queriendo que ceda.
Por eso mismo debemos estar alejadas, es un coqueto.
La puerta del auto se cierra de un portazo, arranca y acelera a fondo dejándome sola, dejo escapar el aire que estaba conteniendo, esto es lo mejor.