—¡No, yo nunca he querido casarme y no lo haré! —protesto—. Además… después de un año dijo que nos divorciaremos. Yo no seré una divorciada, claro que no. Tocan a la puerta y después una empleada llega con un ramo de rosas blancas y más atrás entra un empleado con una bandeja de comida. —Oh, vaya, ¿eso es para mí? —inquiero y la rabia se esfuma de mi interior. —Tal vez es Martyn, señorita —comenta Gloria y ayuda a acomodar el enorme ramo de rosas blancas en el escritorio—. Oh… tiene una tarjeta escrita a mano, qué romántico… No me interesan mucho las rosas, mis ojos se concentran en la comida, me desconcierto al ver el filete bañado en salsa de ciruelas, era el mismo que Alessandro había pedido en el restaurante, así que eso me lo informa todo. Los empleados salen y quedo a solas