Está bien que no se pueda tener todo en la vida, está bien que siempre existan dificultades y está bien que la vida nos dé lecciones para aprender, ¡pero no creo haber matado ni a un perro para terminar por segunda vez en la olla con cientos de adictos a mi alrededor queriendo robarme el alma, esto, mientras una lunática fastidiosa salida de quién sabe cuál manicomio, me perseguía persistente y muy feliz como si de un jardín de lirios se tratase este lugar y no del basurero de personas que hay aquí!
No sé cómo lo hice, pero intenté concentrarme en los edificios que había a mi alrededor tratando de ubicarme, por suerte recordaba algunos puntos y esto me permitió dar con el enorme edificio de aquella vez, lo que quiere decir que si seguía por esa dirección, lograría dar con la avenida para subirme a un taxi lo antes posible, pero primero debía escapar de ella y aunque deteste decir esto, debía buscar alguna forma de dejarla en un lugar que le sea fácil salir, pues a pesar de todo, no podría quedar con el cargo de consciencia al saber que quedó atrapada en este lugar donde corre gran peligro.
Continué el trayecto asegurándome de que ella estuviera detrás de mí, doblé en una esquina que la dejaría frente a la avenida en lo que yo aceleré el paso y tomé un desvió hacia otro callejón que también me llevaría allá, sentí un pequeño alivio al saber que estaba cerca, pero justo a mitad de camino fui abordado por unos sujetos igual que aquella vez dispuestos a robarme con navaja en mano.
Esta vez supliqué a todos los dioses de todas las religiones que conocía para que me ayudaran enviándome a alguien y justo en medio del ajetreo, escuché los gritos de una mujer llamando a la policía logrando ahuyentarlos. Por suerte esta vez había guardado bien mis cosas y me aferré de mi guitarra para que no me la quitaran, pero la mayor sorpresa me la llevé cuando mi heroína se trató de nada más ni nada menos que Catalina.
—Gracias, no sé qué habría hecho de no ser porque pasaste por ese lugar —dije una vez salimos de la estación de policía.
—Descuida, es una suerte que me diera por cambiar la ruta cuando salía del trabajo.
—¿Y qué hacías por acá?
—Vine a comprar algunas cosas que necesito para un evento —movió las bolsas que estaban en su mano—, quiero modificar un vestido y sabes que cerca de aquí está mi tienda favorita de accesorios.
Me encontraba un poco decepcionado al saber que Marla no apareció en ninguna de las dos ocasiones, es posible que no quiera saber más de mí, o que en verdad haya decidido dejar todo en manos del destino y este ya no nos quiera reunir, de ser así, quizás, pero solo quizás, deba renunciar a la idea y el sentimiento que había despertado por ella.
—Andy, ¿qué tienes?, te ves muy triste.
—No te preocupes, solo estoy agotado por la carrera que di para salir de ahí.
—Todavía no entiendo cómo terminaste en ese lugar, es horrible.
—Larga historia, pero si no te importa prefiero ir a casa a descansar.
—Está bien —ahora la decaída era ella.
—De nuevo te agradezco por ayudarme, no sé cómo pagarte.
—Yo sí —rayos, me hubiera quedado con la boca cerrada—. ¿Qué te parece si me acompañas a algunos eventos?
—No lo creo, eso me traería más problemas.
—Por favor, Andy. Si alguien dice algo, solo negaremos que haya una relación entre nosotros más allá de una amistad, eso es todo.
—Mejor te invito a comer, pero eso no.
—¿Y si pedimos un domicilio, me acompañas a casa y me ayudas a decidir los arreglos como antes?
Después de esto debería volverme monje…
—De acuerdo, pero me quedaré en el balcón.
—Como tú quieras. ¡Vamos!
(…)
Al final y como era de esperarse, me quedé toda la noche en casa de Cata ayudándola con los arreglos, ella los acomodaba de distintas formas con cientos de vestidos y zapatos que modelaba para mí, al comienzo me fue incómodo, pero a medida que opinaba y le ayudaba de vez en cuando con los cierres, algún botón o cosas por el estilo, me dejé llevar por la situación terminando en risas y un par de cervezas que ella encargó. Sin embargo, la madrugada nos alcanzó y con ello el cansancio acumulado por el día tan agitado que tuve me pasó factura, pero transporte público no había a esta hora y pedir un auto saldría muy costoso.
—Si quieres quédate esta noche, prepararé la otra habitación para que estés más cómodo.
—No sería correcto.
—Andy, está muy tarde, hazme caso, podría ser peligroso y más porque se nota que no puedes dar un paso más.
Odio admitirlo, pero ella tiene razón, estaba demasiado agotado.
—Está bien, igual mañana me iré a primera hora para no molestarte.
—No eres una molestia. Si quieres espérame en lo que arreglo la cama o puedes darte un baño mientras tanto, recuerda que acá dejaste ropa.
—Gracias.
Por fin pude sentir un poco de paz al estar bajo el agua caliente, mi espalda se iba relajando y mi cabeza se despejaba trayendo consigo sus ojos verdes, los extrañaba, anhelaba detallarlos durante al día para ver cómo cambiaban mientras ella seguía hechizándome con su voz, con su sonrisa carmesí y sus besos… Esos besos son extraordinarios, llevarían al que sea al paraíso.
—Andy —llamó Cata sacándome de mi ensoñación—, ya dejé lista la cama, espero que descanses.
—Gracias, tú igual.
Al salir ya no se encontraba en la habitación, hasta tuvo el detalle de cerrar la puerta, así que me cambié y me acosté en medio de la oscuridad con la luz externa de compañía, diciéndome en medio del silencio que en alguna parte de la ciudad se encontraba mi hechicera y muy posiblemente con algún cliente que era feliz por tenerla de compañía.
—Marla… ¿Dónde estarás ahora? Me conformaría con un mensaje tuyo…
En un profundo y resignado suspiro, me dormí imaginándola de nuevo en mis brazos.