Miro la pantalla de mi portátil haciendo… nada. Me siento horrible. Me paso la mano por el rostro e intento seguí con el trabajo, pero en inútil. Anoche casi no pegue el ojo dando vueltas en mi cama. ¿En qué momento se fue por una cañería esa tranquilidad que había logrado obtener en los últimos años? —Esto es una mierda. La puerta de mi oficina se abre, levanto la vista para ver a Alondra entrar a mi oficina. —Vengo por un almuerzo —Intento sonreír y me pongo de pie. Esta, al ver mi cara, entra y se acerca. —¿Qué sucede? Suspiro con resignación. —Mike —niego. —¿Qué te hizo ese desgraciado? — gruñe —Ahora si le corto los huevos, Marcella. —Para el carro —rio entre dientes porque ella es hilarante. —Te cuento en el almuerzo, deja que recoja mi bolso. —Voy un momento a entregarle