Yankiray. El hambre que profesaba era darme vuelta, hacerme poner sobre mis rodillas y montarme cual caballo en celo desesperado por su yegua, que si no la puede monta se pone loco destruyendo todo a su paso, muerdo las telas de nuestro lecho y mis lágrimas caen de lo bien que se siente tenerlo y recibirlo de esta manera, aun no entiendo el mecanismo o como es que sentimos atracción, cuando veo a Mawunko mis piernas tiemblan, mi intimidad se moja y hormiguea, con solo una sonrisa mis pechos duelen y mi boca se seca, y cuando me toca me olvido de todo lo que me rodea, me olvido hasta de mi misma porque me entrego a él, dejo que él haga de mi lo que quiera y lo hace, si que lo hace. —Mmmgggg. —se sigue moviendo mientras sus dedos me tocan en donde estamos unidos haciéndome sentir que me va