Un gemido acalló mis palabras y cerré mis ojos incrédula de que sus caricias en mis piernas y sus dulces besos en mis pies y tobillos hubieran hecho “brincar” nuevamente mis entrañas como una continuación de mi orgasmo, cuando abrí mis ojos él sonrió satisfecho de su hombría y del placer que me había dado, yo le sonreí y me hice hacia atrás para acomodarme en la cama haciendo que su pene me abandonara, doble mis rodillas para apoyar las plantas de mis pies sobre la sábana y abrí las piernas, levanté los brazos invitándolo a subirse a la cama y en mí, él lo hizo y me volvió a penetrar acostándose sobre mi cuerpo y apoyando sus manos a los lados de mi cabeza, era la más excitante posición del misionero en la que yo hubiera cogido, levanté mis manos y recorrí con caricias sus brazos y sus hom
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