Capítulo 1
Mawunko.
Logro soltarme del maldito blanco que me tenia aplastándome con su cuerpo para poder mantenerme controlado pero nunca lo pudo lograr, me volví loco cada segundo desde que llegaron, le doy un puñetazo en las pelotas logrando que me suelte y corro hacia mi tienda totalmente ciego de odio, mi madre y hermanos están ahí, debo llegar a como de lugar, mi padre es un maldito bastardo, a penas vio venir a los blancos malditos corrió para salvar su culo, no le importó nadie, ni sus mujeres menos sus hijos, solo él y así lo pagó, muerto sobre el barro como el maldito cerdo que era.
Llego a la choza de mi madre y me voy sobre el que está agarrando a Lautaro de los pelos, una simple criatura de dos estaciones de primavera y no les importa nada, así como a mi no me importa su maldita vida que le ensarto mi cuchillo en el cuello hasta la empuñadura, me giro viendo a mi hermano mayor pelear por llegar donde mi madre en donde se toman turnos para abusar de ella, caigo al suelo y me alzan de los pelos.
—"¿Esa es tu Mamá no?". —me hacen ver como se van turnando para abusar de ella pero lo único que hago es mirar a mis hermanos llorar desesperados.
—AAAAAGGGGGGG... NOOOOO DEJENLAAAAA. —mi hermano grita desesperado al verla casi muerta en el suelo boca abajo, yo miro recordando sus caras, caras que jamás en la vida me las voy a olvidar.
—"Ya me hartaste pendejo". —mi hermano cae al suelo sin vida y apuntan con un arma a mi madre, no les importa que ya la destruyeron, toda lastimada y aun así la apuntan con un arma.
—"Cuida a tus hermanos hijo mío". —me sueltan cuando le dispara en la cabeza y salen riendo como los malditos que son.
—"Los dioses nos van a volver hacer cruzar caminos". —me miran sin entender nada de lo que digo pero están serios—. "Y se las voy a hacer pagar de la peor manera, van a desear jamás haber nacido".
Se van dejando todo el desastre atrás, todo el dolor que causaron solo por el simple hecho de hacerlo, porque pueden y porque quieren, llegaron de la nada a destruirnos, no pudimos si quiera reaccionar en defendernos, salgo viendo a mi pueblo en ruinas, lo que no esta ardiendo en llamas esta destruido, nada dejaron en pie, oigo los gritos por las perdidas, el llanto por los abusos y el dolor en mi alma por todo el daño que no pude evitar.
Entro a mi choza y mis hermanos lloran a mas no poder, voy hacia donde esta Aneley acostada y gritando que no da mas, pareciera que en cualquier momento hasta su vida va a apagarse de tanto miedo, la alzo y la pego a mi pecho meciéndola con calma, agarro a Lautaro de la mano y los otros me siguen sin que les diga, saben que deben seguirme, soy lo único que les queda y los voy a proteger.
—Mawunko. —están todos afuera de sus casas mirándome a la espera de que les diga que hacer, con una tragedia como está quedé a cargo del pueblo.
—Vamos a levantar y nos vamos a ir al rio. —me miran con sus rostros atemorizados y por dentro estoy aterrado, mas aterrados que ellos.
—Debemos enterrar a nuestros muertos.
—Vamos a llevar a las mujeres y niños a un lugar seguro... Luego volvemos para dar las sepulturas correspondientes, hagamos lo mas seguro para no seguir enterrando a mas de nuestra gente.
—Si. —viene la mujer de uno de mis tíos y agarra a Aneley dándole pecho que no deja de llorar.
—Le doy pecho.
—Si. —mi hermano mayor de parte de padre, no de madre, me agarra del brazo con fuerza y con odio me mira.
—El puesto es mío Mawunko, no tomes las decisiones, aca mando yo si padre no está. —sin miedo lo miro a los ojos, aun para ser cinco años menor que él soy mas alto, mi madre era de una familia corpulenta.
—Mi madre era la esposa principal. —me suelta donde sabe que con eso no me puede derrocar ni aunque el pueblo lo apoye, y todos quedan en silencio—. El puesto era de mi hermano Auca y ahora es mío por derecho. —me paro bien derecho demostrándole que no le tengo miedo—. Un bastardo como tu no me va a venir a decir lo que debo hacer.
—No permito que...
—Corriste igual que el cobarde de nuestro padre lo hizo solo que debiste morir como él, pero te tengo aca perro sarnoso... No te importó ni tu madre ni tus hermanos, ¿Qué puesto quieres?, ¿no defendiste ni a tu propia sangre Y vas a defender a estas personas?. —me giro y todos los hombres nos miran, llenos de sangre y aterrorizados—. Si siguen a mi hermano vayan con él... Los que me sigan vayan al rio de inmediato, hay que intentar proteger a las mujeres y niños que queden.
—Te seguimos Mawunko.
—Eres nuestro líder.
Nos vamos todos al rio dejando todo atrás, cargo a Lautaro en mis hombros, Ayen y Antilef me dan la mano y Caupolicán con Yerimen me ayudan a llevar nuestras pertenencias y así empréndenos el viaje que con lo golpeados que estamos nos toma todo un día, un día de una tortura tras otras, los dolores, los llantos, los gritos de miedo, el hambre, la sed, el cansancio y la locura de mirar hacia todos lados creyendo que vienen a terminar lo que empezaron, mis hermanos de a ratos lloran por el terror que sintieron al ver a esos malditos blancos haciendo las barbaridades que nos hicieron, después los indios somos los barbaros que debemos ser cristianizados porque no sabemos de amor ni familia, pero delante de todos mis hermanos violaban a mi madre una y otra vez, delante de muchos hijos y padres violaban a sus mujeres e hijas, Caupolicán camina al lado de mi tía vigilando a nuestra hermana, ahora están bajo mi protección, no debo flaquear en ningún momento, debo tragarme el miedo y el dolor, y ponerme firme para poder llevar esto adelante.
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Abro los ojos suspirando, ya va un poco más de una estación en los que estoy al frente de mi pueblo, me esta costando sacar viejas costumbres que se pasaron de generaciones, pero mi mano dura no va a caer, hombres acostumbrados a que sus esposas hagan todo el trabajo se han ido cuando puse la nueva regla de que ellos deben empezar a construir sus hogares y proporcionar alimento mas seguridad, mi choza no esta mejor que las demás, Caupolican me ayuda en todo lo que puede pero cuenta con catorce estaciones recién adquiridos, mas no puedo pedirle, seria sacarle aun mas el poco brillo que tiene en sus hijos, pero mandé a entrenar a todos los hombres en lucha, mi hermano Auca me decía siempre que esto mismo que estoy haciendo lo iba a hacer él cuando tomara el poder, como no pudo donde le arrebataron la vida voy a llevar a cabo sus ideas que me las contaba en todo momento porque siempre me decía que era su mano derecha, y yo feliz de poder apoyar a mi hermano lo mas que pudiera.
—Shhh. —alzo a Aneley ya que gimotea chupando su mano donde ya tiene hambre—. ¿Ya te doy algo si?.
—¿Ya es hora de levantarse?. —Yerimen me mira con sueño donde terminamos todos muy cansados.
—Puedes dormir un poco más, no te levantes. —Caupolicán no está en su cama y niego por eso, abrigo a mi hermana y salgo de la choza a ver donde anda.
—Traje leche. —viene casi corriendo mostrándome un cuenco lleno de leche recién ordeñada—. Voy a calentarla así los nenes toman la leche tibia.
—Ve adentro.
—Dámela así le cambio el pañal.
—Si, entren. —entra con mi hermana menor y la leche, miro todo viendo que la vida en el pueblo empezó.
—Mawunko vamos a ir a regar las huertas. —miro a la chica asintiendo.
—¿Quién las acompaña?.
—Mi papá va hoy.
—Bien... Vayan entonces, después voy, avísale a tu padre. —entro y mi hermano esta calentando la leche con todos mis hermanos mirando a la espera.
—Ya esta la leche de Aneley. —le pasa el tazón lleno de leche a Antilef que se levantó.
—Gracias. —la sienta en medio de sus piernas y la alimenta dándome escalofríos de lo joven que es, y lo responsable que se hizo.
—Tía ya debe venir con pan.
—Le llevé leña y dijo que a penas este nos trae.
—Cau. —me agacho delante de él viendo a mi hermana alimentarse—. No quiero que te levantes tan temprano... Soy más grande, yo debo hacer lo mas pesado.
—Quiero ayudar, hay mucho por hacer y con los nenes también, no puedes con todo solo. —mi cuerpo tiembla al ver que su mirada de niño ya no está y si que intenté que eso no pase, pero era algo que no estaba en mis manos.
—Esta bien. —pongo mi mano en su hombro dándole unos golpes—. Pero yo hago lo mas pesado ¿Esta bien? No quiero que te lastimes.
—Esta bien. —la alimenta sonriendo porque le di permiso abiertamente de que sea un hombre.
—Tengo que ir con los hombres a buscar mas leña. —pongo otro tronco en la estufa viendo a los demás dormir abrazados y todos juntos para conservar el calor—. Se viene el invierno con fuerza.
—Mamá nunca pudo enseñarme a como saber cuando habla la tierra.
—Yo les voy a enseñar a todos y todo lo que mamá me enseñó, no te pongas triste. —Aneley termina suspirando de alivio donde quedó llena—. Cuando me desocupe vengo y seguimos con la tienda.
—Bien, voy a limpiar un poco. —voy saliendo cuando choco con mi tía.
—¡Uy! Disculpe tía no la vi.
—No es nada hijo. —acaricia mi cara como lo hacia mi mamá, y no me gusta nada, no quiero borrar las manos y besos de mi madre.
—Voy de salida, adentro aún los nenes duermen, cuando sea mediodía vengo para hacer la comida.
—Yo la hago y de paso hablamos ¿si? Necesitamos hablar Mawunko.
—Bien.
Paso toda la mañana pensando en lo que me dijo mi tía, ella me dice así solo cuando es algo importante porque quiere que hablemos en privado sin miradas de los curiosos del pueblo y los oídos de los chismosos, la ultima vez que me pidió hablar fue cuando unos hombres se querían revelar contra mi autoridad y ella me advirtió a penas se enteró de lo que querían hacer, es muy importante para mi poder confiar en ella, la única familia que nos queda, la única que permito que me ayude con mis hermanos, no quiero que nadie más se meta en nuestras vidas o después se toman atribuciones que no corresponden.
Cuando llego a mi tienda huelo a comida, comida deliciosa no como lo que preparamos nosotros, en un principio ni siquiera se nos había ocurrido pelar las verduras, mandábamos todo a la olla y que se haga, hasta que de a poco fuimos viendo como se hace realmente, más que nada a prestarle atención a mi tia cuando viene.
—Hermano. —entro recibiendo en mis brazos a mis hermanos, pero veo que están comiendo y mi tía nos mira.
—Vayan a comer, deben alimentarse. —alzo a Aneley que venía hacia mi como podía, después de un beso la siento para que coma.
—Vamos afuera ¿si? Así hablamos y después comes tranquilo.
—Si. —no sé siquiera si va a quedar, los miro que parecen perros rabiosos peleando por la comida, afuera me paro frente a ella cruzado de brazos—. ¿Qué pasa tía?.
—Ya sé que no quieres casarte aún, pero debes hacerlo hijo. —quedo tan sorprendido que no sé que decir, solo la miro a los ojos—. Tuve una entrevista con el cacique de la tribu del oeste.
—Esa es mi decisión tía... De nadie más.
—No intento pasarme en mi posición.
—Lo estas asiendo... Ya tengo prometida.
—No me gusta nada esa chica Mawunko.
—Me la asignó mi padre.
—Padre que vivía borracho y no sabia siquiera cuantos hijos tenia. —quedo en silencio donde es absolutamente toda la verdad, no puedo defenderlo en nada—. La chica llega al final del invierno y debes casarte con ella para fortalecer tu puesto y que nadie quiera desafiarte. —pone su mano en mi cara con suavidad—. La vi y es hermosa... Muy hermosa, no vas a tener problemas en procrear con ella.
—Esta bien.
*****
Yankiray.
Miro mi nuevo hogar con recelo, se nota que están remontando de cero, todos sabemos lo que pasaron hace un año y medio atrás cuando los blancos vinieron a destruir todo lo que encontraron, me sentí sumamente triste y más que dolida por las vidas perdidas y aún más por las dañadas, el muerto ya no sufre, los que dañaron son los que están sufriendo porque el recuerdo de eso les va a perdurar de por vida, lo sé por mi abuela que en sus tiempo de niñez sucedió algo parecido con su pueblo.
—Ya llegamos. —mi hermano mayor me ayuda a bajar de la carreta y baja todo lo que traigo, más que nada regalos de mi madre y abuela.
—Gracias por venir a dejarme.
—Debo volver. —mis lágrimas se amontonan nublándome la vista, ya no los voy a ver más a no ser que mi esposo me lleve sino, este es el fin de hermanos—. Sabes que hay problemas con los blancos y debo volver, no voy a dejar a mi pueblo desamparado.
—Ve con los dioses hermano. —lo abrazo y él me aleja donde es frio y duro, llevó toda su vida una preparación de jefe, un jefe diferente no como nuestro padre.
—Sé fuerte Yankiray, y sé firme con tu posición de primer mujer y la machi ¿si?.
—Si. —se sube a la carreta y me sonríe con tristeza, pero debió entregarme al mejor postor y crear alianzas de paz.
—Deseo que seas feliz. —me giro y ahí esta la señora que fue a pedir mi mano ante mi padre, pero mi hermano toma las decisiones.
—Ven querida... Te llevo a tu nuevo hogar.
—Si. —no hay mucha gente, es más, nos cruzamos con dos niños nada más.
—Acá es... Los niños están en mi casa ya que deben tener su noche de bodas.
—¿Niños? ¿Cuántas lunas tiene mi esposo?.
—Diecisiete.
—¿Y cuántos hijos y esposas?.
—Ninguno... Eres la mujer principal, no puede procrear otro niño hasta que tú no le des el principal... Puso esa regla él.
—¡Oh! Jamás había escuchado algo por el estilo.
—Cambiaron las cosas con él al mando. —cuando entro a la tienda sonríe—. Mawunko decidió que van a pasar la noche acá... Tienen más privacidad y se mantiene perfecto el calor.
—¿Y por qué los niños se quedan con usted?.
—Por protección.
—Entiendo.
—Puedes ir preparándote... La ceremonia empieza cuando el sol este en su punto más alto.
—Si.
Normalmente una boda no es de esta forma, en realidad mi esposo me tendría que haber robado de entre mí familia, tener una aventura de una noche a la deriva, luego pactar con mí padre mí dote y luego casarnos, pero nada de eso se pudo hacer, no hay dote, no hay rapto y no hay familia, solo la soledad de la mañana y nada más.
Me pongo el vestido que hizo mi madre, es horrendo pero es lo único que poseo, no tengo otra cosa en buen estado que no sea esto, mi padre es un borracho que lo único que sabe hacer es seguir procreando si total él no los cuida, mi hermano dice que cuando sea su turno de manejar la aldea todo va a cambiar tal como lo esta haciendo mi futuro esposo al cuál no conozco, pero si que su nombre se va alzando con poder por todos los clanes haciéndose cada vez más poderoso.
—¿Yankiray ya puedes salir?.
—Si. —salgo y la comitiva de mujeres me mira sin descaro.
—Te esta esperando. —camino en medio de todas ellas, solo conozco a la que pidió mi mano por eso todas me comen con la mirada—. Todo va a estar bien, debes estar tranquila.
—Si. —estrujo mis manos con fuerza de los nervios que poseo.
—Llegamos.
Se abren dejándome ver a mi futuro esposo, alto como muy pocos entre nuestra gente, tienden a ser bajos de altura y gordos por no hacer nada por sus vidas pero en este pueblo no es así, ahora que me doy cuenta, los hombres son altos y fornidos, muchos tienen su pelo corto y las mujeres no se quedan atrás en estatura, en mi pueblo junto con mis hermanos somos los más altos, yo soy de la altura del hombre más alto de mi pueblo y acá hay mujeres que me pasan.
Camino hacia él temblando, me recorre con su mirada inexpresiva de cualquier cosa, fría como la nieve y más dura que una roca solida, hambrienta como un cachorro desesperado y con ansias de muerte, siento una sacudida dentro mío cuando nuestros ojos se conectan, él alza una ceja fugazmente, hasta dudo de que lo haya hecho, temo que mi esposo es un bloque de hielo que no me creo capaz de derretir.
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