Sé que a veces saco mucha fuerza de donde no la tengo, pero vida, Dios, destino o quien seas, no abuses de este pobre mortal que sigue recogiendo las piezas de su corazón, lo peor fue que no tuviste ni una pizca de piedad conmigo al presentarme esta noche a Catalina en uno de los vestidos que más me encanta en ella.
—¿Cómo estás? —preguntó tímida, pero ni eso detuvo la lucha interna que tenía por su presencia.
—Enterándome de quién fue la persona que solicitó justo esa canción. No imaginas la dicha que me dio —comenté sarcástico revolviéndome las entrañas.
—Creí que sería una buena idea que vinieras, escuché a uno de los socios decir que un artista faltaría y te sugerí de inmediato.
Esto no puede estarme pasando, primero la fastidiosa, luego el robo ¿y ahora esto? Mejor no pido una plaga o me envían las diez de Egipto.
—¿Por qué?
—Porque era una buena oportunidad para ti y creí que…
—No —interrumpí tajante—, ¿por qué ayudarme después de lo que me hiciste? Ahora deberías estar feliz con Carlos, no pensando en mí.
—Andy, no es así, él y yo no teníamos una relación, yo era tu novia.
—Claro, y él solo era el que calentaba tu cama cuando yo no estaba —tomé un respiro al acercarse el cantinero con mi bebida—. Mira, te agradezco la oportunidad brindada, pero abstente de hacerlo otra vez, no quiero deberle nada a nadie y menos a ti.
—Andy…
—¡No! —me exalté al ella intentar tocarme— ¿No entiendes que lo que me hiciste no fue cualquier cosa? Te metiste con mi mejor amigo y para colmo te atreviste a decirme que no era lo que creía aun cuando los encontré desnudos en tu cama mientras él te montaba a gusto, eso sin mencionar que fuiste tan descarada de aceptar una propuesta de matrimonio aun cuando estabas con él.
—¿Cómo sabías eso?
No sé si decir que la presión subió o bajó, pero la decepción que me llevé al ponerle una trampa planeada a último minuto es algo que no creí rendiría frutos, quizás porque quería mantener una última esperanza en ella, pero como bien dicen, el que busca, encuentra.
—No lo sabía, pero ahora que lo confirmaste, es evidente que sí tenían un amorío desde hace mucho —ni el maquillaje que tenía pudo cubrir su palidez al verse expuesta de esa forma—. No vuelvas a meterte en mi vida y mucho menos en mi trabajo, Catalina, cuando dije que terminó, terminó.
—¡Andrés, espera!
Salí lo antes posible del club para tomar un respiro de tan cruda verdad, me aparté lo suficiente de la puerta para que nadie me reconociera y así poder contenerme lo suficiente antes de volver a ingresar, pues no quería irme otra vez hecho mierda por culpa de ella.
—¿No te dije que con lágrimas no resuelves nada?
Y como si un santo (o un demonio) se apiadara de mí, la hechicera apareció con su labial carmesí, vestido elegante de color verde oliva y un sombrero, aunque este era más pequeño, no el de ala ancha de las otras veces.
—Marla… —con tal finura, acomodó su índice en mi barbilla y la levantó ordenándome en silencio erguirme.
—Con la frente en alto, músico, que la vida no tiene piedad con los mediocres.
—¿Qué haces aquí?
—Trabajo. Creí que alcanzaría a verte, pero por lo visto no fue así.
—¿A verme? Pero me llamaron a última hora, ¿cómo sabías que me presentaría? —peligrosa, se inclinó quedando a centímetros de mi boca.
—Tengo una bola de cristal, ¿no te lo dije? —sonrisa de bruja que me hipnotiza…
—No, no lo dijiste —respondí feliz hechizado por su carmesí.
—¿Y bien? ¿Nos quedaremos aquí o me invitarás una copa?
—Creí que tenías trabajo.
—Puedo hacer un espacio en mi agenda por ti y una copa no nos caerá mal, a no ser que seas débil.
—Un poco —dije avergonzado—, pero una copa no hará daño, será la primera de la noche.
—Que honor, entonces entremos.
Y para mi desgracia, su hechizo se desvaneció al recordar que Catalina estaba adentro.
—Mejor vamos a otro lugar, hay muchos bares por aquí.
—Me encantaría, pero mi cliente me espera… ¿Acaso me ocultas algo? —me examinó inquisitiva poniéndome nervioso.
—B-Bueno, yo…
—De alguien —afirmó, no preguntó—. Vamos, músico, no hay nada que temer, si tienes otra loca rondándote la espantaré, soy buena en ello.
Algo en ella me dio mucha confianza, no sabía si era su mirada felina, la seguridad que emanaba o que ya me había ayudado en dos ocasiones, pero ella me devolvía la fe y la confianza en mí mismo, aquella que la vida me arrebataba. Así, le ofrecí galante mi brazo a lo que ella enlazó el suyo e ingresamos al club llamando la atención de algunos, me señaló la zona VIP y nos dirigimos a esta donde tenía una mesa reservada.
—Por favor, traiga al señor Müller y a la señora Artois, que estén bien fríos —ordenó al camarero y este partió—. Si mal no recuerdo es tu favorita.
—Solo me viste beber esa cerveza una vez, ¿cómo sabes que es mi favorita? —su única respuesta fue esa pícara sonrisa que aceleró mi corazón.
—¿Cómo te terminó de ir el otro día? ¿Lograste recuperar tus papeles?
—Increíblemente sí, aunque el dinero se perdió, pero es lo de menos, lo sorprendente fue que pudiese recuperar lo más importante…
—Pero sigues preguntándote cómo llegué al lugar y momento exacto —asentí. El camarero volvió con la orden y ella degustó su vino soltando un sutil gemido que me calentó—. Estaba en una reunión, escuché unos gritos y encontré a un músico corriendo por el callejón sin fijarse que había unos malhechores, así que alerté a la policía ya que estaban haciendo una redada y ellos llegaron por ti.
—¿Y la guitarra?
—Uno de mis hombres les siguió la pista a los sujetos y abordó al que tenía la guitarra, consideré que era más importante recuperarla que tu billetera.
—La verdad sí, es importante para mí, me ha acompañado desde la adolescencia cuando creí que perdería a mi padre por una enfermedad, por suerte él sobrevivió y desde entonces la atesoro como a nada en el mundo.
—Entonces hice una buena elección —levantó su copa y mi vaso—. Por los tesoros invaluables.
—Por ti, por ser mi heroína y ayudarme a recuperarla.
Pronto mi alrededor se desvaneció al sumergirnos en una charla banal sobre mi carrera, cómo empecé en la música, le hablé también de Lucho e inevitablemente de Catalina y Carlos, aunque a estos últimos apenas y quise sacarlos a relucir.
—No cabe duda de que tienes una familia de admirar. Tu padre luchó contra una dura enfermedad ganando la batalla, tu madre soportó las tormentas sacando adelante a sus dos hijos y tu hermana, pese a ser madre tan joven, sacó adelante a una hija y su carrera.
—Sí, el único que se puede decir la ha tenido fácil soy yo.
—No lo creo así, que no tengas que afrontar esas situaciones, no significa que tu dolor sea menos al de otros, tú también has tenido tus luchas y aún hoy las sigues teniendo, como pasa con tu ex, Carlos y la lunática fastidiosa que te ganaste aquella vez.
—Sí, supongo que sí…
—¿Sabes? Desde que llegamos he sentido dos punzantes vibras que me tienen un poco fastidiada, la primera deduzco bien quién es, pero la otra, no estoy del todo segura.
—¿De quién hablas?
—A tus once y a tus nueve.
Busqué en la dirección indicada encontrando en una a Catalina junto a otro hombre, reía divertida, pero no dejaba de observarnos con celos, pero al otro lado era “mi madre” quien me advertía que saliera de aquí.
—Ya creo entender, pero no, el de las once no es alguien malo, es Lucho, mi manager.
—Si quieres hazlo pasar, no tengo inconveniente en saludar antes de irme.
—¿Tan pronto?
—Te dije que venía por trabajo, pero ven, vamos por tu amigo y luego iré por mi cliente.
Enlazados del brazo, salimos de la zona VIP dirigiéndonos a donde estaba Lucho quien la reparaba de pies a cabeza con una desconfianza que intentó ocultar, pero igual resultó obvia para mí que lo conocía bien.
—Lucho, quisiera presentarte a mi heroína.
—¿Así que ella es la famosa hechicera?
—¿Hechicera? —preguntó divertida avergonzándome.
—No imaginas cuánto han hablado de ti. Luis Morelos, un placer —extendió su mano siendo estrechada por Marla.
—El placer es mío, señor Morelos, Marla LaVorgna.
—¿LaVorgna? ¿Nos conocemos de algún lado? Su apellido me suena.
—No hemos tenido el placer hasta hoy, créame, soy excelente con los rostros.
—¿Marla?
Otro hombre de quizás cuarenta años, cabello castaño y ojos azules con una mirada penetrante que emanaba poder y una gruesa billetera, se acercó saludándola con total confianza acomodando la mano en su cintura y con un beso en la mejilla que desprendió algo dentro de mí.
—¿Cómo estás, encanto?
—Excelente ahora que te encuentro, aunque creí que no vendrías.
—Sabes que no falto a mis citas y menos cuando se trata de alguien importante. Bueno, caballeros, si me disculpan me retiro, tengo asuntos que atender.
—Espero que nos pueda acompañar después, señorita LaVorgna, será un placer invitarle una cena —comentó Lucho con extrema cordialidad dejándome extrañado.
—Así será. Cuídate, músico, no te metas en problemas esta noche —dejó un beso en la comisura de mis labios queriendo que se viera como un accidente, pero sé que lo hizo a propósito por la forma en que apretó mi mano.
—Descuida, Lucho no lo permitirá.
—Eso espero —con un guiño y un beso, ella dejó otro hechizo en mí antes de partir.
—¿Lucho no lo permitirá? ¿Desde cuándo me pagas para ser tu niñera?
—No te quejes, te encanta jugar a ser mi madre y lo sabes… pero… ¿en verdad conoces a Marla?
—No, pero hay algo que en definitiva no me gusta de ella y menos del sujeto que vino a buscarla.
—Solo es un cliente, no tienes nada de qué preocuparte.
—¿Un cliente?
—Andrés.
—Catalina —intervino Lucho aniquilándola con la mirada.
—Luis —respondió ella en el mismo tono molesto que él—. ¿Podemos hablar, Andy?
—No puede, tenemos un compromiso con un cliente.
—Solo serán cinco minutos, no pasará nada malo en cinco minutos.
—No lo sé, no es lo que tu experiencia me dice.
—Suficiente los dos —me interpuse antes de que comenzaran una guerra—. Catalina, te dije que no tenía nada de qué hablar contigo, así que mantengamos la distancia por el bien de los dos.
—Solo serán unos minutos.
—¿Por qué? ¿Te intimidó la mujer que lo acompañaba?
—¿Se conocen? —ignoró por completo a Lucho.
—Sí, somos bastante cercanos —respondí con total seguridad.
—¿Qué tan cercanos?
—Más de lo que tú quisieras estar ahora y si nos disculpas, debemos irnos.
Esta vez no hubo más palabras al sacarme Lucho del club lo más rápido posible; sin embargo, me tenía inquieto que pareciera ser que todos conocieran a Marla menos yo… ¿Será que es el caso o me estoy volviendo paranoico?