Mis labios tiemblan y mis ojos se llenan de lágrimas. Intento tragar saliva, pero es imposible, tengo el paladar seco.
—¿Y acaso voy a ser muy feliz a tu lado? —cuestiono—. ¿Acaso a tu lado será la historia diferente? —Alessandro aleja la mano de mi cabeza—. Tú quieres condenarme a ser una mujer divorciada. Nada más estás pensando en ti mismo, en no perder la fortuna de tu padre. Sabes que soy una mujer fácil, porque desde niña me moldearon para ser tu esposa; para eso nací, ¿no? Mi madre ni siquiera quería tener una hija, pero decidió hacerlo al saber que tú ibas a nacer. —Me detengo al sentir que iba a empezar a llorar.
—Desde pequeños sabíamos que este día iba a llegar, tampoco es tan malo —comenta con tono serio—. No finjas que no lo quieres, es evidente que estás enamorada de mí, ¿
